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Putin reacciona ante la unidad

EL Papa León XIV ha comenzado su pontificado con un gesto que honra la tradición moral de la Santa Sede: clamar por la paz. En su primer Regina Coeli desde la logia de San Pedro, y ante una multitud de decenas de miles de personas, el Pontífice ha pedido un alto el fuego inmediato en Gaza, ha exigido una paz «auténtica, justa y duradera» en Ucrania y ha recordado a los líderes mundiales que «hablar de guerra es olvidar lo humano». No es un mensaje inocente: la Iglesia sabe que su voz tiene peso moral, pero también que su influencia solo es eficaz si se expresa en el momento adecuado. Por eso no puede ignorarse el gesto del nuevo Obispo de Roma, sobre todo cuando se están produciendo novedades relevantes en el tablero europeo. Ese llamamiento coincide con el movimiento de Vladímir Putin, que ha ofrecido a Ucrania negociaciones directas a partir de este mismo jueves en Estambul, y «sin condiciones». El gesto del líder ruso es una respuesta al ultimátum que los líderes de Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia lanzaron el pasado sábado en Kiev, exigiéndole que firme un alto el fuego incondicional de manera inmediata o se prepare para encajar nuevas sanciones y asistir a una nueva ronda de rearme de Ucrania por parte de Europa. Putin difundió su respuesta de madrugada en Moscú, lo que añade más dramatismo a su maniobra. Por el momento, Ucrania se muestra abierta a establecer conversaciones directas con Rusia, pero solo si Moscú acuerda primero ese alto el fuego incondicional. Estados Unidos –donde la reacción inicial de Donald Trump fue ambigua– ha terminado sumándose a la idea de que, antes de hablar, deben cesar las hostilidades. Esto es importante porque significa que, tras el acuerdo sobre minerales sellado con Kiev y después de que Trump expresara su decepción personal respecto a las intenciones de paz de Putin, es muy probable que EE.UU. y sus aliados europeos presenten un frente político unido. Si un Putin trasnochado ha decidido ofrecer diálogo es porque la presión comienza a hacerle mella. Pero no se puede esperar que el autócrata ruso sea sincero. Lo que pretende Putin no es negociar, sino ganar tiempo. Como en 2014. Como en 2008. Como en Chechenia. Su oferta busca dividir a las democracias europeas, seducir a las almas pacifistas, erosionar el consenso atlántico y volver a presentarse como un actor racional en un conflicto que él mismo provocó. Son días de intensa acción diplomática entre bastidores. Putin ha estado ocupado organizando su 'Desfile de los Dictadores' en la Plaza Roja de Moscú para conmemorar el ochenta aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, o la 'Gran Guerra Patria', como la conocen los rusos. Al mismo tiempo, en Suiza, hay indicios de que EE.UU. y China podrían estar avanzando hacia un desarme arancelario, tras el acuerdo que Trump anunció recientemente con el Reino Unido. Pero conviene mantener la cabeza fría. Europa debe acoger con respeto la voz del Papa –cuya autoridad moral trasciende confesiones–, pero también recordar con firmeza que Putin no es un socio fiable. En la historia reciente de Europa no hay ejemplo más explícito de cinismo político que el que practica el régimen del Kremlin: ofrece treguas mientras bombardea civiles, apela al diálogo mientras utiliza el hambre y la energía como armas de guerra. Y, como ha recordado Volodímir Zelenski, no puede haber un proceso creíble de paz si no se parte de un alto el fuego verificable y duradero.
abc.es
hace alrededor de 19 horas
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