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Trampa para osos en el Senado

Trampa para osos en el Senado
De la montería contra Sánchez organizada por el PP no se puede aprovechar ni el almuerzo. Tanto destrozo para atrapar aire y un poco de pelo y acabar quejándose de que la presa no se deja trincarSánchez defiende la legalidad de los pagos en efectivo del PSOE en la “comisión de difamación” del Senado Le pudo la ansiedad a la batida de caza. Llenaron el Senado de trampas para capturar a un oso, pero el presidente Sánchez tiene fama y se mueve más como un lince. Hacía falta finura, puntería y habilidad. Pero a la batida de interrogadores que iban tras él solo les valían los cañonazos y la fuerza bruta. De la montería contra Sánchez organizada por el PP no se puede aprovechar ni el almuerzo. Tanto destrozo para atrapar aire y un poco de pelo y acabar quejándose de que la presa no se deja trincar. Tanto ruido para acabar pidiendo la hora a un presidente que parecía bastante más agobiado que el propio compareciente. Para no poder debatir, como él mismo dijo, se enredó bastante. Le perdía la ansiedad por meterle un perdigonazo a la presa; la maldición del cazador novato. Acabo teniendo que dar más explicaciones que el compareciente. El Senado merece respeto, sin duda. El presidente del Gobierno también, aunque esa parte parece que se nos ha olvidado un poco a todos últimamente. Para reclamar respeto, normalmente hay que darlo. Si vas de duro y de plusmarquista mundial de zascas y te los devuelven, es el mercado, amigo. Al Senado se viene llorado. Un interrogatorio agudo e inteligente exige trabajo, preparación y elaboración. Pero los y las senadoras con más ganas de llevarse un trofeo a casa estaban más por la ley del mínimo esfuerzo del tertuliano. Donde esté una buena teoría que se quiten los huecos y las evidencias. Ni un sola pregunta que no buscara inducir la respuesta. Ni una cuestión sin dar por probado que el compareciente es culpable por la poderosa razón de que lo digo yo. Los senadores a la caza quisieron ser políticos y fiscales según les convenía. Pedro Sánchez vio el hueco y lo aprovechó. Se fue viniendo arriba a medida que se desinflaban las expectativas. Cuando el senador popular, Alejo Miranda, tomó la palabra, Sánchez ya estaba encantado de acudir a la comisión y ponerse sus gafas de leer modelo homenaje al gran Alfredo Amestoy. El presidente Sánchez contestó a lo que le convenía, mareó aquello que le incomodaba y convirtió la comisión en una sesión de control de los miércoles en el Congreso para pasar al ataque. Algunos de los monteros se dieron cuenta sobre la marcha. Pero ya era tarde para corregir el tiro y seguir el consejo de Grissom en CSI: los hechos, solo los hechos. Ni siquiera supieron aprovechar el error inicial por parte de Pedro Sánchez al cuestionar la comisión sin que siquiera le hiciera falta. No hay nada más fácil que esquivar a un interrogador que se hace la pregunta y la responde al mismo tiempo. Te ahorran todo el trabajo que acarrea ofrecer una respuesta coherente. Si das un mitin en vez de interrogar, no te quejes si luego te endosan un contramitin. Al Senado hay que venir llorado. Las muchas senadoras y senadores que fueron a hacer su trabajo y no a tirar al blanco se llevaron las mejores respuestas. Algo intuía Núñez Feijóo. Por eso llevaba toda la semana trabajándose la gestión preventiva del fiasco, avisando que siempre nos quedarán los tribunales, a ver si los jueces logran demostrar lo que sus senadores iban a ser incapaces de probar.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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