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Estar en lo que hay que estar

La vida política, económica y social de España está viviendo estos días su propia dana . Aquel acontecimiento, que marcó un antes y un después en nuestra historia reciente, evidenció, por un lado, que sucesos inesperados pueden llevarse por delante años de dedicación a una empresa, a un empleo o, tristemente, incluso familias enteras. Si bien también demostró que los españoles somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos cuando se trata de ayudar a los nuestros en momentos de dificultad. Medio año después contemplamos con preocupación que en muchos ámbitos de la esfera pública se están produciendo sucesos que están devastando años de trabajo en la ardua construcción de la confianza en nuestras instituciones y en España como país. Y lo peor es que se echan en falta velocidad, compromiso y coordinación en la reacción para arrimar el hombro y tratar de reconducir la situación hacia lo que debería ser la normalidad democrática. En estos días, la clase política confronta sin tregua con inadmisibles casos de corrupción cercanos a la esfera del Gobierno como telón de fondo; escándalos que desde CEOE condenamos de forma rotunda y a los que asistimos perplejos mientras, por ejemplo, nuestra economía afronta una guerra arancelaria sin contar con un plan en forma de Presupuestos Generales del Estado. Igualmente nos preocupan las tensiones y la crispación que emanan de los extremos políticos en cuestiones como, por ejemplo, la inmigración. La buena noticia es que somos un gran país. Tenemos mimbres para superar estos tiempos de zozobra y retomar la senda de la estabilidad política, la prosperidad y la adaptación de nuestra economía a los nuevos tiempos y, lo que debe ser el fin último, para garantizar la cohesión y la paz social. Y también tenemos sólidos referentes. Podría mencionar en este punto aquel espíritu de 1978 del que tan orgullosos estamos como sociedad, germen de nuestra Constitución. Pero volviendo a los días de la dana, quiero recordar el ejemplo de liderazgo y generosidad que ofrecieron S.M. el Rey Felipe VI y la Reina Letizia, demostrando una vez más que la Corona es una institución que siempre nos da ejemplo, estando cuando hay que estar, donde hay que estar y en lo que hay que estar. Es un bastión de confianza y un símbolo de unidad de todos los españoles. Así pues, la Corona es el referente y el pilar fundamental en torno al que pivotar esa vuelta a la buena marcha de nuestras instituciones que reclamamos las empresas, de las que también digo con orgullo que estuvieron a la altura, dando ejemplo de solidaridad en aquellos días. En el caso del tejido empresarial español, informes como el recientemente publicado de Edelman España señalan de hecho que somos una institución en la que los españoles depositan su confianza, aunque a menudo escuchemos lo contrario. Y eso nos carga de responsabilidad a la hora de defender la institucionalidad como eje de nuestra prosperidad y nuestro bienestar, lejos de las luchas de partido, de las malas prácticas y de los antagonismos. Porque si a lo que acontece sumamos cuestiones como la falta de estabilidad regulatoria o de calidad de la norma lo que nos encontramos es un caldo de cultivo perfecto para la desconfianza, que es una carga de profundidad para la atracción de inversiones y, con ello, de nuestra prosperidad económica y social. Y eso nos preocupa. También quiero dejar claro que el mundo de la empresa, frente a lo que muchos creen, es un firme defensor de lo público y de sus empleados; pero en la acepción de un Estado ágil, fuerte y dimensionado y de una función pública independiente y de calidad, dos elementos clave para impermeabilizar a la Administración frente a la corrupción. En este sentido, advertimos del grave perjuicio que puede suponer el cambio en las pruebas de acceso para los altos funcionarios del Estado en términos, precisamente, de independencia y de capacitación. Asimismo, creemos en un Estado cohesionado, que es lo contrario a uno en el que, como está ocurriendo a propósito de la financiación autonómica, se toman decisiones bilaterales en lugar de someterlas a la participación de todas las comunidades autónomas y, en último término, de la ciudadanía, como sucedió con los conciertos vasco y navarro, recogidos en nuestra Constitución. Así pues, cuanto más nos acerquemos a esa visión de lo público mayores garantías de éxito tendremos a la hora de acometer los retos económicos de futuro, ligados a la sostenibilidad o la digitalización, desde la suma de fuerzas del sector público y el tejido empresarial. En este sentido, las empresas nos ofrecemos para estar en lo que hay que estar ahora para devolver a España su atractivo para los inversores. Defenderemos el diálogo social, que es la mayor infraestructura del país, garante de la paz social; esa en cuyos cimientos estamos, como recoge nuestra Constitución. Trabajaremos sin descanso tanto para alcanzar acuerdos como para señalar aquellas iniciativas legislativas que consideremos negativas para nuestra economía y nuestro bienestar. Y seguiremos exigiendo, porque hay que estar en lo que hay que estar, unos nuevos Presupuestos Generales del Estado que superen los actuales, diseñados para una legislatura anterior y aprobados por un Parlamento que ya no existe. Y no solo eso: seguiremos señalando la necesidad de atajar problemas que son verdaderas lacras para las empresas, especialmente para nuestras pymes y autónomos. Me refiero al exceso de burocracia, a la necesidad de una fiscalidad más competitiva o a la improrrogable reducción del absentismo laboral, que afecta, primero, a la salud de los trabajadores, y que supone un coste ingente para las empresas y la Administración. Estamos trabajando en la UE, de la mano de Business Europe, para lograr una solución negociada que reduzca el impacto de la guerra arancelaria, y también para abrir nuevos mercados o para consolidar acuerdos comerciales necesarios como el de la UE y el Mercosur . Vamos a priorizar la formación para que la fuerza de trabajo coja el tren de los retos de futuro, para ser más competitivos. Hay mucho por hacer, y el tiempo juega en nuestra contra. España necesita avanzar y las empresas vamos a estar en ese lugar de liderazgo cuando sea necesario, desde la unidad de todas ellas, de las instituciones y de los españoles. Llamamos a alcanzar grandes acuerdos de país, desde el sosiego y la moderación, pese a que la situación parece a veces completamente adversa para ello. El compromiso de las empresas españolas es empujar en esa dirección para recuperar la confianza en nuestro país y para que, como hemos hecho frente a la dana, entre todos afrontemos la tormenta que nos azota. España está por encima de todos nosotros y debemos recordarlo a cada paso.
abc.es
hace alrededor de 15 horas
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