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Un caso de decencia

A un pediatra del hospital de Cruces , en Bilbao, le cayó una amonestación por atender a una niña terminal, en su propio domicilio, pero debiera haberle caído más bien un premio. El reproche administrativo sobrevino porque el doctor usó medios públicos para aliviar a la criatura enferma, brincando la preceptiva de la atención paliativa. He aquí un caso estremecedor del mundo que venimos aparejando: el sacerdocio de la medicina sólo puede aplicarse según el minutero de la administración. Resulta, así, que la muerte de un niño debe escoger bien el horario, porque si no, nadie te ampara. Hay que morirse cuando dicte el turno del hospital, porque si no acabas tu vida en el desierto desolado. Esto es como... Ver Más

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