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La igualdad no se mide solo en semanas

La igualdad no se mide solo en semanas
La forma en que se ha comunicado esta ampliación está dando lugar a cierta confusión, pudiendo parecer que las familias monoparentales salen beneficiadas con más semanas de permiso que las biparentales, cuando no es así. Por primera vez se equiparán los permisos por nacimiento, adopción, guarda con fines de adopción y acogimiento familiar para todas las niñas y niños, independientemente del modelo familiar en el que crezcan. Una vez se publique en el BOE el Real Decreto-ley 29/2025, el tiempo de disfrute para su cuidado, por parte de sus progenitores, será de 28 semanas en este tipo de permisos, sin distinción entre si hay uno o dos progenitores. Este anuncio representa un enorme avance al incorporar la doctrina del Tribunal Constitucional –especialmente la STC 140/2024–, que fijó el precedente que impacta de forma directa en el modelo normativo y que debe tener en cuenta los derechos de la infancia a la hora de legislar estos permisos. Sin embargo, aunque este Real Decreto-ley apunta tímidamente hacia ese nuevo paradigma, no termina de asumir ni consolidar plenamente las implicaciones del mandato constitucional en términos de igualdad sustantiva entre modelos familiares. La STC 140/2024 dejó claro que el número de progenitores no puede ser un criterio válido para limitar el permiso por nacimiento, porque el derecho que se protege no es el de las personas adultas, sino el de la criatura. De esta forma, reconocía que las familias monoparentales podrían disfrutar de 26 semanas de permiso por nacimiento, adopción, guarda con fines de adopción y acogimiento familiar. Además, el TC subrayó que este permiso no puede analizarse solo desde la lógica laboral o de cotización, sino que exige incorporar la perspectiva del interés superior de la infancia. Esta línea jurisprudencial ha sido reafirmada por sucesivas sentencias del TC que, la omisión del legislador generaba una situación discriminatoria para las familias monoparentales, y más en concreto, para sus hijas e hijos. Estas resoluciones no solo interpelaban al Gobierno a actuar, sino que lo obligaban. Desde ahí debe entenderse este anuncio de ampliación de los permisos en familias monoparentales. Sin embargo, la forma en que se ha comunicado esta ampliación más que aclarar está dando lugar a cierta confusión, pudiendo parecer que las familias monoparentales salen beneficiadas con más semanas de permiso que las biparentales, cuando no es así. Además, a la semana de ampliación del permiso de nacimiento (de 16 a 17 semanas), se ha intentado presentar como parte de la ampliación del permiso de nacimiento lo que, en realidad, no lo es. Las semanas adicionales que ahora se retribuyen pertenecen a otro permiso: el permiso parental por cuidado, que puede disfrutarse hasta que la criatura cumpla ocho años. Algo que forma parte del paquete de ocho semanas del permiso retribuido recogido en la Directiva (UE) 2019/1158, y cuya reclamación de disfrutar íntegramente formulan los sindicatos a pesar del real Decreto-ley. En todo caso, el que estamos ante dos permisos distintos –el de nacimiento y el parental por cuidado– se evidencia en que cada uno tienen fechas diferentes de entrada en vigor: el primero se aplicará desde la publicación en el BOE, mientras que el segundo tiene efectos retroactivos desde el 2 de agosto de 2024. Ahora bien, volviendo a la ampliación del permiso para las familias monoparentales y para evitar equívocos –como antídoto frente a la desinformación de quienes ya insinúan que las monoparentales tienen más derechos–, conviene hacer bien las cuentas. En la práctica, tanto las familias monoparentales como las biparentales contarán con 32 semanas de cuidado retribuido. Las primeras lo asumirán íntegramente desde una sola persona: 28 semanas por nacimiento más cuatro de permiso parental retribuido. En las segundas, el reparto será entre dos: 17 semanas por nacimiento por cada progenitor (con seis de disfrute simultáneo obligatorio), más dos semanas adicionales retribuidas del permiso parental por cada uno. El resultado es el mismo en términos numéricos, pero no en carga ni en esfuerzo. Y ninguna medida anunciada hasta ahora aborda esa desigualdad real. Por eso, aunque la igualdad formal avanza, la realidad sigue exigiendo políticas claras y conscientes que reconozcan la desigualdad estructural que enfrentan las familias monoparentales más allá de eslóganes. Reconocer su sobrecarga, incorporar medidas específicas de apoyo y garantizar su acceso real a los derechos laborales reconocidos en la ley –como la adaptación de jornada o el disfrute efectivo de los permisos como el de lactancia en igualdad de condiciones a las familias biparentales– es una obligación democrática. La igualdad no se resume en un número de semanas, se construye desde el reconocimiento de las diferencias y la voluntad política de corregirlas. En interlocución directa con quienes la viven cada día y en primera persona, con las mujeres que encabezan las familias monomarentales.

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