cupure logo
quelaslosleóncondelcontraquiénparamás

(Sobre)Vivir sin hogar

(Sobre)Vivir sin hogar
Vivir en la calle recorta hasta en 15 años la esperanza de vida y una vez que pierdes el hogar, quedas atrapado en un abismo del que es casi imposible salir sin ayuda. Muchos opinan que ellos se lo han buscado, pero nunca es cierto. Es difícil imaginar otra vida si tienes que dormir sobre cartones, la tarea de imaginar vidas alternativas para ellos nos corresponde a los que todavía no hemos perdido la nuestra Hay 500 personas que duermen cada noche en el aeropuerto madrileño de Barajas. Estos días ocupan más titulares que sitio por la vía de haberse convertido en un problema que no quiere asumir ninguna administración (AENA, el Ayuntamiento de Madrid, la Delegación del Gobierno o el Ministerio de Migraciones) y que se ha escondido en una planta del aeródromo a la que solo llegan los viajeros despistados y, esta semana, los periodistas. El Ayuntamiento de Madrid alega que solo puede ocuparse de los que tienen “lazos” con la capital, que vaya usted a saber qué significa y a quién incluye (¿Madrid no era de todos y a todos daba la bienvenida?), y AENA ha anunciado que acudirá a los tribunales para que el Ayuntamiento asuma sus competencias en materia social.  Mientras tanto, 500 seres humanos siguen durmiendo en tránsito, una pequeña parte de los muchos ciudadanos que en España no tienen casa, techo, lo mínimo, una habitación para dormir, un baño para asearse, una cocina para calentarse la comida, un enchufe para cargar el móvil. Alrededor de 37.000 personas viven en las calles españolas y en los últimos diez años, el sinhogarismo ha crecido un 25%, agravado por la crisis de la vivienda. Ya hay trabajadores que duermen en la calle, en albergues, en pisos patera, en tiendas de campaña, en el coche. Como las personas que viven en el aeródromo de Madrid son muy distintas entre sí: mujeres y hombres, con trabajo y sin ingresos, con adicciones y sin ellas, españoles y extranjeros. Solo tienen en común que han perdido el hogar, y también los apoyos familiares, la mayoría hace más de tres años, y detrás de esa pérdida fundamental han venido otras, porque es imposible llevar una vida digna y ordenada sin un techo que nos proporcione intimidad, refugio y estabilidad.  La pérdida del hogar es un problema estructural, un riesgo cada vez más alto para muchas familias y una realidad con muchas caras, prejuicios y estereotipos. Casi nada es lo que parece. Se dice, y es verdad, que muchos no quieren acudir a albergues. Albergues en los que has de dormir con otras 12 personas, hacer cola con desconocidos para ir baño, en los que no se permiten parejas ni mascotas. Algunos van, otros prefieren dormir en la calle, a pesar de que las ciudades son cada vez menos amables con ellos: bancos individuales o con reposabrazos en medio para que no puedan tumbarse, cierre de espacios públicos como bibliotecas o centros deportivos, agresiones… El 47% de las personas sin hogar han sufrido acoso, insultos o agresiones… Veinte años han pasado desde que tres chavales, uno de ellos menor, quemaron viva a Rosario Endrinal en un cajero de uno de los barrios más ricos de Barcelona. Aporofobia, ese término que acuñó la filósofa Adela Cortina para definir el odio y temor al pobre, y que se extiende cuando más posibilidades hay de que terminemos siendo uno de ellos.  Hace muchos meses que el aeropuerto madrileño de Barajas sirve de único techo para cientos de personas, fantasmas a las puertas de una ciudad que presume de bonanza y hospitalidad. Nadie sabe quiénes son, y ha sido una entidad religiosa ligada a Cáritas, Mesa de la Hospitalidad, la que ha asumido la tarea de hacer un censo, averiguar quiénes son esos hombres y mujeres. Después se verá qué se hace con ellos y a quién le corresponde hacerlo. En otros países, con mucho más éxito que los albergues, se han implantado programas de viviendas de apoyo: lo primero es dar a esas personas una casa o una habitación solo para ellos y luego diseñar programas de reinserción y apoyo. El problema de acceso a la vivienda dificulta poner en marcha esas soluciones: no hay viviendas para todos y las personas sin hogar están a la cola de la lista de problemas que combinan rentismo, falta de vivienda pública y sueldos precarios.  Vivir en la calle recorta hasta en 15 años la esperanza de vida y una vez que pierdes el hogar, quedas atrapado en un abismo del que es casi imposible salir sin ayuda. Muchos opinan que ellos se lo han buscado, pero nunca es cierto. El periodista estadounidense Kevin Fagan recoge algunas de esas historias en The Lost and the Found: A True Story of Homelessness, Found Family and Second Chances. Podemos ser cualquiera, viene a decirnos, y solo por ese terror egoísta a perderlo todo deberíamos ser más compasivos, más implicados, más exigentes con los poderes públicos. Es difícil imaginar otra vida si tienes que dormir sobre cartones, la tarea de imaginar vidas alternativas para ellos nos corresponde a los que todavía no hemos perdido la nuestra. 
eldiario
hace alrededor de 8 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Opiniones