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La política como identidad dominante en la sociedad española

La política como identidad dominante en la sociedad española
La media de los sentimientos hacia nuestro partido se sitúa en ochenta puntos, la más alta entre los sentimientos positivos, mientras que la media de los sentimientos hacia el partido que más odiamos baja de los diez, la más baja entre los sentimientos negativos «Migrantes», «musulmanes», «ecologista», «feminista», «votantes de PP y PSOE», «colectivo LGTB» son categorías que aparecen con regularidad en la prensa y en el debate público. Estas, en concreto, han aparecido recientemente en este mismo diario. Todas hacen referencia a identidades sociales o grupales, que no son más que la forma en que las personas nos identificamos a nosotros mismos y a los demás con un colectivo. En las ciencias sociales, la teoría dominante para entender cómo funcionan estas categorías es la «teoría de la identidad social», desarrollada por psicólogos sociales como Henri Tajfel y John Turner. Según esta teoría, la identidad social se refiere a la categorización social de uno mismo y de los demás; es decir, nos identificamos como pertenecientes a un grupo o categoría social al que atribuimos valor y emociones, y hacemos lo mismo para el resto de personas, contraponiendo nuestro grupo a otros. Un componente importante de esta teoría es que las identidades resultantes nos inducen sentimientos positivos hacia aquellas personas que son como nosotros, con las que compartimos categoría, y sentimientos negativos hacia los que son diferentes, y que situamos fuera. ¿Qué sentimientos nos suscitan identidades como las mencionadas anteriormente en España? Hace nueve años, en este blog, ya comentábamos que las identidades políticas eran las que generaban sentimientos más extremos, tanto hacia los nuestros como hacia los otros. Entonces, descubrimos que, tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, Bélgica y el País Vasco, la discriminación basada en el partido político con el que uno se identifica era mayor que la discriminación racial en Estados Unidos, religiosa en el Reino Unido, regional en Bélgica y la basada en el origen (ascendencia autóctona o no) en el País Vasco. ¿Sigue siendo así? ¿Nos genera la política unos sentimientos de hostilidad mayores que cualquier otra identidad? Para responder a estas preguntas, los científicos sociales utilizamos un instrumento llamado termómetro de sentimientos. Este termómetro funciona de manera muy sencilla. Preguntamos a los participantes de una encuesta cómo se sienten con respecto a una serie de grupos de personas. Para expresar sus sentimientos, deben situarse en una escala «térmica» de 0 a 100, donde 0 grados significa que se sienten lo más fríos y negativos posible, y 100 grados significa que se sienten lo más cálidos y positivos posible. Un estudio realizado en los Países Bajos, que utilizaba veintisiete categorías (votantes, actitudes frente a la inmigración o hacia los roles de género, etc.), concluía que las categorías que generaban mayores divisiones eran políticas, seguidas de las actitudes hacia los roles de género y las actitudes hacia los refugiados. Este trabajo es uno de los pocos realizados en el contexto europeo midiendo la «primacía del partidismo» sobre otras divisiones sociales, un fenómeno que se ha replicado en innumerables ocasiones en Estados Unidos. Hace un año, decidimos estudiar este fenómeno en España en el marco del proyecto NORPOL, financiado por la Agencia Estatal de Investigación. En una muestra representativa de 3000 personas de la población española, incluimos un termómetro de sentimientos con veinticinco categorías. Nuestro termómetro tiene dos peculiaridades que complementan los resultados obtenidos hasta la fecha en otros países. En primer lugar, garantiza que para cada categoría haya al menos otra que se contrapone, permitiendo agrupar categorías o identidades excluyentes que delimitan un grupo propio y un grupo ajeno. Por ejemplo, introducimos «ecologistas» y «negacionistas del cambio climático» como identidades contrapuestas. En segundo lugar, varios conjuntos de identidades incluyen más de dos categorías. Por ejemplo, en términos de religión incluimos «católicos», «musulmanes», «judíos» y «ateos». Todos los datos del proyecto estarán disponibles de forma abierta en breve en el repositorio institucional del CSIC. El gráfico 1 muestra nueve conjuntos de identidades y el sentimiento que despiertan los miembros de nuestro grupo (punto azul) y los de otros grupos (punto rojo). Si hay varios grupos, se muestra tanto el sentimiento hacia el grupo que genera más hostilidad (punto rojo) como la media de los sentimientos hacia los grupos que no son el nuestro (punto gris). Por ejemplo, para un católico, el punto azul representa el sentimiento hacia otras personas católicas, el punto gris recoge el sentimiento medio hacia musulmanes, judíos y ateos, y el punto rojo el sentimiento más negativo (o de valor más bajo) hacia uno de esos grupos externos. Gráfico 1: Termómetro de sentimientos Los resultados se alinean con los obtenidos hasta la fecha en otros países. El sentimiento hacia nuestro grupo (azul) casi siempre se sitúa por encima del sentimiento hacia otros grupos (gris y rojo). Además, se observan diferencias significativas entre los distintos conjuntos. En el caso de la educación (estudios superiores y estudios bajos) y la región (comunidad autónoma y España), las diferencias son mínimas. En el caso del colectivo LGTB y los heterosexuales, las diferencias también son muy pequeñas, reflejando el gran consenso que sobre este tema muestran las encuestas en España. Otros conjuntos muestran una hostilidad moderada hacia los demás, como las categorías étnicas (personas migrantes de distintos orígenes y población gitana), fútbol (aficionados del Real Madrid y FC Barcelona), roles de género («feministas» y «personas con una idea tradicional de las mujeres»), religión y ecologismo. Ninguna categoría provoca sentimientos tan extremos como la política. La media de los sentimientos hacia nuestro partido se sitúa en ochenta puntos, la más alta entre los sentimientos positivos, mientras que la media de los sentimientos hacia el partido que más odiamos baja de los diez, la más baja entre los sentimientos negativos. En concreto, el sentimiento más positivo se da entre los votantes de VOX, que valoran a otros votantes de VOX en media con 83 puntos; y el más negativo es de 8 puntos y se da entra los votantes de SUMAR y VOX. No es de extrañar que los conflictos raciales y los avances y retrocesos de las agendas verde y feminista estén íntimamente ligados a las disputas partidistas. Como no nos cansamos de decir, la política es el espacio social que permite canalizar los sentimientos y comportamientos más extremos de las sociedades contemporáneas. Hace algo más de un año, intentábamos explicar por qué. Contábamos que las normas sociales contra la discriminación son más débiles en el terreno político y que, independientemente de si siempre ha sido así o no, conviene reforzar las normas que han hecho posible la convivencia en otros ámbitos sociales. Hoy no traemos soluciones milagrosas, solo el compromiso de intentar seguir entendiendo este auge incontrolado del partidismo en las sociedades contemporáneas.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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