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La ciudad donde los penitentes llevan cadenas en los pies y caminan descalzos durante horas

Cada Lunes Santo, Málaga se convierte en escenario de una de las procesiones más emblemáticas y sentidas de la Semana Santa: la del Cautivo . Esta hermandad, fundada en 1934 en el barrio de La Trinidad, es conocida por la devoción y sacrificio de sus nazarenos, quienes recorren las calles descalzos y con cadenas en los pies como muestra de penitencia y fe. Esta tradición de caminar descalzo y con cadenas guarda un profundo significado espiritual. Los penitentes, conocidos como «cautivos», buscan con este sacrificio acercarse al sufrimiento de Cristo y expresar su arrepentimiento y devoción . Este acto de fe es una de las imágenes más impactantes de la Semana Santa malagueña y, de hecho, atrae cada año a miles de fieles y turistas. Los «cautivos» son reconocidos, además, por su atuendo característico : túnicas blancas con capirotes, cadenas en los pies y, en algunos casos, portando cirios o cruces. Este acto de penitencia es una forma de expresar la devoción y el respeto hacia las imágenes sagradas, así como una manera de pedir por la salud y bienestar de la comunidad. El recorrido de la procesión es, además, una de las características más destacadas. Partiendo de la Parroquia de San Pablo, en La Trinidad, los pasos se adentran en el corazón de la ciudad, pasando por calles como Carretería, Atarazanas y Marqués de Larios, hasta llegar a la Plaza del Obispo. Así, la procesión del Cautivo es también un momento de encuentro para los malagueños. Los vecinos del barrio de La Trinidad, junto con los devotos de otros puntos de la ciudad, se agrupan en las calles para ver pasar a las imágenes, lanzar claveles y rezar en silencio. De hecho, es común ver a familias enteras participando en el evento y transmitiendo la tradición a las nuevas generaciones. Además de su valor religioso, la procesión del Cautivo tiene un importante componente social. Uno de los momentos más emotivos es la visita al Hospital Civil , donde las imágenes realizan una estación para bendecir a los enfermos. Pero este año, la junta de gobierno de la Cofradía de El Cautivo tuvo que suspender el Sábado Santo por la lluvia la tradicional visita a los enfermos en el Hospital Civil de Málaga ante la previsión de lluvia. A pesar de ello, Jesús Cautivo y María Santísima de la Trinidad Coronada permanecieron expuestos en la casa hermandad para que los devotos que quisieran pudieran entregar sus ofrendas de claveles. Otro momento significativo es el paso por la Tribuna de los Pobres , donde se congregan numerosos fieles para rendir homenaje a los titulares. Sin duda, quien viaje a Málaga, merece la pena conocer la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo, obra del imaginero granadino José Martín Simón (1896-1971). Fue concebido para representar el momento de la presentación al pueblo del Señor en el balcón de Pilatos, sin embargo, las autoridades eclesiásticas de aquel momento obligaron a vestir a la imagen, que fue ataviada con una túnica de tela blanca fruto de la improvisación. De esta manera se rompía con la estética del pasaje de la Presentación al Pueblo, creando una estética novedosa que, aunque no reproduce fielmente ningún episodio de la Pasión de Cristo según las Sagradas Escrituras , pasó a convertirse en una iconografía imitada por multitud de imágenes en toda la geografía española. Tallado en madera de pino de Flandes, José Martín consigue multiplicar por seis el canon de su cabeza para desarrollar la altura total de la pieza que comprende ciento setenta y siete centímetros, dimensión clásica de una efigie concebida para ser vista tanto en un plano próximo al espectador como en una perspectiva diagonal ascendente cuando se entroniza cada Lunes Santo. En este último concepto visual, las manos mostradas delante de su cintura actúan de recurso en el plano de incidencia de la vista y funciona de plano intermedio en la contemplación de su testa interpretada con corona de púas postizas y potencias. Aparece erguido , adelantando su extremidad derecha sobre la izquierda, en clara postura de iniciar su paso para caminar. El espacio de un pie a otro comprende veintisiete centímetros, recurso para angular las caderas de un modo muy sumario y flexionar la rodilla derecha; el tronco, por el contrario, se muestra abiertamente frontal al plano del espectador, sin quiebros que se manifiesten en los hombros, cuello -en donde se subraya el esternocleidomastoideo- o región escapular. Las heridas y contusiones que aparecen en el torso y extremidades están producidas por algún instrumento martirial terminado en cuerdas y que dibujan incisiones diagonales. Son evidentes también las escoriaciones presentes en el extremo de sus antebrazos provocadas por la acción lacerante de las cuerdas y que contrastan con la marcada tonalidad atezada de su dermis. Las manos entrelazadas por un áureo cordaje, funcionan como elemento de ruptura para proyectarse hacia el espectador y mostrar su indefensión ante los torturadores. La composición sigue un esquema romboidal cuyo vértice superior es la testa y el inferior el cruce de sus muñecas. El rostro comulga con los presupuestos de la imaginería de la posguerra , cuidando el mensaje sobre las formas; la cabeza se resuelve mediante un sumario modelado, ajeno a recursos virtuosos de gubias y escofinas. Se pretende buscar a Cristo en la majestad de su gesto misericordioso y no en los acentos dramáticos de su inmolación. La mirada se pierde en el infinito, las cejas se angulan en el entrecejo para conferir mayor expresividad, la nariz se resuelve en una línea angulosa y la boca se entreabre para dejar ver una arcada superior correcta en sus proporciones. La zona capilar se resuelve en finos mechones o guedejas sudorosas que caen sobre los hombros y que provocan sugerentes alargamientos de su faz.

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