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'Omertá'

Al ver la comparecencia de Pedro Sánchez para tratar el tema de la corrupción, en la que anunció sus nada creíbles medidas, pidió unas tímidas disculpas y reiteró que lo mejor para el país y el mundo es que él siga al frente. Escuché al resto de portavoces, en particular a quienes lo apoyaron, también en la moción de censura contra el anterior Gobierno, por la corrupción. Lo primero que se me vino a la mente fue la imagen de la célebre escultura del artista japonés Hidari Jingoró de 1636 de los tres monos sabios, cuyos nombres significan no ver, no oír y no decir. Esta estatua y sus variantes se ha repetido hasta la saciedad y ha gozado de varias interpretaciones. Una de ellas es que la felicidad reside en no ver, escuchar y hablar sobre los demás. Todos quieren ser felices: ni el presidente, ni sus cientos de asesores y socios han visto, escuchado ni dicho nada sobre la corrupción. Dada mi condición de amante de los refranes, pensé que se acercaba más a «oír, ver y callar, recias cosas son de obrar». Es decir, que al final la idea clave ha sido y será la discreción por ser comedido en las palabras. Todos los socios están al corriente de lo que pasa en la familia, el partido y el Gobierno de Sánchez, pero saben que nunca tendrán un Ejecutivo más débil y dependiente de ellos, al que podrán seguir sacando todo cuanto puedan. ¿Cómo poner eso en riesgo? Más que la discreción, se impone un código de silencio, como el de la mafia italiana, que exige la no cooperación con las autoridades y el silencio absoluto. La 'omertá' implica eso, la obligación de no denunciar ni colaborar con la Justicia. También vemos que romperla puede tener consecuencias para el individuo, que se convierte en un paria y se le excluye de la organización. Incluso hay represalias violentas que los desestabilizan, revelando secretos, desencadenando investigaciones policiales como las que tenemos en curso que conducen al arresto de otros miembros. Llegan al desmantelamiento con la detención de sus líderes, la incautación de lo obtenido ilegalmente y, en el caso de un partido político, a la pérdida del poder y de su credibilidad e influencia. Confiemos que así sea. Félix E. García Cortijo . Badajoz A Susana Díaz le da igual que dirigentes de su partido le robasen las primarias en Andalucía, pero a los españoles no nos da igual. El funcionamiento democrático de los partidos políticos es un mínimo para la convivencia pacífica. Por tal razón es que se incluye en la Constitución. La elección de los jefes de gobierno, incluida la del presidente, se gesta en el funcionamiento democrático. Si los partidos funcionan amañando y robando las elecciones primarias (el PSOE en Andalucía), ese robo inicial se prolongará si llegan al poder, con los resultados que ya son públicos y notorios. Ningún presidente que llegue al poder violando la Constitución es un presidente limpio. Tampoco los expresidentes que, como Susana Díaz, asumen el amaño. Socaban los pilares de la convivencia. José Luis Gardón . Madrid

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