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Todos los estadios tienen palco

Todos los estadios tienen palco
Dejé de jugar a fútbol a pesar de que tanto la rehabilitadora como el fisioterapeuta como el propio cirujano me dijeron que podría hacerlo una vez me recuperara. Vi más oportuno lesionarme los pulmones por primera vez que hacerlo por segunda en la rodilla Esta semana he jugado a fútbol. Para poneros en contexto, la última vez que practiqué ese deporte, España era la campeona del mundo, Benedicto XVI era el Papa de Roma y Juan Carlos I todavía dilapidaba todo lo dilapidable en calidad de monarca. La última vez disparé a puerta y mi fémur y mi tibia, como los hermanos Gallagher, dijeron de tomar caminos por separado. Como no se decidieron por la custodia de lo único que tenían a medias –mi rodilla–, el cirujano Paco Martínez, que venía de haber operado a Ronaldo el gordo años atrás de una lesión parecida, convirtió aquel accidente ferroviario en un apaño a la altura de los prodigios de la medicina moderna. Me prohibió esquiar, el taekwondo y patinar, y salvo esto último, he cumplido mi parte. También dejé de jugar a fútbol a pesar de que tanto la rehabilitadora como el fisioterapeuta como el propio cirujano me dijeron que podría hacerlo una vez me recuperara. Vi más oportuno lesionarme los pulmones por primera vez que hacerlo por segunda en la rodilla. El recuerdo es un castigo ejemplar. Pero Yuri me escribió el domingo para ir a jugar una pachanga, y ya que son las fiestas de mi pueblo y había dormido un total de dos horas y media, era el momento perfecto para mi vuelta y para dos lesiones simultáneas. Estaba seguro de que en casa de mis padres tenía el par de zapatillas Kipsta con las que me lisié en febrero de 2013 guardadas en algún cajón, y tanto era así que llegué a la pista con ellas puestas. También me puse la camiseta del Real Madrid que me regaló mi amigo Dani, la edición con la bandera tricolor republicana y unos pantalones cortos que me hacían un buen culo; esto es irrelevante para el deporte, pero fundamental para salir de casa.  Por cierto, madridista, y de extrema izquierda; aclaro porque casi parece incompatible que uno ame a su club y odie a su presidente; me pasa con mi Comunidad Autónoma y con la de vecinos; el Real no iba a ser menos. Es en nosotros en quienes proyectan las contradicciones de adorar a millonarios, pero todos somos la misma cosa. Todos los estadios tienen palco. El caso es que llegamos a la pista y tres de los chavales que tenían que venir se habían rajado; entre ellos, el que iba a traer el balón, por lo que de pronto ese grupo tan molesto de –convenientemente– tres chiquillos y una pelota que garbeaban una pelota de aquí para allá se transforman en una metáfora sobre lo importante que es tener cantera en un equipo. Y una pelota; sobre todo una pelota. El primer giro hacia atrás mientras corría me costó caer al suelo junto con mis gafas; la última vez que practiqué este deporte no era miope. Un par de pases mal dados y dos sprints para bajar a defender me hicieron comprender que lo mío iba a ser meter la pierna para robar balones y, si eso, disparar desde mi área como Adriano en el Pro 6. 4 tiros y cero a puerta. No ayudó que el partido empezara sin saber –yo– muy bien quién jugaba con quién. Durante los primeros minutos, la pelota fue una especie de bien comunal que todos perseguíamos por inercia. Decidí constituirme como sujeto político ahí, en mitad del caos, y decidir que el resultado, igual que ocurre en Eurovisión, es lo de menos; me limité a dar voces desde atrás para disimular que hacía rato que había renunciado a correr.  En un momento dado, me tocó hacerle un marcaje a uno de los niños, que tendría once años, y el mocoso me ganó en velocidad por la banda y pasó un balón entre mis piernas que acabaría en los pies de otro de su equipo, y gol. No fue la rodilla sino mi ego lo que se rompió esa tarde. Pero soy un adulto maduro y que se toma las cosas genial y hasta felicité al tal Ryan por la asistencia; más le vale a mi autoestima que a ese zagal lo fiche el PSG. La última vez que practiqué este deporte, ellos no habían nacido. En fin. Que volví a jugar al fútbol.

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