cupure logo
quelosjornadaputincomoreducciónconunaporvuelta

La imposible reforma laboral

Los costes laborales por hora trabajada crecen un 5,4 por ciento y los índices de productividad siguen cayendo. Y estos bandarras pensando en reducir la jornada laboral. ¿Así cómo va a subir el poder adquisitivo de los salarios? Es imposible. Las cuentas de resultados de las empresas, a la baja, ahogadas por una fiscalidad abusiva, no consiguen beneficios para modernizar los medios, renovando activos y adaptándolos a las nuevas tecnologías. El resultado: compañías obsoletas, sin mejorar salarios. Es la consecuencia de una economía cada vez más descapitalizada, con productos y servicios incapaces de competir. Y el Gobierno, en lugar de bajar impuestos y liberalizar, se dedica a asfixiar con regulaciones y obstáculos. El sector público no para de crecer, siendo un sumidero de recursos financieros empleados improductivamente que, como un enorme paquidermo con fauces insaciables, se come al sector privado del que vive, dejándolo sin recursos. La única vía para mejorar el poder adquisitivo de los salarios es el incremento de la productividad. De nada sirve elevar el salario mínimo por decreto porque automáticamente la inflación lo corrige. Solo hay un camino: la desregulación, la bajada de impuestos y la inversión de capital. Los cantos de sirena dirigidos a la socialización de la economía son veneno que impide el crecimiento y arruina las empresas, con resultados que a la vista están: salarios de mierda que malamente permiten a las familias subsistir y que obligan al personal a malvivir, acuciados y desesperados al ver que ni pueden adquirir una vivienda. Es una espiral despiadada: más impuestos, más regulación y menos recursos financieros circulando en el sector privado, que lo destruye, descapitalizándolo y condenando a los trabajadores a vivir con bajos salarios. Más madera, hasta que el tren, desguazado y, ya utilizados como combustible humano los propios que alimentaban la caldera, se pare definitivamente. Manuel Soriano Nieto. Valencia Como abogado nacido en 1960, he sido testigo de la evolución –y en ocasiones, involución– de nuestra política. La corrupción, más que un escándalo puntual, ha sido una pedagogía perversa que ha enseñado a los jóvenes que la ley es negociable. Sánchez ha pactado con quienes prometían cambio, pero sin depurar responsabilidades. Hoy, el voto joven se mueve por emociones, no por ideologías. Y eso es síntoma de un sistema que ha perdido su brújula moral. Si no recuperamos el vínculo ético entre política y ciudadanía, el desencanto será irreversible. Y la democracia, cada vez más vulnerable. Francisco membrillo. Sevilla
abc.es
hace alrededor de 3 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Opiniones