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¿Era esto cuando hablábamos de una UE geopolítica?

¿Era esto cuando hablábamos de una UE geopolítica?
Esa UE cuyos mejores capítulos y realizaciones llevan impronta socialista y socialdemócrata se está escorando, como nunca, a estribor, a la derecha, con una “nueva mayoría” en el PE y en las Instituciones La UE “pierde su alma”, abdica su razón de ser, en su inacción ante emplazamientos inapelables: así ha descrito Borrell, antiguo High Rep de la UE, su clamoroso silencio ante el genocidio perpetrado por Netanyahu en Gaza. La crítica se expande, corroyendo cada uno de los pilares históricos de la integración europea. El Marco Financiero (MFF) presentado por la Comisión Europea que preside Von der Leyen (Comisión VDL II) epitomiza crudamente la negación de la Europa que nos movilizó hasta ahora. Por ello mismo, inaceptable. Disuelve, hasta hacerlas irreconocibles, las mejores consecuciones de los últimos 30 años: Políticas de Cohesión, Regionales, Agrícola Común y de Pesca, Solidaridad e instrumentos de respuesta a las nuevas exigencias de Common EU Goods: Sanidad, Emergencias, Protección Civil...y Vivienda. La PESD naufraga con Kallas, lejos, muy por debajo, del listón elevado y exigente en que se situó Borrell. Afasia, impotencia, irrelevancia, la UE renuncia a una voz digna de ser escuchada -no digamos respetada- por los actores relevantes en el desorden global. Lo peor: doble rasero, Double Standard, Ucrania y Gaza unidas sólo por el hilo conductor del arrinconamiento de la UE hasta su humillación e insignificancia ante quienes nos habíamos propuesto hablar de tú a tú. Contradicción palmaria con la promesa anunciada de la autonomía estratégica de una UE geopolítica, globalmente relevante. Esa UE cuyos mejores capítulos y realizaciones llevan impronta socialista y socialdemócrata se está escorando, como nunca, a estribor, a la derecha, con una “nueva mayoría” en el PE y en las Instituciones, consecuentes con la proliferación de Gobiernos nacionales en los EEMM minados o intervenidos por ultraderechas pujantes en su nacionalismo xenófobo, radical, eurófobo, populista, o todo ello a la vez. La deriva de la UE hacia su propia negación responde a múltiples concausas. La imparable preeminencia de redes sociales -plataformas tecnológicas en manos de una oligarquía, nuevo tecnofeudalismo de magnates digitales- en la formación de la política y su comunicación, con algoritmos adictivos que premian la infantilización y la tribalización sectaria de todo mensaje, segmentando sociedades en polos irreconciliables e impidiendo cualquier atisbo de deliberación entre opciones racionales, destaca como precondición de todas las demás coordenadas de la erosión democrática que ha sometido espacios. No es la única: el resentimiento emocional contra la globalización entre quienes se perciben entre sus “perdedores”, enturbia ese mar de fondo en que relatos populistas y discursos de odio señalan chivos expiatorios -migrantes, diferentes-, en una espiral que no vislumbra correctivos eficaces. ¿Hay esperanza? Es, en todo caso, irrenunciable. Como lo es la acción que ha de seguir a la razón.  La pelea que se avecina concierne, por supuesto, a la causa de la izquierda progresista, minorizada severamente en todas las Instituciones. Pero se extiende en su alcance al europeísmo tout court. Quienes, bregando contra corriente, nos consideramos federalistas querríamos un cambio de rumbo copernicano. Pero, mientras se reabre paso a esa profundización de la integración europea que no se asoma a lo que alcanza nuestra vista, la “reeuropeización” de esta UE con la que hoy nos damos de bruces, demanda una conjugación de dos vectores que están, al menos, al alcance del sufragio universal de ciudadanía europea que legitima al Parlamento Europeo (PE) como única Institución directamente electiva, motor democrático de Europa: la politización y la parlamentarización de su proceso decisorio. Ello comporta, primero, reivindicar la política como contraposición entre opciones, alternativas que presuponen debate y decisión: un escenario distinto al de los falsos consensos en mínimos denominadores, penosamente incapaces de aportar valor añadido o avances respecto a sus Estados miembros (EEMM). Y requiere, además, que el PE haga valer su naturaleza distintiva en Derecho comparado: único Parlamento supranacional en el mundo que realmente lo es; que, además de legislar un Derecho vinculante para los EEMM, legitima con su voto a la Comisión Europea (Ejecutivo colegial), controla su responsabilidad política y puede derribarla con su censura. Y exige rigurosamente a la Comisión VDL II el estricto cumplimiento de su rol de “guardiana de los Tratados y de la legislación europea”, sin “lenguaje de madera” (langue du bois, en la jerga), sin medias tintas ni ambages, pasteleos elusivos ni “compromising as usual”.  Bref: lo contrario de cuanto campea en este minuto. Mejor UE -menos casilla nacional-, más acción y decisión política, mirada al tablero global, tan revuelto de tanto recibir patadas, ¿No era eso, cuando hablábamos de una UE geopolítica? 
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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