cupure logo
dellasquegobiernoverdebarçaopalosunasabotaje

Ponle risas enlatadas al cónclave

Ponle risas enlatadas al cónclave
Si miras el cónclave con otros ojos, de pronto ya no puedes tomártelo en serio: un grupo de hombres de avanzada edad disfrazados con ropa estrafalaria, que hablan en latín, reunidos en secreto, que aplican un protocolo medieval, anuncian sus decisiones con señales de humo y eligen al representante de su dios en la Tierra Si a ti también te cansa la demasía informativa alrededor del Vaticano (el funeral primero, el cónclave ahora), un consejo de amigo: ponle risas enlatadas. Edita el vídeo, y en cada momento solemne, añádele una risotada de esas que se usan en las sitcoms. “Extra omnes”, jajajajajá. “Fumata negra”, jejejejejé. “Habemus Papam”, jijijijijí. También puedes aumentar la velocidad de reproducción, para que los cardenales correteen al entrar y salir de la Capilla Sixtina, y hasta ponerle música de Benny Hill. Pero no te rías muy fuerte, no sea que algún abogado cristiano pase por tu calle y te denuncie por delitos de odio. Que me perdonen los católicos, pero es que me cuesta mucho tomarme en serio la desproporcionada atención que recibe el asunto. No me río del cónclave, que allá cada cual con sus rituales milenarios y sus normas teocráticas, sino de la atención loca que recibe. Todo es de una gravedad y una solemnidad tremendas, hasta que le pones risas enlatadas y de pronto se desvela como lo que es: una comedia involuntaria. El truco de las risas enlatadas sirve lo mismo para reconsiderar un dramón cinematográfico que para desinflar un acontecimiento mayúsculo o un dramita propio: les pones risas de fondo, y de pronto parecen otra cosa, tal vez lo que de verdad son bajo su apariencia de seriedad máxima. Si miras el cónclave con otros ojos (la mirada ingenua de un niño, o de un extraterrestre Gurb que aterrizase este miércoles en Roma), de pronto ya no puedes tomártelo en serio: un grupo de hombres de avanzada edad disfrazados con ropa estrafalaria (capas, túnicas abotonadas, solideos y anillos) que hablan en latín, reunidos en secreto (cerrados con llave) y bajo juramento, que aplican un protocolo medieval, anuncian sus decisiones con señales de humo, y eligen al representante de su dios en la Tierra, quien luego se retira a la “sala de las lágrimas”, donde cambia su traje rojo por uno blanco, se pone otro nombre, y por fin sale al balcón para anunciar al mundo (en latín, por supuesto) su elección como monarca absoluto de un pequeño Estado y líder espiritual de millones de personas. Le podemos dar toda la importancia histórica y política que queramos, hablar de intrigas, secretos, conspiraciones y chismes, especular sobre si saldrá un Papa conservador o progresista, hacer apuestas, echar cuentas con los votos (Ferreras puede sacar el pactómetro vaticano), y recrearnos visualmente en su pompa magnífica y sus escenarios monumentales (la Capilla Sixtina, ahí es nada). Pero al final es lo que es, ni más ni menos. Una elección nada democrática (los cardenales electores son nombrados por el Papa) que se dice “inspirada por el espíritu santo”. Ahí estaremos todos en los próximos días, pendientes del televisor y de los medios digitales, con enviados especiales y conexiones permanentes (incluido un despliegue enorme de nuestra televisión pública “no confesional”), contagiados todos del entusiasmo acrítico, sintiendo que somos testigos privilegiados de un acontecimiento histórico, y hasta gritaremos “¡Fumata blanca!” como si fuese un gol de la selección. Hasta que oigamos salir las risas enlatadas por la ventana del vecino, y de pronto nos parezca que no se ríen de los cardenales y sus cositas, sino de nosotros. Jajajajajá.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Opiniones