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La preñez

No sabes si son seis o siete las lunas que tiene dentro la tierra, pero sabes, como en la expresión popular, que está preñada hasta los ojos. ¿De mellizos? ¿De trillizos? Desde luego, de una sola criatura, no. Aquí hay horas de parto. Las manos de la mayéutica no solucionan esto con un hábil tirón –con cuidado, como quien se coloca un hueso propio dislocado– y unas palmadas en las nalgas hasta que rompa el llanto. No hay más que ver la exuberancia, la exageración de las semillas que se levantaron cuando la lluvia llamó insistentemente un día y otro, y otro, a las puertas de la tierra, que hay que ver el marzo que se vino desde las montañas de las nubes… ¿Cuántos hijos nacerán de las ramas del olivo? La preñez visible del olivar es una pajarería que apenas deja ver las hojas, y si mayo no le pega un lamparillazo de sol inesperado, de esos que meten fuego en un trigal verde, el verano se vendrá aceitunero y septiembre puede ser una locura, así en las mantas del verdeo como en las almazaras donde el aceite cantará temprano y precioso. Tendrán que hacer brazos las ramas de los naranjos para aguantar el cosechón de soles dulces que se ve venir en la cercanía del árbol, y cuando el otoño las ponga pintonas, no habrá en el campo un oro más codiciado. Y si la raspa grana tranquila, habrá que improvisar graneros. Inevitablemente, se te vienen a la memoria los campos de rastrojos con las hacinas esperando oreo y turno de era, y sabes que por la noche cereal de los llanos de la trilla y la avienta hay sueños de ruedas dentadas y fantasmales perfiles de bielgos sonámbulos que salen, locos, en busca de la marea. No sabes si son seis o siete lunas, pero sabes que la tierra ya está dilatando, porque sabe lo que se le viene. Despacio, va abriendo sus piernas hermosas y verdes mientras creemos oír un lejano llanto pajizo y frutal. Frutos, así está el campo, con las manos de las ramas llenas de frutos. O improvisando la flor que lo traerá. Recuerdas ahora cuando tocabas el cuerpo redondo y duro de las ciruelas, deseándolas ya maduras para el gozoso pecado del mordisco total. Y recuerdas cómo la higuera iba llenándose de bolsas verdes que buscarían, por los caminos del sol y de la noche, el negror del azúcar para las brevas. Rojo vendrá el sol que pintará los tomates, y redondo el viento que completará las uvas… Preñez del campo. ¡Qué olor a madre inmediata tiene la tierra…!
abc.es
hace alrededor de 19 horas
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