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Cobardeando en tablas

En España seguimos con un Gobierno que hace todo pequeño, que trivializa lo más importante y provoca en la sociedad una sensación de fracaso y nihilismo, aprovechada electoralmente por la extrema derecha. En Francia y Alemania se están produciendo debates inconcebibles hace unos pocos años. No sé cómo terminará el ciclo de crisis en Europa, pero sé que en los últimos siete años España se ha ido alejando de las corrientes europeas a una velocidad vertiginosa, volviendo a convertirnos en una anomalía entre los países importantes de la Unión, certificando que el mito que mejor nos representa es el de Sísifo, obligado a empezar continuamente. En Francia, Bayrou, jefe de Gobierno que propuso una reducción del gasto público de unos 40.000 millones de euros, acaba de perder su voto de confianza en la Asamblea Nacional, algo inverosímil en la España de Sánchez, siempre cobardeando en tablas, como los peligrosos toros mansos. El ya ex primer ministro francés partía de una idea tan realista como inaceptable para todos aquellos que saben que cuanto peor vayan las cuentas francesas, cuanto más crítica sea la situación del Estado, mejor les irá a ellos. Coinciden, o más bien se persiguen –como decía Constant–, los dos extremos, y se han puesto de acuerdo Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen. Ambos están más de acuerdo en la necesidad de derribar al Gobierno francés que en los motivos para rechazar las propuestas de ajuste. No sabemos qué hará Macron, cada día más deslegitimado, pero se ha planteado el debate, adecuado para los franceses, poniendo entre la espada y la pared a partidos históricos como el PSF. Y ese tipo de debate, casi existencial, aunque en ocasiones fuera a modo de radical confrontación, los franceses lo han hecho periódicamente durante su historia moderna, permitiendo el mantenimiento de su influencia y poderío. En Alemania, más previsores, sin tantos riesgos como los franceses, gracias a su tendencia a la coalición, han anunciado a través de su canciller Mertz dos debates que cambiarán al país germano, y con ellos probablemente a la Unión Europea: el primero hace referencia a la realidad precaria de su Estado del bienestar; el segundo versa sobre la necesidad de imponer un nuevo marco para su defensa, que pasa por lo que podríamos denominar un servicio militar voluntario si se consiguen determinados objetivos. En cuanto a la viabilidad del Estado de bienestar, el canciller describió la imposibilidad de mantenerlo en la situación actual. Creo que ese anuncio será el prolegómeno de unas medidas parecidas o más contundentes que las inscritas en la Agenda 2010, impulsada por Schröder en su segundo mandato. La segunda propuesta será igualmente polémica e incentivará debates profundos, que tienen mucho que ver con la historia atormentada de Alemania. Están yendo a paso ligero de la 'potencia cívica', que tanto encandiló a propios y extraños, a adaptarse a una realidad cada vez más amenazante. No sabemos tampoco el resultado final del debate, pero debemos admitir que solo proponerlo en los términos claros y pedagógicos planteados por Mertz es muy elogiable. Los cambios en política exterior en Alemania siempre han planteado grandes discusiones en el país, como la apuesta de Adenauer por la integración en instituciones supranacionales, con la entrada en la OTAN en 1955, postergando el objetivo de la unidad alemana a futuros cambios, lejanos en aquel entonces; o la de Brandt, inspirado por Egon Bahr, con su apertura al Este, la Ospolitik; y después de la reunificación con Oskar Fischer y Schröder, comprometiéndose con acciones militares en el exterior. También fue una conmoción en su día que el líder del partido Verde en el Gobierno de coalición apoyara la intervención de la Alianza Atlántica en Kosovo y que exclamara: «Yo no solo aprendí lo de 'Guerra nunca más'; también aprendí bien 'Auschwitz nunca más'». Los dos países, sobre los que ha recaído la fundación y el asentamiento de la Unión, se plantean de forma distinta, en circunstancias diferentes, por motivos disímiles, su futuro, que influirá sin duda en el de la UE. Mientras, nosotros somos incapaces en general de plantear debates serios sobre nuestras circunstancias. Vivimos ahora la gravedad de un Gobierno al que solo le interesa sobrevivir. El Ejecutivo que conforman PSOE y Sumar, y su mayoría, no solo no enfrenta los problemas, sino que, suspendido de la ambición desenfrenada de Sánchez, los aumenta. Por ejemplo, la educación y las expectativas de la juventud siguen sin solución y ni siquiera merecen un debate serio. Por vivir al día, sin planificación, unas circunstancias previsibles han agravado durante los últimos cinco años la crisis de la vivienda. A estos retos que atraviesan el tiempo, escondidos ahora en una 'economía Potenkim', se une el descoyuntamiento del Estado, debido al vasallaje al que los nacionalistas han sometido a Sánchez, la fuerte deslegitimación y en ocasiones la okupación de las instituciones. Incluso se diseña una política exterior de claro carácter doméstico, y la emigración y otros retos están sometidos a una especie de sentimentalismo infantil. En fin, la política española ha perdido cualquier atisbo que pudiera tener de pedagogía; solo importa el poder y lo demuestran descaradamente, sin sonrojo con su comportamiento y con su discurso. No puedo sustraerme a la idea de que en España el Estado colapsa cuando tiene que enfrentarse a crisis naturales de gran envergadura. Un ejemplo incuestionable fue el comportamiento de las administraciones durante las consecuencias de la dana de Valencia, que dejó aún más a la intemperie a los ciudadanos que ya había golpeado con cruel contundencia una naturaleza descontrolada. Horas, días, casi una semana , tuvieron que pasar para que el Estado reaccionase de acuerdo con la dimensión de la tragedia, sufrida por gentes que habían perdido sus casas, posiblemente su trabajo o algunos a sus seres más queridos, sepultado el ánimo y gran parte de su vida. En esos momentos en los que la solidaridad y la seguridad se hacen imprescindibles, el pueblo solidario satisfizo la primera y el Estado, desprevenido, sorprendido, no supo garantizar ni la primera ni la segunda.
abc.es
hace alrededor de 10 horas
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