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Socialismo y aforamiento

Que los socialistas no son de fiar es una evidencia: repitieron hasta el hartazgo que traerían a Puigdemont ante la Justicia, que no habría indultos ni amnistía, o que no pactarían con Bildu para acabar haciendo «de la necesidad virtud», según reconoció el propio presidente del Gobierno. Lo mismo ocurre con la corrupción: no diré que sea un mal privativo del PSOE, pues allá donde hay poder y dinero puede encontrar acomodo cualquier corruptela, pero la maniobra torticera para obstruir el curso de la Justicia es, cuanto menos, una ignominia por parte del presidente de la Diputación de Badajoz, que como presunto delincuente quiere honores de casta para ser juzgado. Con el fin no de evitar el banquillo, pero sí de sentarse en él de manera inminente, el socialista ha obrado cual capo provinciano, de forma que con la renuncia descarada de cinco diputados ha tomado posesión del escaño autonómico que le otorga el aforamiento. Este hecho evidencia que ellos, los defensores de la igualdad, abogan en la práctica por dos justicias: la del común de los mortales y la de la clase política; así, todo el caso y la instrucción de la juez Biedma pasaría ahora al Tribunal Superior de Justicia, aumentando, como digo, los tiempos, y todo ello sin descartar que, una vez sea concedido por parte de la Cámara el pertinente suplicatorio como aforado, no renuncie al acta de diputado para volver así a un juzgado ordinario y, una vez más, dilatar el devenir de la justicia. Qué tiempos aquellos en los que los acusados dimitían por responsabilidad y no las eludían buscando un cargo al revés. España se convierte así en una democracia cada vez más débil y en la que no solo la corrupción es evidente, sino que se acomete con descaro, corrompiendo así sistemáticamente nuestro modelo de libertades y garantías por el putrefacto hedor de la indignidad socialista. Raúl Calleja Fuentes . Palma del Río (Córdoba) Hace años cuidé de unos niños israelíes, Saar, Maya y Tamar. Neta acababa de nacer cuando la familia Katz regresó a Israel; la madre, que trabajaba en la Embajada israelí en Madrid, había sido diagnosticada con cáncer. Siempre sospeché que el padre era agente secreto. Recuerdo que lloramos al despedirnos. Nos habíamos encariñado mucho. Incluso llegué a aprender alguna que otra palabra en hebreo, sobre todo los nombres de los animales. A Tamar, como a mí, le encantaban las películas de Disney, y su preferida era 'Zafarrancho en el rancho'. Cómo correteaba por el salón cada vez que la veía… Nunca más supe de ellos. Más de una vez me he preguntado qué posición habrán tomado frente a todo lo que está ocurriendo. El zafarrancho ha llegado demasiado lejos, y creo que habría que poner el foco en los miles de niños que están siendo víctimas a diario. Siempre habrá diferencias, algunas, irreconciliables, pero… ¿será que ya no queda ni un ápice de humanidad? María Cobo Albusac . Madrid
abc.es
hace alrededor de 13 horas
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