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Ojalá la izquierda se pareciese más a Mujica

Ojalá la izquierda se pareciese más a Mujica
Muchos de los que lloran la pérdida del expresidente de Uruguay no han sabido o no han querido rimar idealismo y pragmatismo como lo hizo él para lograr avances sociales Vídeo | - Diez lecciones que nos deja Pepe Mujica Probablemente, nadie como Pepe Mujica y Lula da Silva han sabido rimar idealismo y pragmatismo con tanta inteligencia. Muchos de los que desde la izquierda lloran la pérdida del expresidente de Uruguay no han sido capaces o no han querido encontrar el equilibrio. Eso incluye a algunos de los que cuelgan fotos con él en su chacra (un género narcisista al que ya asistimos también con el fallecimiento del Papa Francisco).    Su amigo Pablo Gentili expresaba el martes por la noche en una entrevista en la Cadena Ser algo que muchos pensamos: “Ojalá la izquierda se pareciese más a Mujica”. ¿Qué significa parecerse a él? La coherencia e integridad máximas serían vivir como lo hacían Mujica y su esposa, Lucía Topolansky, pero tampoco vamos a ser ilusos porque no se trata de eso. O no solo de eso. En cambio, dejar de recrearse en debates dogmáticos o pelearse por el nivel de pureza sí sería una buena manera de asemejarse a él y a su manera de entender tanto la política como la labor de la izquierda. Mujica tuvo el coraje de no odiar tras haber pasado 12 años encerrado en unas condiciones para las que no hay calificativos posibles. Más de una década en la que lo único que tenía eran sus convicciones. Las que mantuvo fuera, primero como diputado y después como presidente. Antepuso el proyecto colectivo al interés personal. No haberlo hecho hubiera sido humano y más que comprensible, pero decía que el odio te lleva de la mano al fanatismo y que eso es ceguera. Otra lección para la izquierda. Se definía como un socialista que no quería ser bobo, alguien que reconocía que había empresarios que resolvían problemas. “Si por querer repartir exprimo demasiado, después tengo menos para repartir”, le resumió a Jordi Évole. Asumía que el capitalismo, hoy por hoy, no es evitable y que, por lo tanto, no queda otra que funcionar con este modelo. Incluso le daba la razón a Olof Palme por haber teorizado que el comunismo es el camino más largo para llegar al capitalismo. “Los pobres rusos están inmersos en un capitalismo de cuarta”, ironizaba en la conversación que él y su esposa mantuvieron con el periodista Pablo Cohen y que se convirtió en el libro ‘Los indomables’ (Planeta). Desde dentro del sistema intentó y consiguió cambiar muchas cosas. Con “razón y corazón”, como resumió el historiador Gerardo Caetano en ‘José Mujica. Otros mundos posibles’ (Planeta). Priorizó la educación pública, despenalizó el aborto, reconoció antes que muchos el matrimonio igualitario y reguló el uso del cannabis para fines recreativos, una opción que la mayoría de gobernantes, de izquierdas o derechas, no se atreven ni a debatir.    El martes por la noche, en un especial de ‘Subrayado’, uno de los informativos más longevos de la televisión uruguaya, Caetano explicaba que el expresidente fue una de esas figuras que estamos acostumbrados a tener siempre presentes, sea en el acuerdo o en la contradicción. De ahí que, como en el obituario de Luis Alberto de Herrera escrito por Carlos Quijano en el semanario ‘Marcha’, de alguna manera llegamos a creer que Mujica era inmortal porque él vivía como si lo fuese.  Pero no lo era. Nunca se olviden de vivir.
eldiario
hace alrededor de 10 horas
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