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Los desafíos geopolíticos de León XIV

Los desafíos geopolíticos de León XIV
El Papa misionero y agustino León XIV, siguiendo la labor incesante de Bergoglio contra la pobreza, ha mostrado poseer una energía positiva para lanzar un mensaje universal de dignidad y protección de los que menos tienen y de los que huyen de la violencia La Iglesia Católica tiene, como todas las religiones monoteístas, un contenido espiritual, más allá de la realidad terrenal o de la ciencia, para quienes siguen la doctrina establecida por el libro “par excellence”, la Biblia, la cual expone en el Nuevo Testamento las palabras de Jesús de Nazaret. La Biblia de los cristianos, como es sabido, hace el papel que desarrolla el Corán para los musulmanes o la Torá para los judíos; las que el profesor García Pelayo llamó “las culturas del libro”. La Iglesia Católica ha construido a lo largo de 20 siglos otra dimensión. La institucional. Firme y poderosa. Que contrasta con su dimensión espiritual. Difícilmente puede encontrarse una institución tan estructurada, jerarquizada, regulada por normas jurídicas - el ancestral y sabio derecho canónico - y organizada en torno a una densa ritualidad litúrgica. Esa institución tan articulada y compleja descarga la máxima capacidad de decisión en el Papa, conforme a una lógica de monarquía electiva. Hay una clara diferencia con la religión musulmana, en la que no hay sacerdotes, ni sumos pontífices, ni Iglesia. La cultura occidental, intelectual y racionalista, ha convivido con la Iglesia Católica. Concede a esta autonomía y “auctoritas”, definida por Momsen respecto a Roma como “más que un consejo, menos que una orden”. Pero la Iglesia Católica no sería nada sin la autoridad que nace de su presencia social; de su capilaridad y capacidad para aportar autenticidad y formalidad a momentos sociales destacados, desde el nacimiento hasta la muerte. No solo por su lado ceremonial, sino, sobre todo, por el discurso moral que emana del mensaje más relevante de Jesucristo: amar al prójimo como a uno mismo. Exactamente lo opuesto a la pulsión meramente egoísta que habría detrás de las declaraciones atolondradas de J. D. Vance, criticadas con dureza por León XIV cuando todavía no era Papa. Cuando lo es, ha mostrado su identificación con un Papa como León XIII y su “Rerum Novarum”. La Iglesia Católica - y a su cabeza León XIV -, precisamente por la importancia de las mencionadas dimensiones espiritual, institucional y social, es un sujeto decisivamente influyente - a veces de forma intangible - en el ámbito de las relaciones políticas y geopolíticas internacionales. Por su responsabilidad institucional como Jefe de Estado, y por su responsabilidad como referencia espiritual y social para mil cuatrocientos millones de creyentes, el reto de León XIV es extender su mensaje más allá del espacio católico, sin exigir una aceptación de la fe cristiana. León XIV tiene por delante problemas de carácter genuinamente políticos y geopolíticos que habrá de afrontar. Hay tres muy destacados. El primero es algo en lo que ha insistido intensamente desde el comienzo de su elección: la “paz desarmada” y el fin de todas las guerras que hay en el planeta, entre ellas Ucrania y Gaza. Pero no solo los conflictos que los europeos sentimos como más cercanos. Hay otras guerras igual de sangrientas. Es el caso de la región del Cuerno de África, de significativa relevancia estratégica comercial. Las guerras en Somalia, Sudán, Etiopía o Eritrea, o el conjunto del Sahel, tienen consecuencias devastadoras con millones de desplazados y solicitantes de asilo. Grupos sociales que eran hasta la presidencia Trump beneficiarios de las ayudas del programa USAID, cancelado por la administración republicana. La base económica de la paz es la lucha contra las desigualdades entre el Norte Global y el Sur Global, productores de movimientos migratorios. El segundo gran desafío geopolítico de León XIV es, sin duda, la cuestión migratoria. Solo llegan en esa materia malas noticias de la política de los gobiernos de los países más ricos. Porque pretenden resolver el problema deportando a quienes huyen del hambre o de la persecución política (Estados Unidos) o externalizando a los inmigrantes a otros países mediante pago (Europa). Una política no solo contraria a la moral humanitaria, sino ciega ante el descenso en nacimientos - el “invierno demográfico”- en todos los continentes salvo en África, y ante la realidad de la aportación imprescindible de los inmigrantes a las economías de los países más desarrollados. El Papa misionero y agustino León XIV, siguiendo la labor incesante de Bergoglio contra la pobreza, ha mostrado poseer una energía positiva para lanzar un mensaje universal de dignidad y protección de los que menos tienen y de los que huyen de la violencia. Entre ellos quienes han sido objeto de abuso sexual. Su cargo como jefe de la Iglesia Católica le otorga una “auctoritas” especial para hablar a los líderes políticos, y para conseguir avances en el difícil entramado del mundo del siglo XXI. Por esa razón, León XIV tiene el deber de afrontar su tercer gran reto geopolítico: restablecer la confianza en el orden internacional que nació del fin de la guerra europea, de la que se conmemoran 80 años en estos días. Vivimos en una coyuntura de alta polarización y de incertidumbres políticas, económicas y sociales originantes de inestabilidad, que corre el riesgo de convertirse paradójicamente en estructural. El Papa de Roma tiene instrumentos consensuales de futuro para impedirlo. Para seguir, en definitiva, el liderazgo de Jesucristo, que, fuera o no un Dios, dejó en la tierra una herencia ética de una fuerza extraordinaria, ejemplo para tantos no católicos.
eldiario
hace alrededor de 11 horas
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