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Se acabó el buenismo

Se acabó el buenismo
Ha llegado el momento, más por nuestro contexto histórico, de debatir con serenidad pero agilidad sobre la ilegalización del fascismo de Vox. La democracia debe ser la alternativa al fascismo, no una casa donde este pueda campar a sus anchas La violencia racista vivida en las calles de Torre Pacheco no es un caso aislado, (solo hay que recordar el asesinato reciente del joven migrante en Torrejón de Ardoz por parte de un policía), tampoco una pelea de machitos soliviantados por el calor, ni mucho menos la respuesta humana a una paliza a un pobre anciano a manos de unos “moros” descerebrados. La violencia está organizada, coordinada y subvencionada por parte de la extrema derecha europea. Lo vivido, aunque todavía no hay muertos, es terrorismo y merece más que una condena moral por parte de la progresía y los pocos moderados que le quedan a la derecha. La respuesta debe ser regularizar masivamente a las personas migrantes que llevan meses pendientes de que el PSOE desbloquee la ILP Regularización Ya. La respuesta debe ser cerrar los CIES. La respuesta debe ser transformar la angustia y el miedo en certezas regulando el precio del alquiler, ampliando un parque público robusto e incluso que no derive en guetos. La respuesta debe ser generar espacios comunitarios donde aprender a convivir y alejarse del autoritarismo acelerado de las redes sociales y las trincheras identitarias. Pero la respuesta debe ser –se acabó el buenísimo–, también, aplicar la ley de partidos a quien no condene abierta y explícitamente la violencia, las cacerías organizadas contra otros humanos y los escuadrones neonazis que se pasean alegremente por nuestras calles, incluso algunas veces con saludos policiales. Sí, ha llegado el momento, más por nuestro contexto histórico, de debatir con serenidad pero agilidad sobre la ilegalización del fascismo de Vox. No fue casual que una semana antes su portavoz pidiera la deportación masiva de ocho millones de personas, más que personas inmigrantes hay en España. Están envalentonados, que nadie piense que les bastará con echar a los “moros” violentos. Detrás iremos todos los que para el fascismo patrio no seamos “españoles de bien”. Resulta bastante obvio, parece mentira que no lo hayan visto sus señorías de la Audiencia Nacional, que la autoría intelectual de Torre Pacheco es Abascal, sus altos mandos y sus propagandistas de cabecera. Basta ya de discursos buenistas que se vanaglorian de que la grandeza de la democracia es que Abascal pueda venir un par de minutos al Congreso a propagar discursos de odio. No, lo siento, y sé que es incómodo, que da vértigo, que puede ser muy resbaladizo. Pero la democracia debe ser la alternativa al fascismo, no una casa donde este pueda campar a sus anchas. Ambos no pueden coexistir. No es un debate fácil ni cerrado, tiene muchas aristas, quizá electoralmente les ayude a victimizarse como al buen matón cuando en la escuela o la familia alguien les pone límites. Las dudas son razonables, yo también las tengo. Pero no estamos persiguiendo ni ideas ni emociones, aunque todas no sean igual de válidas, sino la actividad material de Vox para deteriorar o destruir el régimen de libertades (STC, 48/2003, de 12 de marzo). Aquí, entre otras, hay que seguir el rastro del dinero. ¿Quién paga la propaganda en redes? ¿Quién paga el transporte y alojamiento de las escuadritas que en días laborales se trasladan hasta Torre Pacheco donde hagan estallar el siguiente “conflicto social”? Lo que proponemos perseguir, como recoge la actual ley de partidos, es la práctica reiterada de dar cobertura a las acciones de desorden, intimidación o coacción social vinculadas al terrorismo o la violencia así como, aunque pueda parecer más difuso, dar apoyo político expreso o tácito al terrorismo, legitimando las acciones terroristas para la consecución de fines políticos al margen de los cauces pacíficos y democráticos, o exculpando y minimizando su significado y la violación de derechos fundamentales que comporta. O también, como hemos visto por parte de diferentes cargos de Vox y grupúsculos neonazis, homenajear las acciones violentas o a quienes las cometen o colaboran con las mismas. Obviamente, la ilegalización del fascismo de Vox no termina de raíz con el problema. El auge del fascismo en nuestro país es consecuencia de una sociedad capitalista atomizada y precaria que anima a confrontar al penúltimo contra el último mientras quienes jalean la cacería siguen disfrutando de su posición de privilegio y la seguridad de tener un (seguramente varios) techo. Así como de una batalla cultural fuertemente subvencionada, incluso muchas veces asumida por las izquierdas, donde el autoritarismo ha ganado terreno a la democracia. Obviamente, sin seguridad material y afectiva no habrá alternativa que contenga el auge del fascismo. Habrá quien piense que abrir este debate es matar moscas a cañonazos, que debemos trabajar más lo comunitario y educativo, y que justamente esta propuesta es autoritaria, quizá tengan razón. Pero antes de que haya muertos, y más con el aval del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, o entierren la democracia, prefiero ser conservador o al menos hacer caso a los ultras y dejar de ser buenista.
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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