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Los Presupuestos como nueva madre del cordero

Los Presupuestos como nueva madre del cordero
El anuncio del presidente Sánchez de que seguirá haya cuentas o no desincentiva a los socios para aprobarlas, pero también les resta peso en la negociación y silencia el sonajero del PP, que está ya buscando otro hito con el que seguir pidiendo elecciones El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, ha despejado la equis política que mantenía en vilo a los socios parlamentarios, la oposición y los periodistas. Va a presentar Presupuestos y, se aprueben o no, su Gobierno seguirá y él no adelantará las elecciones, como contó el lunes a la solvente Pepa Bueno en su entrevista en TVE. Que iba a seguir pasara lo que pasara judicialmente ya lo había avanzado tras el caso Koldo/Ábalos/Cerdán, en el que siente que su responsabilidad ha quedado zanjada con la destitución de sus dos manos derechas. Desde el pasado lunes, cuando fue a la tele pública después de un año sin conceder entrevistas, sabemos también que las cuentas del Estado no van a ser el interruptor que apague la legislatura, algo que sí pasó en 2019, cuando el propio Sánchez descabalgó su mandato tras no conseguir el apoyo al presupuesto que había presentado. Gobernar sin unas cuentas actualizadas no es normal ni deseable, además de que la Constitución lo manda hace 40 años. Pero hay que tener en cuenta algunas consideraciones. Hace 40 años, el sistema político era el de partidos con mayorías que se turnaban en el poder. Ese mundo murió, por eso es más habitual hoy que sea difícil conseguir los votos necesarios para repartir el pastel de los ingresos de un estado o administración. Y por eso muchos gobiernos, de todos los colores, han relajado la idea de que sin Presupuestos haya que irse. De hecho, no le pasa solo al Gobierno de Sánchez. También le pasó a Rajoy. Y le pasa a las comunidades autónomas, en aplastante mayoría del PP, que están viviendo en sus carnes cuán difícil es acordar con Vox unas cuentas. De hecho, ya están tomando nota de los peajes que les están pidiendo los ultras. En la Comunitat Valenciana ha supuesto que el president, Carlos Mazón, haya asumido los postulados más bestias de Vox en cambio climático o migración. Tres de esas autonomías del PP llevan camino de cerrar 2025 con Presupuestos prorrogados. La capacidad de mantener esos gobiernos con cuentas viejas depende del nivel de parálisis que suponga. En el caso del Gobierno de España, además depende de la voluntad del presidente de convocar o no elecciones, tal y como recoge la Constitución, una prerrogativa personal que han tenido todos los líderes de la democracia y tendrán los que vengan en el futuro. Pedro Sánchez tiene difícil aprobar sus Presupuestos, sobre todo porque al anunciar que eso no va a romper el Gobierno –al contrario de lo que Podemos preveía y dijo en público horas antes del anuncio– ha mandado un mensaje a sus socios de investidura: aunque no se los apoyen, aunque pongan pegas, aunque saquen pecho de ser muy duros con Sánchez, no cargarán con el peso de haber propiciado que llegue al poder la ultraderecha. Le han sostenido tras el peor caso de corrupción poniendo como línea roja que no salpique a más personas esenciales o al PSOE, y ahora podrán ser todo lo duros que quieran. Pero, a la vez, el presidente también consigue restar protagonismo a esos mismos grupos que tienen patente de corso para discrepar, ya que no serán tan decisivos. Por una parte, tienen el incentivo de poder ser duros con el PSOE de cara a sus electorados. Por otra, la desventaja de no ser tan necesarios, ya que no pueden poner contra las cuerdas de las elecciones anticipadas al Gobierno para forzar cambios presupuestarios. La decisión de seguir sí o sí haya o no Presupuestos desactiva la incertidumbre inmediata y también la estrategia del PP de vincular la ausencia de cuentas públicas a la convocatoria de elecciones anticipadas. Le quita a los populares el mando que agita el sonajero de la inestabilidad y que podía dar esperanzas a su electorado de que Sánchez se va a ir (que no es lo mismo que ser capaz de echarlo). En este punto, es probable que Feijóo esté ya buscando otro motivo para que el gobierno no sea legítimo. Para la oposición, esta legislatura no va de fiscalizar, trabajar duro, convencer con ideas de país o de armar mayorías alternativas. Va de esperar a que se vaya, a fuerza de titulares con palabras gruesas y en negrita. Los debates sobre política mayúscula han desaparecido y todo el tiempo sobrevuela la pregunta de si Pedro Sánchez puede resistir o no, que lleva aparejada la de si Feijóo puede aguantar dos años más exigiendo, simplemente, que se vaya.

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