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Pepe Mujica y la invasión de las cucarachas alienígenas

Pepe Mujica y la invasión de las cucarachas alienígenas
Lo que quedaba de la tradición conservadora fue aniquilado. Esto es lo que explica que no esté habiendo ninguna oposición dentro del partido republicano a los desmanes anticonstitucionales de Trump, cuando siempre fueron los republicanos el “partido de la constitución” JD Vance es un hillbilly. El actual vicepresidente de Estados Unidos proviene de una región, la de los Apalaches, que se asocia con uno de los grupos sociales más estereotipados de Norteamérica: la clase rural blanca, marginada, retratada a menudo como inculta, violenta y atrasada. Vance alcanzó cierta fama por ser uno de los pocos que logró dar el salto desde ese entorno marginal hasta el corazón de Silicon Valley, a las órdenes del todopoderoso Peter Thiel. Luego contó su historia en un libro que se convirtió en un fenómeno editorial, donde él mismo enarbolaba con orgullo la identidad de la white trash estadounidense.  Esa subcultura blanca se ha convertido hoy en el núcleo duro del electorado de Donald Trump. Son los de la gorra roja de “MAGA” y la camiseta sin mangas, los que aparecen en los mítines con varias cervezas en la mano y el gesto desafiante. En la ficción americana los hillbillies están por todas partes: se los retrata viviendo en remolques y conduciendo pick-up trucks con pinta de tener menos higiene de la que sería deseable. Y en los relatos sobre invasiones alienígenas, los platillos volantes siempre aterrizan en las granjas de uno de estos hombres fuertes y rudos. En la mítica Men In Black, todavía le dan otra vuelta de tuerca a ese estereotipo. La comedia cuenta cómo una cucaracha alienígena mutante se estrella en la granja de un hillbilly llamado Edgar, lo mata y se pone su piel como disfraz. Durante el resto de la película, el insecto se hace pasar por el granjero para interactuar con el resto de los humanos a medida que el cuerpo del pobre hombre se descompone y se le va cayendo a pedazos en una deriva desternillante. No se me ocurre una metáfora más precisa para describir lo que le está pasando a la derecha en algunos países. Esos personajes que observamos, como Donald Trump y JD Vance, no son la derecha, igual que la cucaracha mutante no era Edgar, el granjero, por más que se escondiera bajo su piel y cenase con su mujer.  La derecha americana era la de George Bush y John McCain, la de Ronald Reagan y Mitt Romney. Te podían gustar más o menos sus ideas, pero estaban comprometidos con el devenir de la democracia y de la sociedad. Pero algo parecido a una cucaracha mutante acabó, en algún momento de la última década, con algunas derechas en algunos países. Y se puso su piel.  Lo que quedaba de la tradición conservadora fue aniquilado. Esto es lo que explica que no esté habiendo ninguna oposición dentro del partido republicano a los desmanes anticonstitucionales de Trump, cuando siempre fueron los republicanos el “partido de la constitución”. Explica también cómo Trump, que estuvo en su día afiliado al Partido Demócrata, y JD Vance, que se consideraba progresista hasta hace dos días, representan hoy a esa supuesta derecha.    Y explica también una cosa que vamos a ver repetirse con mucha frecuencia en el futuro, y es cómo estos partidos agarran temas centrales del progresismo y cruzan constantemente las líneas tradicionales entre izquierda y derecha. Es lo que ha hecho Trump esta semana decretando la reducción del precio de los medicamentos, una reivindicación emblemática del ala izquierda de los demócratas. La constante de estos movimientos no es ideológica: es el odio. Y es que hasta anunciando la bajada de los fármacos Trump ha pedido que se suban los precios a los países en vías de desarrollo, que aparentemente están “robando” a los estadounidenses con sus precios más bajos.  Lo que se esconde bajo la piel de esta derecha, no es ninguna cucaracha mutante. Son los mercaderes del odio que la mataron y la devoraron antes de meterse en su piel. Un grupo de gente aparentemente informe y desconectada, pero que tiene una cosa en común: están empeñados en sacar rédito de hacer que nos detestemos unos a otros.  A Edgar, el granjero, se le veía que era una cucaracha porque iba dejando un reguero de pequeños bichos por todas partes. Lo que tienen en común todos los mensajes de todas las derechas alienígenas en todo el mundo, parezcan de izquierdas o de derechas, es que siempre señalan a un enemigo al que odiar.  Dice cosas buenas de la izquierda que esta misma deriva no haya arrasado sus partidos en la mayoría de los países, aunque en ocasiones también parezca asomar esa tentación. Y dice cosas aún mejores de la Iglesia católica que, en este momento, haya sabido mantener una posición nítida con la elección del nuevo Papa. Quiere decir que queda muchísima gente en el mundo que no está dispuesta a alinearse con el odio, ni aunque le rente.  Esta semana se nos ha ido una persona que hizo del amor su particular batalla. Pepe Mujica pasó catorce años en un cautiverio inhumano que solo consiguió afinar su mirada y templar su compasión. Desde ese momento, nunca dejó de hablar de la necesidad de combatir el odio —también el propio— porque nos vuelve ciegos, sordos e incapaces de comprender.  Ojalá que la tierra le sea leve, y ojalá que su ejemplo siga vivo mucho tiempo.
eldiario
hace alrededor de 9 horas
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