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Por qué tengo esperanza sobre Estados Unidos

Por qué tengo esperanza sobre Estados Unidos
En unos pocos días, he escuchado en Estados Unidos relatos inquietantes, pero también muestras de una energía que no esperaba porque de lejos no la estaba viendo. No es un país que se rindaEl rincón de pensar - Ann Marie Lipinski: “En los últimos años lo que a mucha gente le parece periodismo es cada vez más opinión” Hace unos días, en una librería en el sur de Manhattan junto al río, el director del New Yorker, David Remnick, miró serio al grupo de personas que estábamos allí para hablar de un libro de historia que tenía mucho que ver con el presente. “Cada uno de vosotros tendrá que hacer en algún momento una elección”, nos dijo, con tono solemne. Remnick se refería a decisiones pequeñas y grandes ante la violación de las libertades fundamentales del vecino tal vez migrante, del periodista que trata de informar, del estudiante que grita algo con lo que estás de acuerdo o del funcionario que se ha atrevido a desafiar una orden ilegal.  Hablábamos de Strangers in the Land, el libro de Michael Luo sobre la historia de la discriminación contra los asiático-estadounidenses desde la decisión del Tribunal Supremo de 1889 que legitimó el veto de entrada de trabajadores chinos y que describió a esas personas como “extraños”. Luo explicaba cómo el lenguaje del nacionalismo racista del siglo XIX está ahora calcado por políticos como Trump (y, en realidad -pensé yo- incluso por el laborista Keir Starmer, que unas horas antes había hablado del “riesgo” de que el Reino Unido se convierta sin más límites migratorios en una “isla de extraños”). El decano de Periodismo de la Universidad de Columbia, el historiador Jelani Cobb, también en la charla, achacaba algunos de nuestros males al olvido de la historia más reciente. Y, bajo el escrutinio actual a su universidad, explicaba cómo la escuela asume que trabaja en condiciones de “un marco autoritario” y entre bambalinas recauda fondos para pagar la defensa de sus estudiantes y profesores, en especial si no tienen la ciudadanía estadounidense.  An illuminating (and somehow hopeful) conversation about @michaelluo.bsky.social book ‘Strangers in the Land’, history repeating itself as memory fades, and the individual choice for everyone in the room. With @jelaniya.bsky.social @geraldo-cadava.bsky.social and David Remnick[image or embed]— María Ramírez (@mariaramirez.bsky.social) 14 de mayo de 2025, 2:15 Sin duda, la oscuridad actual que contaban coincide con lo que en estos días en Estados Unidos me han descrito profesores, periodistas, abogados y otros entre amigos y conocidos.  La preocupación es evidente. He escuchado historias de niños que han dejado de ir al colegio por miedo a que sean señuelos para acosar a sus padres, y detalles de protocolos de seguridad en redacciones preparadas para combatir detenciones irregulares. Un periodista me contaba cómo su diario, en caso de viaje fuera de Estados Unidos, aconseja escribirse en el brazo el número de teléfono de la línea permanente de atención del equipo de abogados antes de cruzar la frontera de vuelta al país. Un canadiense me narraba un interrogatorio al llegar por carretera a Estados Unidos para una visita a Harvard. Estuve en los dos campus en la primera línea de ataque de Trump, Harvard y Columbia, con dos experiencias muy diferentes tanto por la reacción de sus rectores -el de Harvard ha decidido luchar- como por el ambiente en su comunidad -muy tocado y dividido en Columbia.  Desde 2000, he pasado gran parte de mi tiempo viviendo, estudiando y trabajando en Estados Unidos, y ahora sentía que éste era un viaje de despedida. De despedida de Ann Marie Lipinski, la directora de la Fundación Nieman de Harvard, que se retira del puesto después de 14 años. Y de despedida al menos por un tiempo del país, demasiado turbio, demasiado complicado, demasiado caro. En cambio, una vez allí, me di cuenta de por qué cuesta decir adiós.  La elección de la que habló Remnick aquella velada en la librería McNally Jackson de la calle Fulton ya está sucediendo. En unos pocos días, he escuchado relatos inquietantes, pero también muestras de una energía que no esperaba porque de lejos no la estaba viendo, la estaba olvidando. Estados Unidos no es un país que se rinda. Ni que haya perdido su cultura de la calidez espontánea y de la profesionalidad sin formas rimbombantes sea quien sea el presidente. Sigue siendo capaz de los peores excesos, pero también de los mejores logros. Y la entrega concreta de muchos sigue ahí sea para peatonalizar una calle o para poner una querella contra un abuso. De nuevo, me encontré con unos cuantos ejemplos frescos. La abogada que dedica su tiempo gratis a empleados públicos despedidos de la noche a la mañana. El profesor que documenta el asalto contra la universidad. La voluntaria entregada a que los vecinos presten atención a los excesos en la política local. La periodista que trabaja para que la información llegue a los indiferentes. El editor dispuesto a luchar aunque los demás callen.  Como también decía Remnick, todo está pasando al mismo tiempo en casi cada rincón. Actos de cobardía y de valentía. De profesionalidad y de chapucería. De compromiso y de indiferencia. En Europa, a menudo, tal vez porque es más noticia, sólo llega el lado más oscuro, pero hay una parte de ciudadanos corrientes y no tanto, de todo tipo, de toda inclinación ideológica, que no se va a rendir ante los abusos, ante la injusticia ni hacia ellos ni hacia sus vecinos.  Una de las conversaciones más iluminadoras del viaje fue con Michael Shapiro, mi extraordinario profesor de Periodismo en Columbia hace más de dos décadas. Entre otras cosas, hablamos de cómo hacer y cómo hacerse preguntas.  Después, le hice una de mis favoritas, la pregunta que suelo hacer a los entrevistados interesantes: “¿Qué te da esperanza?” “Lo que me da esperanza es la resistencia que siento contra la oscuridad que Trump ha desatado a mi alrededor”, me contestó. “No un movimiento enorme, con un solo líder, sino un movimiento de tantos, de tantas maneras, la gente está dispuesta a actuar para decir basta ya de esto”. Personas como él son lo que a mí me da esperanza. 
eldiario
hace alrededor de 15 horas
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