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Las iglesias cristianas ante el genocidio de Gaza

Las iglesias cristianas ante el genocidio de Gaza
No se puede hacer una lectura fundamentalista de la Biblia hebrea que legitime el genocidio. Hay que aplicar una hermenéutica histórico-crítica basada en la defensa de los derechos humanos, siendo el primero el derecho a la vida Las Iglesias cristianas, incluidas las pertenecientes a los sectores progresistas, han reaccionado con tibieza, salvo algunas excepciones, ante el genocidio de Israel contra Gaza, y en muchos casos con el silencio y la equidistancia, quizá por el falso temor de ser acusadas de antisemitismo, sin distinguir entre antisemitismo y antisionismo, entre judaísmo y gobierno genocida de Israel. Esa distinción es fundamental. Yo mismo he sido acusado de enemigo de la religión judía y de antisemita por denunciar el genocidio y por cuestionar el uso político violento de la ideología teológica excluyente de “pueblo elegido” y “tierra prometida” contra el pueblo palestino. El papa Francisco condenó genéricamente la muerte de niños en los conflictos mundiales y afirmó que “matar a niños es negar el futuro”. En sus 'Memorias' afirmó tímidamente que la actitud de Israel en Gaza es un genocidio, pero no como una postura propia, sino refugiándose en la expresión “según expertos internacionales”, y solicitó una investigación al respecto. Pidió el alto el fuego y la liberación de los rehenes y se mostró conmovido por la “gravísima situación humanitaria” de la población gazatí y exigió en varias ocasiones “ayuda a la población exhausta”. Sin embargo, en la mayoría de sus discursos mostró cierta equidistancia, cuando se refirió a Israel y a Gaza, sin distinguir entre el Estado agresor, Israel, y el pueblo agredido, Gaza. Incluso aplicó a Ucrania el adjetivo “martirizada”, que no utilizó para calificar y denunciar el genocidio contra la población gazatí. ¿Prudencia por ser la máxima autoridad del Estado de la Ciudad del Vaticano? Creo que no, más bien indefinición, como no pocos dirigentes políticos. Otros, sin embargo, se han pronunciado abiertamente contra el genocidio y han denunciado a Netanyahu. Una de las condenas más nítidas y contundentes contra el genocidio ha sido la Kairós Global por la Justicia, coalición internacional nacida como respuesta solidaria al documento Kairós Palestina, aprobado por un grupo de líderes cristianos palestinos de 2009: “No podemos servir a Dios y a la opresión del pueblo palestino”. Es esta organización la que, dentro de las iglesias cristianas, ha denunciado con más contundencia el sionismo, el colonialismo, el genocidio, el exterminio y la limpieza ética del pueblo palestino por parte de Israel y de Estados Unidos, y ha desenmascarado la pasividad de la Unión Europea y el cinismo de las iglesias cristianas. Papel importante en la denuncia está jugando la Teología Palestina de la Liberación, que se muestra crítica con la utilización sionista de la Biblia hebrea en favor de los asentamientos y de la expulsión del pueblo palestino de su territorio y hace una revisión desmitificadora de la ideología excluyente del “pueblo elegido” y de la “tierra prometida”, que se autoaplica Israel. Denuncia, a su vez, el constantinismo judío y su alianza con el sionismo político, llevada a cabo líderes religiosos ultraortodoxos y por no pocos teólogos judíos, que de portadores del mensaje profético liberador de la Biblia hebrea se han convertido en conquistadores, y líderes de partidos religiosos ultraortodoxos. Munther Isaac, teólogo palestino y decano del Colegio Bíblico de Belén, en un contundente sermón ampliamente difundido por las redes sociales, expresó su indignación por la complicidad de las iglesias cristianas: “Que quede claro. El silencio es complicidad. Sus palabras superficiales de empatía sin contacto con la acción revelan complicidad. Gaza fue agredida antes del 7 de octubre y el mundo miraba en silencio”. Y terminaba el sermón con este certero aforismo: “Gaza se ha convertido hoy en brújula moral del mundo”. Resumo en el siguiente decálogo la actitud que, a mi juicio, deben adoptar las iglesias cristianas, y en general las religiones, ante tamaños crímenes cometidos impunemente por Israel contra la población de Gaza y Cisjordania, así como ante los ataques contra Irán y las intervenciones militares contra el Líbano y Siria. 1. Las religiones tienen que reconocer el genocidio sin ambages, verificado por las organizaciones internacionales y por la realidad incontestable de los hechos: 60.000 asesinatos con premeditación y alevosía, de los cuales el 70% son mujeres, niños y niñas. Son estremecedoras las imágenes de los niños y las niñas muertos de hambre en los brazos de sus padres, antes de que llegara la comida. En estos días, y hasta el momento en que escribo estas líneas, han fallecido (han sido asesinados) por inanición 147 personas –al menos 30 en las últimas 24 horas–, en su mayoría niñas y niños, y se ha producido el asesinato de más de 1.000 personas tiroteadas en las zonas donde se repartía la poca comida que llegaba. Es hora de declarar ya el alto el fuego y de levantar todas las restricciones de acceso de comida a Gaza. No puede haber mayor inhumanidad y crueldad que dejar morir de hambre a la gente. 2. No es posible la neutralidad, ni la equidistancia, y menos aún el silencio. Las tres actitudes constituyen el delito de complicidad con el genocidio, el exterminio y la limpieza ética. 3. No se puede normalizar el genocidio. Las religiones deben condenarlo con toda contundencia y denunciar públicamente a sus responsables: Netanyahu, sus ministros, el ejército israelí, una parte de la ciudadanía israelí que apoya el genocidio, Estados Unidos, etc. 4. Hay que rechazar enérgicamente la propuesta de Trump, apoyada por Netanyahu, de deportar a la población palestina, que, como ha demostrado Olga Rodríguez en un riguroso análisis en este diario: —No es sin más una reubicación de la población palestina en los países vecinos de Egipto y Jordania, sino un desplazamiento forzado, un crimen que viola el derecho internacional humanitario. —No es una reconstrucción del territorio asolado por el ejército israelí, sino una voluntad de hacer negocio a costa del saqueo, el colonialismo y el genocidio. —No es una urbanización, ni una “transacción inmobiliaria”, como lo presenta Trump, sino una limpieza étnica, que se enmarca en un proceso de apartheid iniciado en 1948. 5. No estamos ante una lucha entre dos partes violentas, sino ante una guerra del colonizador Israel contra el pueblo palestino colonizado. Debe exigirse, por ello, el fin del programa colonial de Israel sobre el pueblo palestino y del sionismo, que es la base de dicho proyecto. 6. Debe condenarse el sionismo cristiano de no pocos dirigentes políticos y religiosos, que apoyan y legitiman el sionismo judío. 7. Es necesario visibilizar y desenmascarar el trasfondo religioso del genocidio de Gaza, del que se habla poco en los análisis políticos internacionales, pero que es fundamental. Netantahu está practicando la ley de la venganza, más allá del “ojo por ojo y diente por diente, siguiendo el ”canto de Lámec“: ”Yo maté a un hombre por una herida que me hizo y a un muchacho por un cardenal que recibí. Caín será vengado siete veces y Lámec lo será setenta y siete veces“ (Libro del Génesis: 4,24). Justifica el genocidio contra el pueblo palestino apelando al castigo que Dios impuso a Amalec. ”Recordad el castigo que Yahvé infligió a Amalec“, amonestó el primer ministro israelí a los gazatíes en uno de sus discurso más incendiarios, citando el siguiente texto de la Biblia hebrea: ”Así dice el Señor todopoderoso: He resuelto castiga a Amalec por lo que hizo a Israel, cerrándole el paso cuando subía de Egipto. Así que vete, castiga a Amalec y consagra al exterminio todas sus pertenencias sin piedad: mata hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos“ (primer libro de 1Samuel 15,3; cf también 23, 17-19). ”La consagración al exterminio –comenta la edición de la Biblia de La Casa de la Biblia– es una práctica propia de la guerra santa: todo lo que se consagra al exterminio deberá ser destruido como ofrenda a la divinidad y no puede ser tomado como botín de guerra; se quiere evitar así el abuso y la avaricia“. 8. No se puede hacer una lectura fundamentalista de la Biblia hebrea que legitime el genocidio. Hay que aplicar una hermenéutica histórico-crítica basada en la defensa de los derechos humanos, siendo el primero el derecho a la vida, fundamento de todos los derecho, en la igual dignidad de todos los seres humanos y la no discriminación por razones de género, identidad sexual, procedencia geográfica, color de la piel, clase social, creencia o increencia religiosa, etc., y en la no violencia activa en favor de la justicia. 9. Hay que exigir a Israel el cumplimiento de los mandamientos de la ley mosaica, en concreto restos dos, que Israel viene transgrediendo desde hace más de 70 años: “No pronunciar el nombre de Dios en falso” (Libró del Éxodo: 20,7) y “No matarás” (Libro del Éxodo: 20,13), al tiempo que es necesario recuperar las imágenes bíblicas que presentan a Dios como “tardo a la ira y rico en clemencia”, compasivo, pacífico, no violento, amoroso, no vengativo. 10. Debe exigirse el cumplimiento de la sentencia condenatoria del Tribunal Penal de la Haya contra Netanyahu y apoyar la lucha y la resistencia palestina en defensa de su territorio y de su reconocimiento como Estado.

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