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Extinción europea

El cambio climático y la inmigración son dos fenómenos que generan una creciente preocupación en la sociedad contemporánea y actual. El primero, según muchos, nos llevará a la extinción. En la historia de la humanidad, únicamente ha ocurrido una extinción masiva durante nuestra existencia como especie, provocada por glaciaciones hace aproximadamente 900.000 años. La superamos y logramos crecer nuevamente, adaptándonos con éxito a condiciones extremadamente adversas y hostiles. Hace unos 45.000 años, Europa experimentó un proceso de migración procedente del continente africano. Aquellos grupos humanos tenían características físicas distintas y capacidades diferentes, pero contaban con un armamento más avanzado –arcos y flechas, lanzas, hondas y lanzadores–, y portaban bacterias y virus desconocidos hasta entonces para las poblaciones autóctonas locales. Nos exterminaron. La pregunta que surge ahora es inevitable: ¿estamos haciendo algo para enfrentar fenómenos similares en la actualidad? La respuesta parece ser que, en muchos aspectos, poco o nada. Mientras nuestras capacidades disminuyen y las de otros aumentan. A pesar de que brotes de enfermedades como el ébola, la Covid-19, la fiebre de Crimea-Congo, la viruela del mono o el virus del Nilo Occidental provienen de regiones de origen de migraciones, España sigue siendo el único país europeo que no ha institucionalizado la especialidad médica de enfermedades infecciosas. No sé si los europeos nos extinguiremos, pero es probable que, de ocurrir un escenario extremo, los primeros en verse afectados seamos los españoles. Francisco J. Membrillo. Sevilla Las recientes irrupciones de manifestantes en distintas etapas de la Vuelta Ciclista a España ponen de relieve un problema grave que va más allá de la libertad de expresión. Nadie discute el derecho a protestar, pero hacerlo en un evento deportivo multitudinario entraña riesgos inaceptables. Un pelotón lanzado a más de 40 kilómetros por hora apenas tiene capacidad de reacción ante obstáculos completamente inesperados. Una pancarta, una pintada en el asfalto o la mera presencia de personas en el recorrido pueden provocar caídas en cadena con consecuencias dramáticamente graves para los ciclistas, el público e incluso para los propios activistas. No se trata de una simple interrupción: hablamos de poner vidas en peligro. Las reivindicaciones, legítimas o no, deben canalizarse por vías completamente seguras y responsables, que no conviertan a terceros en víctimas potenciales. La Vuelta, como otros grandes y reconocidos eventos deportivos internacionales, necesita garantías de seguridad que protejan tanto a los corredores como al público. Respetar ese espacio común es, en definitiva, una forma de respetarnos a todos. Claudina Garbajal. Toledo
abc.es
hace alrededor de 3 horas
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