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El irrefrenable intervencionismo militar de Israel

El irrefrenable intervencionismo militar de Israel
Atacar al intermediario, en este caso Qatar, es un gravísimo error geopolítico y diplomático, que solo comenten gobiernos con un alto grado de paranoia securitaria. Israel es una auténtica fábrica de crear enemigos, algo realmente incomprensible para un pueblo de pequeña dimensión y reducida población En lo que llevamos de siglo, el país del mundo que ha protagonizado más guerras ha sido Israel, entendiendo por guerra los conflictos armados que hayan tenido más de mil muertos en al menos un año. Es un país más pequeño que Catalunya en extensión, y con solo 10 millones de habitantes. A pesar de ello, en estos momentos Israel tiene abiertos seis frentes militares, tres con países vecinos (Palestina, Líbano y Siria), y dos más alejados (Irán y Yemen). Ahora hay que sumarle Qatar, que ha bombardeado para romper cualquier negociación con Hamás. Atacar al intermediario, en este caso Qatar, es un gravísimo error geopolítico y diplomático, que solo comenten gobiernos con un alto grado de paranoia securitaria. Israel es una auténtica fábrica de crear enemigos, algo realmente incomprensible para un pueblo de pequeña dimensión y reducida población, que debería hacer lo contrario, esto es, procurar mantener buenas relaciones con sus vecinos, estar abierto a la diversidad en su interior, tanto en términos religiosos como étnicos, y, a ser posible, ser activo en el campo de las mediaciones, como correspondería a un pueblo que históricamente ha sufrido persecuciones por su religión, y que ha padecido algo tan terrible e indescriptible como el Holocausto. Justamente por su historia, Israel debería ser un ejemplo de tolerancia, integración, buena vecindad, concordia y diplomacia. En cambio, destaca por su agresividad, su belicismo y militarismo, hasta el punto de dedicar, para este año, 59.000 millones de dólares para su aparato militar, más del 10% de su Producto Interior Bruto (PIB), cuando en 2022 solo era de 23.400 millones, una barbaridad de gasto que acabará por pasarle factura a escala económica. De hecho, ya empiezan a notarse los síntomas, pues en 2024 su PIB solo creció un 0,9%, y el índice de optimismo económico, siempre ascendente, ha ido descendiendo desde que empezó la guerra de Gaza. Bombardear al mediador, como he dicho, es una torpeza estratégica que también le pasará factura, pues en el futuro nadie va a confiar en Israel en futuras negociaciones que puedan y deban hacerse. Qatar, además, es un pequeño país, fiel aliado de Estados Unidos, que se ha distinguido en los últimos años por su activa política exterior en el terreno de las mediaciones. Lo hizo con Estados Unidos y los talibanes desde 2012, con Sudán desde 2008 por el conflicto en Darfur, con Líbano en 2009, medió en el intento de reconciliar Hamás y Fatah en Palestina, actuó hace poco en la RD Congo, también para la reunificación de las familias en la guerra de Rusia contra Ucrania, y ahora acogía las conversaciones con Hamás. Qatar mantiene muy buenas relaciones con Jordania, Turquía y Siria, tres países que apoyan al pueblo palestino, lo cual no es del agrado de Israel, y quizás por ello no le ha importado tanto las consecuencias de bombardear Qatar. Quiere añadir otro elemento que afecta igualmente a Israel. Cuando en 2005, y sobre todo en 2009, la coalición en la que participaba Hezbolá obtuvo una presencia muy fuerte en Líbano, y cuando Hamás ganó a Fatah en las elecciones de 2006, en Gaza, ambos grupos fueron declarados terroristas. Muchas de las personas que nos dedicamos a negociaciones de paz, y de varios países, advertimos del error de esta decisión, pues cuando un grupo armado gana unas elecciones democráticas, es el momento de ir abandonando los planteamientos armados para dar paso a la política, con muchos incentivos desde el exterior y con más zanahoria que palo. De esa manera se puede lograr, y hay casos exitosos, que un grupo decida abandonar la lucha armada para siempre, pues ya ha encontrado una vía pacífica para realizar su programa. Si se hace lo contrario, demonizar a esos grupos una vez han ganado elecciones y con apoyo popular, acaban radicalizándose más y se convierten en grupos terroristas. Si las cosas hubieran ido de otra manera, seguramente no tendríamos que lamentarnos por lo que sucede ahora en Gaza. Aprovecho para recordar que, justo en estos días, en el Líbano hay una gran presión para que Hezbolá se desarme, pero este grupo pone como primera condición la retirada total de Israel y el fin de un intervencionismo en el Líbano. Con un exceso de presión, y solo con eso, seguro que no se consigue nada, pero con garantías de otro tipo, políticas y militares, quizás se podría negociar con ciertas posibilidades. He terminado un estudio comparativo sobre el papel de las religiones en las guerras del siglo XXI, con 130 casos analizados, y una de las conclusiones es que, a pesar de que los judíos solo representan el 0,2% de la población mundial, ha sido el agresor en el 5,4% de los casos estudiados, lo que sitúa a Israel con un índice relativo de agresión de 27 puntos, 22 veces superior al de los musulmanes y 135 veces superior al de los cristianos. Esta obsesión por su seguridad, si la canaliza a través del intervencionismo militar, y no mediante una doctrina de seguridad compartida, en común, conduce a Israel a estar en un permanente estado de guerra, generando una profunda hostilidad en muchos lugares del mundo, que ven a Israel como se veía al imperialismo estadounidense en los años setenta, cuando todavía existía la guerra del Vietnam y la CIA promovía golpes de Estado en América Latina. Los israelíes deberían preguntarse hacia dónde conduce esta política suicida y de total rechazo desde el exterior. Pero me temo que no será fácil. Una encuesta realizada hace pocas semanas por una organización israelí, aChord, un grupo de investigación vinculado a la Universidad Hebrea especializado en psicología social, y publicado por Middle Est Eye el pasado 26 de agosto, ha revelado que la gran mayoría de los judíos israelíes, el 76%, creen que “no hay inocentes” en la Franja de Gaza. Si ese es el sentir de la mayoría de la población respecto a Palestina, más difícil será que tomen conciencia de lo que supone acumular tantos enemigos en otros países donde interviene. Así las cosas, no queda más opción que presionar a Israel con todo tipo de medidas, e ir más allá de lo aprobado por el Consejo de ministros, con la esperanza de que otros países tomen medidas similares, con el fin de que Israel se sienta tan solo que lo obligue a repensar su cultura profunda, pues se trata de una sociedad que, de tanta obsesión por estar seguros, han acabado creando una enorme inseguridad hacia sí misma.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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