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Iberoamérica, oportunidad geopolítica

Donald Trump ha puesto los ojos en América Latina . Los años de desinterés del presidente Biden por la región fueron aprovechados por China, incluso por Rusia, para ampliar su influencia política y social en sectores clave como el comercio internacional, las materias primas fundamentales, las infraestructuras estratégicas o las instituciones financieras. Trump ha decidido dar un golpe en la mesa geopolítica y reivindicar el papel de EE.UU. en el continente americano. En las últimas semanas, México, Panamá, El Salvador, Colombia, Venezuela, Cuba y otros tantos países latinoamericanos han recibido las primeras embestidas de la Casa Blanca. La situación del mundo anima a EE.UU. a no perder el tiempo y Trump no parece estar dispuesto a utilizar las vías de la diplomacia tradicional. La Unión Europea muestra signos de desperezarse ante el evidente nuevo orden internacional que inexorablemente se reconstruye ante sus ojos. La firma del Acuerdo UE-Mercosur tras 25 años de negociaciones, que elimina aranceles en el 92 por ciento de los productos, y los recientes tratados de libre comercio con México y Chile son los últimos movimientos ante la necesidad de fortalecer la presencia de la Unión en la región latinoamericana. Europa, al igual que EE.UU. necesita contrarrestar la dependencia de China, especialmente en el abastecimiento de materiales críticos, donde España, por ejemplo, sigue enterrando sus opciones industriales en una excesiva regulación medioambiental, cuando tiene bajo sus tierras el oro del siglo XXI que quieren todas las potencias del mundo. En este nuevo contexto geopolítico, España debe tener claro el papel que quiere desempeñar. La UE es el segundo inversor en América Latina y España es uno de los cinco países con mayor inversión extranjera directa. La elección de las prioridades geográficas y sectoriales de la acción exterior española no debe guiarse por las preferencias ideológicas de los miembros del Gobierno sino por la experiencia, el valor añadido y el beneficio para nuestro país que tendrá una estrategia internacional u otra. Es evidente que América Latina no ha sido la prioridad para España en los últimos años y las crisis políticas con aliados tradicionales como México o Argentina, la equidistancia con Venezuela, la desconexión con Centroamérica, la apatía con la situación de Perú o Bolivia o el desinterés con la XXIX Cumbre Iberoamericana de Ecuador son algunos ejemplos. A pesar del uso ideológico del pasado para justificar actuales posiciones políticas populistas en la región, la historia de España con América Latina es un caso de éxito. Surge de nuevo y con fuerza la defensa del concepto de Hispanoamérica como origen de un mestizaje compartido que forja nuestra identidad y nos permite compartir desafíos comunes como la defensa del español en la academia, la ciencia y en el uso de las tecnologías. Las viejas narrativas se presentan cada vez más forzadas ante la realidad del presente donde la alianza iberoamericana, que incluye a Brasil y Portugal, se reivindica como una oportunidad geopolítica para unir fuerzas y tener una misma voz ante los retos de orden mundial. La Conferencia Iberoamericana se articula en un sistema de funcionamiento y cooperación que se ha ido construyendo y perfeccionando en las cumbres de presidentes y jefes de Estado, a través de mandatos y mejoras constantes que se han aprobado por consenso entre los países. A lo largo de más de tres décadas, el sistema iberoamericano ha vivido distintas cumbres de revisión y renovación que lograron activar cambios profundos. España tiene la oportunidad iberoamericana para reforzar una alianza multilateral clave para nuestra política exterior, la XXX Cumbre Iberoamericana de Madrid en 2026 . La posición española frente a la reconfiguración estratégica de la Conferencia Iberoamericana no debería armarse de manera unilateral en un despacho de la plaza del Marqués de Salamanca, sino que debería nacer de un proceso de diálogo, escucha y participación de los actores relevantes que mantienen viva Iberoamérica a través de la defensa de redes, intereses y proyectos estratégicos. La Conferencia Iberoamericana requiere activar un proceso de reconfiguración geopolítica que se inicie con preguntas valientes. El Gobierno de España debería activar una estrategia en dos direcciones, una interna y otra externa, ambas desde la convicción de que la posición iberoamericana debe seguir inspirándose en la búsqueda de consensos políticos desde la que se construye, no desde la unilateralidad ideológica. La estrategia interna debe activarse cuanto antes en nuestro país. El Ministerio de Asuntos Exteriores, con el apoyo de otros actores estratégicos como son la Aecid, Fiiapp y la Fundación Carolina, debería presentar una hoja de ruta para que desde la sociedad se inicie una profunda reflexión sobre el futuro de Iberoamérica. Las empresas y la CEOE, las universidades y la CRUE, los centros de pensamiento, la sociedad civil, las redes internacionales, las ciudades y las comunidad autónomas, el Congreso y el Senado, los partidos políticos, todos los actores estratégicos de desarrollo son necesarios para idear juntos el futuro papel de España en el mecanismo iberoamericano. La idea de Iberoamérica tendrá sentido si ser iberoamericano es un valor que preservar en la comunidad internacional. El futuro de la Conferencia Iberoamericana dependerá de la inteligencia y la audacia con la que su sistema se sepa ubicar, aportando un valor añadido y complementario, no sólo a España y a Portugal sino también a los países de América Latina que deben repensar también su lugar en el mundo. En palabras del escritor colombiano Carlos Granés: «Latinoamérica amasa una historia compleja y bárbara de vergüenzas y luces. Pero nada nos ata a ese pasado. El futuro está ahí. Es hora de poner un pie en el siglo XXI». Iberoamérica es, por tanto, una oportunidad geopolítica para ambos lados. Los geopolitólogos Joseph Nye y Robert Keohane, Harvard y Princeton, fueron los padres de la teoría de la interdependencia compleja en el ámbito de las relaciones internacionales. Nye y Keohane sostienen que en un mundo globalizado las relaciones entre estados y sociedades trascienden las consideraciones tradicionales y crece la influencia de actores no estatales y la interconexión de múltiples canales que explican la mutua dependencia y la necesidad de fortalecer la cooperación. Justo al contrario de la terrible decisión de Trump respecto al cierre de Usaid y el impacto que tendrá en países en desarrollo. España inicia unos meses clave hasta la Cumbre UE-Celac de Colombia en 2025 y la Cumbre Iberoamericana en España en 2026 para reconstruir los puentes rotos y fortalecer los canales de interdependencia iberoamericana. La mesa geopolítica global no va a esperar a nadie y España tiene que saber jugar sus cartas.

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