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Estafas corrientes

Los ciudadanos, en particular pymes y autónomos, sufrimos una autentica ola de estafas digitales que, según la Guardia Civil y la Policía, superan el 70 por ciento de todas las denuncias. Consisten, principalmente en el caso empresarial, en el desvío de correos entre proveedor y cliente, y la sustitución de la cuenta bancaria donde debiera hacerse el abono de una factura. La cantidades afectadas varían, pero la media está entre los 1.000 y 100.000 euros. Esto para un empresario modesto es una tragedia que lo deja indefenso. Por mucha denuncia que se haga a la Policía es muy raro recuperar el dinero. La posición de Hacienda exige el pago de los impuestos de la renta y el IVA de estas cantidades, pero solo tras un laborioso proceso se pueden recuperar. Muchos autónomos terminan renunciando. Como problema adicional, las entidades aseguradoras no consideran esta estafa como un impago y rechazan la indemnización de las facturas aseguradas afectadas. Este dinero estafado suele ir a la cuenta de una 'mula': un intermediario que a veces no sabe ni que lo es. Se abre a veces por internet, a veces con un DNI obtenido fraudulentamente, está unas horas hasta que se reenvía a la cuenta real del estafador y el banco donde se comete el delito. Sale completamente indemne. Este grave problema no ha ocurrido en muchos años, ¿por qué ahora? El problema ha venido por una directiva del Banco de España, eximiendo a las entidades de la obligación de cotejar el titular de la cuenta y el beneficiario de la transferencia. Los bancos deben prestar este servicio por las importantes comisiones de mantenimiento de cuenta y transferencias emitidas y, a veces, incluso las recibidas. Entendemos que este control es elemental y simple para las entidades, pues se trata de aparcar aquellas transferencias que no coincidan para verificar que no se trate de una errata o un fraude. Antonio de la Hoz . Madrid Observo que Correos, en Madrid, hace un reparto de la correspondencia con una periodicidad mensual. Así, recibí cartas procedentes de mi propia ciudad de residencia con fechas de 1 y 11 de junio y depositadas en mi buzón el día 23. Tenía de plazo para contestarlas hasta el día 17. Se me pasó. Fui a la sucursal de la calle de Guzmán el Bueno y me dieron un teléfono para reclamar. Ellos mismos lo comunicaron a la oficina de reparto, desde la que, a los pocos días, una señora me llamó. Dijo que había estudiado mi reclamación y veía todo perfecto. Le dije que no era «perfecto» recibir unas cartas de dentro de Madrid con el retraso que cito. Pues no hicieron caso: el pasado 22 de julio se repitió todo. Un mes justo desde el último reparto me ocurrió lo mismo y me perdí oportunidades. Abrí a la cartera y comprobé que se pone a repartir un gran volumen de cartas de hace un mes. Y encima me dice que no se quede mirándome, «que me pone nerviosa». Gonzalo Jiménez . Madrid
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hace alrededor de 15 horas
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