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Rufián y la unidad de las izquierdas

Rufián y la unidad de las izquierdas
Sí, compañeras y compañeros, es cierto que la socialdemocracia no cumple muchas de sus promesas electorales, pero, desde los nazis a Trump, los ultras sí lo hacen. Cuando conquistan el poder, los ultras aplican su programa al pie de la letra Gabriel Rufián termina el curso parlamentario 2024-25 como uno de los diputados más apreciados entre los ciudadanos de izquierdas, si no el que más. Los videos de sus zascas en la Carrera de San Jerónimo a las derechas –las españolistas del PP y Vox y la catalanista de Junts– se difunden viralmente en las redes sociales con comentarios apreciativos incluso de gente que se ve obligada a precisar que no es partidaria de la independencia de Cataluña. Yo tampoco lo soy –¿cómo podría serlo si sueño con la República Federal Ibérica en los Estados Unidos de Europa?–, pero valoro el aplomo, la claridad y la contundencia de Rufián, y suelo sonreír ante la oportuna ironía de sus dardos. Como cuando recientemente comentó que, de cumplirle el deseo ultra de expulsar de España a los inmigrantes, igual Santiago Abascal tendría que ponerse a trabajar por primera vez en su vida. En los últimos tiempos, Rufián está alertando a la miríada de egos, partidos y movimientos a la izquierda del PSOE del grave peligro que supondría presentarse desunidos a las próximas elecciones. “Si no nos ponemos de acuerdo, nos van a matar por separado”, dijo el pasado 22 de julio. Pues sí. El sentido común y los datos de las encuestas señalan que, aunque el PSOE mantuviera su actual peso electoral, cosa factible, podría producirse una debacle electoral a su izquierda que impediría la reedición de un Gobierno progresista de coalición. Ni Sumar sumaría, ni Podemos podría. Aunque, eso sí, viva el Frente de Liberación de Judea y abajo el Frente Judaico de Liberación. Los unos por los otros, la casa sin barrer. Las derechas podrían obtener una mayoría absoluta en el Congreso y sumarían así La Moncloa al enorme poder institucional y fáctico que ya detentan: ayuntamientos, autonomías, simpatías militantes entre la mayoría del empresariado, los medios de comunicación, los jueces, los policías… No cabe descartar la apertura de un ciclo nacional de monopolio derechista semejante al que sufre Madrid desde hace treinta años. Es triste que decir esto, proponer la unidad electoral del multiforme espacio a la izquierda del PSOE, te granjee hoy una inmediata catarata de insultos en las redes sociales. Un batallón de trolls te acusa de agente más o menos encubierto del “corrupto” Sánchez y la “traidora” Yolanda, en el mejor de los casos, y de esbirro de Ferreras y cómplice del genocida Netanyahu, en el peor. Y lo más espeluznante es el odio en estado puro con el que se expresan estos trolls: parecen detestar más a los progresistas que no comulgan con ellos que a los nazis de Torre Pacheco. Lo acaba de padecer en sus carnes Javier F. Ferrero, director de Spanish Revolution. A Ferrero se le había ocurrido comenzar a publicar en Facebook unas reflexiones sobre la unidad de la izquierda, pero le cayó encima tal avalancha de injurias que anunció su decisión de no seguir haciéndolo. “Me han llamado manipulador, vendido a Sumar, vendido al PSOE, vendido a Vox, blanqueador, estúpido e iluso”, escribió. “¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo vamos a frenar a la extrema derecha si el simple acto de invitar a la unidad nos desgarra?” Tras recibir en privado y en público cientos de comentarios de apoyo, Ferrero ha decidido seguir con sus llamamientos a la fraternidad, el diálogo y el acuerdo entre aquellos que tienen tantísimas cosas en común. “Hay muchas más personas hartas de la división que cómodas en la bronca”, concluye en su último post sobre este asunto. Por mi propia experiencia, creo que es así. Hay cierto argumento de los apologistas del sectarismo que no puedo dejar pasar: el que afirma que los españoles de a pie no viviríamos peor con un Gobierno nacional del PP y Vox que con el de Sánchez y Yolanda. No es cierto, a mí me parecen mucho peores las medidas que adoptarían unas derechas con casi todo el poder en sus manos y el padrinazgo internacional del emperador Trump. Congelar las pensiones y el salario mínimo. Eliminar el ingreso mínimo vital. Expulsar a todos los migrantes a su alcance. Dejar de combatir el cambio climático. Proseguir la privatización salvaje de la sanidad y la educación. Avivar las llamas del conflicto en Cataluña y Euskadi. Recibir con honores en Madrid a Trump, Milei y Netanyahu. Nimiedades de este tipo. Sí, compañeras y compañeros, es cierto que la socialdemocracia no cumple muchas de sus promesas electorales, pero, desde los nazis a Trump, los ultras sí lo hacen. Cuando conquistan el poder, los ultras aplican su programa al pie de la letra. Y no es el mismo que el de los que hoy se sientan en el Consejo de Ministros español, en absoluto. Ya los echaremos, dicen los trolls cantando alegremente el 'Bella Ciao'. Pues me temo que no será pronto, no. Cuesta un montón, cuesta sangre, sudor y lágrimas, quitarse el vampiro del cuello.

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