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Ante la corrupción de los demás

Ante la corrupción de los demás
Para que el discurso de Feijóo sea creíble, “yo no nombré a Montoro” debería ir acompañado de “lo hizo Rajoy, así que debe darnos una explicación”. Eso marcaría distancias entre otra época y la suya Cuántas pistas nos da Alberto Núñez Feijóo al pronunciarse sobre el caso Montoro. Qué hermosa es siempre la corrupción de los demás. La de Cerdán le encanta. La de Montoro, menos, pero también pertenece a otros, según él. Ha evitado sus bajezas habituales. Se ha puesto serio. Ha usado frases cortas –en las subordinadas es donde uno la pifia–. Su reacción al caso Montoro nos permite intuir por dónde irá el PP en los próximos meses, cuando la Gürtel, la Kitchen y toda la ristra de causas judiciales de corrupción regresen a las pantallas. El PP ya prepara su piel para el otoño. La clave es que la corrupción sea siempre de los demás. Sus líneas argumentales, por llamarlas de algún modo, son dos. La primera se resume así: yo no elegí a mis padres. La segunda: este marrón es de los jueces. Ambas apuntan en el mismo sentido: esto no tiene nada que ver con el PP actual. Es falso, claro. La línea “yo no elegí a mis padres” está implícita en su respuesta del otro día: “Yo no he nombrado a nadie que esté metido en un supuesto de corrupción”. Esto es una obviedad y cuando alguien dice obviedades, hay que preguntarse qué está queriendo decir en realidad. Lo de Feijóo significa: no me salpica de forma personal (verdadero). Pero también dice dos cosas más implícitamente: la única responsabilidad política que admito es el nombramiento (falso) y no hay responsabilidad institucional en el partido (falso). “Yo no elegí a mis padres” es la filosofía vital del Buscón, de Quevedo, quintaesencia de la picaresca española y manual imprescindible para entender la corrupción. El Buscón se alejó de su familia para ser virtuoso y al cabo de los años, su tío, de profesión verdugo, le llamó para que volviera a casa a aprender el oficio. Él regresó pero sólo para cobrar la herencia familiar. Algo así hace Feijóo. Cuando le interesa, hay un continuum en el PP y él se presenta a cobrar la herencia: invita a sus predecesores a los congresos (salvo a Pablo Casado, por lo que sea), les pide consejo, invoca sus políticas, etc. Cuando aparece el verdugo no quiere saber nada. Suena rocambolesco porque lo es, pero la derecha española está muy entrenada en negar su pasado. Empezó en 1978, cuando AP fingía que el franquismo no iba con ellos. Luego el PP hacía como que no tenía nada que ver con AP. En esta última versión, Feijóo hace que no conoce a Montoro. Son los mismos desde hace 50 años, pero ni se saludan por la calle. Hay algo más. Para ser creíble, “yo no nombré a Montoro” debería ir acompañado de “lo hizo Rajoy, así que debe darnos una explicación”. Eso marcaría distancias entre otra época y la suya. Como no lo hace, los pobres tertulianos siguen con el mismo lapsus linguae de cuando llegó Feijóo: van a nombrarle y les sale el nombre de Rajoy. Tantos actos fallidos deben de significar algo. En fin, el resumen es que no ve ninguna responsabilidad política (Falso). La segunda línea defensiva del PP es otra obviedad: “que se investigue lo que se tenga que investigar”. Hemos conocido el caso Montoro cuando el juez lleva siete años investigando. No necesita que le alienten. ¿Por qué diría alguien una obviedad así? De nuevo, para eludir su responsabilidad. Y van dos: preparando la piel para el otoño. Desde el procés, el PP se ha acostumbrado a endosar a los jueces los problemas políticos. Pero desconocer cómo se hace política no te exime de hacerla: se llama liderazgo. Si sólo genera lapsus linguae entre los tertulianos, no es muy potente. Sin embargo, lo peor de la línea argumental del PP está en lo que no dice. Hay dos preguntas que nunca contesta sobre la corrupción y que son la misma. ¿De quién es la responsabilidad política? y ¿cuándo se asume? Cuando la prensa publica un escándalo se invoca la presunción de inocencia. Y cuando por fin hay sentencia, si los responsables ya no gobiernan, como suele ocurrir, con la responsabilidad penal está todo resuleto. Esta trampa elude el hecho de que el partido, en tanto que institución política con continuidad política a través de las décadas, tiene una responsabilidad política. Debe explicar por qué surge la corrupción en su seno una y otra vez, en todas sus formas, sin que nadie vea que ahí tienen un problema sin resolver y sin que nadie nos diga cómo van a impedir que ocurra en el futuro. Lo explica muy bien Rodrigo Tena en su libro 'Huida de la responsabilidad': la penal es la forma más extrema de responsabilidad y también la que conlleva un proceso probatorio más exigente (y por tanto más difícil de establecer). Sin embargo, a cada ámbito de la vida corresponde un ámbito de responsabilidad, dice Tena. A Feijóo le corresponde el ámbito político: qué medidas va a tomar para garantizar la limpieza de sus cargos. Y, más crucial aún, cómo impediría él que un ministro de Hacienda suyo pudiera privatizar las leyes y aprobar rebajas fiscales a la medida de grandes empresas. Me quedo con ganas de saber si le parece bien o mal. Incluso tratándose de la corrupción de los demás, el juicio político y ético es suyo.
eldiario
hace alrededor de 9 horas
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