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Unas vacaciones caras en el genocidio de los demás

Unas vacaciones caras en el genocidio de los demás
Me llama la atención lo poco que hablamos de la indiferencia ciudadana, que corre paralela a la indiferencia gubernamental. Pero lo que más me espanta es lo poco, lo poquísimo que he hecho yo en estos casi dos años de genocidio: unas cuantas manis, escribir artículos, dejar de consumir ciertos productos. Me espanta lo poco que he presionado a mi gobierno y a mi Unión Europea para que hagan algo más que condenar de boquilla ¿Qué tal tus vacaciones? Las mías, magníficas. Todo lo magníficas que pueden ser para un trabajador autónomo, para un padre separado o para un veraneante en el año de “las vacaciones más caras de la historia”. Pero magníficas pese a todo. Cumplí con mis hijas un viaje pendiente, pasé días viajando en una furgoneta, trasnoché con amigos en azoteas, vi uno de los mejores conciertos de mi vida, bebí vino en buena compañía, reí mucho, bailé un poco, leí hasta quedarme dormido, me levanté sin despertador, trabajé menos y a ritmo estival. A mis años no se puede pedir más a un verano. Espera, que rehago el párrafo anterior: mientras continuaba el genocidio de los palestinos en Gaza cumplí con mis hijas un viaje pendiente; mientras se contaban los primeros palestinos muertos de hambre yo pasaba días viajando en una furgoneta; mientras se publicaban imágenes de niños gazatíes desnutridos trasnoché con amigos en azoteas; mientras la ONU declaraba oficialmente la hambruna en Gaza yo veía uno de los mejores conciertos de mi vida… ¿Qué tal tus vacaciones? Las mías, magníficas pero con genocidio de fondo. Parafraseando el genial título de aquel libro del añorado Julián Rodríguez (Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás), las mías han sido unas vacaciones caras en el genocidio de los demás. En mi descargo puedo añadir que mientras viajaba con mis hijas nos unimos a una (pequeña, muy pequeña) concentración por Gaza, que escribí un par de artículos denunciando la hambruna, que en el concierto alguien sacó una bandera palestina y lo aplaudimos, y que difundí entre amigos varias acciones de protesta. Pero siguen siendo unas vacaciones caras en el genocidio de los demás. Vaya mierda de artículo te está saliendo, Isaac. Qué injusto atacar a la gente en su placidez veraniega, cuando la indiferencia criminal es la de los gobiernos occidentales. Como si por renunciar al disfrute vacacional fuesemos a frenar el genocidio, como si las responsabilidades no estuvieran en otras alturas. Como si no hubiera además tanta gente luchando de verdad. Qué mal, Isaac, intentar crearnos mala conciencia en nuestro merecido descanso. Entonces, ¿renunciamos a las vacaciones y a toda forma de goce mientras haya gente sufriendo en el mundo? Qué hipócrita. No hace falta que me lo digáis, ya me lo digo yo solo al releer lo escrito. Una mierda, sí, y bastante hipócrita. Pero en realidad yo hablo de mí, de mis vacaciones con genocidio de fondo. No miro a nadie, no señalo ni juzgo, allá cada cual. Me espanta mi indiferencia, no la de los demás. Sí, me llama la atención lo poco que hablamos de la indiferencia ciudadana, que corre paralela a la indiferencia gubernamental. Pero lo que más me espanta es lo poco, lo poquísimo que he hecho yo en estos casi dos años de genocidio: unas cuantas manis, escribir artículos, dejar de consumir ciertos productos. Me espanta lo poco que he presionado a mi gobierno y a mi Unión Europea para que hagan algo más que condenar de boquilla. Me espanta, y lo peor es que ese espanto tampoco me impide disfrutar lo que queda de agosto.

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