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El batiburrillo

Si Netanyahu está llevando a cabo esta bestial ofensiva es para mantenerse en un poder que se le escapaba antes justo del atentado de Hamás. Comparar esta brutal guerra de represalia con el genocidio y los crímenes contra la humanidad del nazismo es abonarse también al batiburrillo El hombre desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. Milan Kundera Me importa una breva Eurovisión. Me parece frívolo dedicar una milésima de tiempo a Eurovisión. Tal vez sean remembranzas del franquismo o simplemente que no hay ninguna obligación de plegarse a lo popular. Elijan o insulten ¡qué más me da! Es una cuestión irrelevante, lúdica, un puñetero programa de televisión si quieren verlo así, un espectáculo, kitsch pero espectáculo, lo que les dé la gana. Lo que no es, bajo ningún concepto, es la expresión de la política exterior de un país soberano, de ninguno y tampoco del nuestro. Así que no entendí el primer día por qué una cantante era recibida por el presidente del Gobierno (¡coño, lo normal es recibir a la peña cuando gana algo!) y no entiendo la escandalera que se ha formado en torno a un puñetero festival de la canción hortera. Insisto, desde la época de la geopolítica franquista no se había visto nada igual. Eurovisión es un entretenimiento irrelevante y, por eso, no conviene mezclarla con la acción exterior del Reino de España. Es una opinión que en absoluto desmerece a quien piense otra cosa. Por eso no conviene hacer un batiburrillo. Eurovisión no es la vida. Si los votos se movieron por influencias externas, eso carece de la importancia que tiene la inmisión de determinados estados –como el ruso– en las elecciones de países democráticos. Eso es lo que nos debería preocupar. Lo otro deriva del absurdo de no confiar en jurados profesionales y pretender recaudar dinero dejando votar a mansalva a la peña.  España tradicionalmente ha sido sustento de los palestinos y tardó en reconocer a Israel y normalizar las relaciones diplomáticas -cuestión que lleva a cabo Felipe González- y por ello es lógica y firme la simpatía de casi toda la población. El régimen de Franco no reconoció a Israel y tras la Guerra de los Seis Días se pronunció contra la ocupación israelí de territorio y condicionó cualquier aproximación diplomática a la retirada de Israel. En 1974, la España franquista avaló las resoluciones 3236 y 3237 que reconocían el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino y a la OLP como su representante. Esa es nuestra postura desde hace décadas. La tradicional amistad con los pueblos árabes de España viene de lejos. El conflicto de Oriente Medio es complejísimo, larguísimo y difícil de descifrar. Las simplificaciones populistas no valen. Netanyahu no es el pueblo israelí, de facto si Netanyahu está llevando a cabo esta bestial ofensiva contraria a toda legalidad internacional, es para mantenerse en un poder que se le escapaba antes justo del atentado de Hamás. La obligación moral de las democracias occidentales de parar esta agresión que vulnera cualquier derecho bélico civilizado es evidente.  La postura de la UE sigue siendo tibia, sobre todo porque el mayor país de la UE, Alemania, basó su nueva concepción tras la II Guerra Mundial entre otros principios, en el de no oponerse nunca a Israel. Es tan gruesa la cadena de la culpa por un genocidio, este sí paradigmático, tan inaceptables, tan brutales, tan inhumanos los crímenes cometidos contra el pueblo judío que es difícil pedirles otra cosa. Comparar la brutal guerra de represalia que está llevando a cabo Netanyahu con el genocidio y los crímenes contra la humanidad del nazismo es abonarse también al batiburrillo. Lo que está sucediendo es abominable, lo que hicieron los nazis, entre el apoyo y el silencio de la población, es inenarrable, inhumano, incomprensible y cualquier otro adjetivo que puedan colocar para el horror. Seis millones de judíos fueron humillados, torturados, esclavizados, deshumanizados y masacrados en la Shoah por el régimen nacionalsocialista. Queda dicho además que ni todos los israelíes ni todos los judíos apoyan directa o indirectamente la masacre que lleva a cabo Netanyahu. Por eso no conviene hacer batiburrillos y menos entre cosas de tal gravedad y un festival de purpurina.  Tampoco un drama como este puede convertirse en un arma en la tradicional pelea navajera entre las diferentes izquierdas. El batiburrillo sirve aquí para que una parte del Gobierno y ciertos partidos de la oposición acorralen a los socialistas exigiéndoles que acaben con una relación comercial en materia de Defensa de forma inmediata, como si esa relación fuera un capricho de Sánchez y como si no hubiera más cosas que ponderar antes de tomar una decisión. Gobernar no es hacer activismo. La pancarta lo soporta todo, los eslóganes también; sin embargo, en un gobierno hay que poner sobre la mesa lo que te saldría de las tripas hacer y lo que te conviene hacer, sobre todo si no quieres poner en riesgo a los tuyos. Sí, oigan, porque hay españoles que estarían en riesgo de producirse esa contundente cerrazón a las compras israelíes que se demanda. El Ejército español es fuertemente dependiente de los suministros israelíes. No se trata solo de armas sino de licencias tecnológicas para piezas de aviones y sus reparaciones, donde no hay alternativa a la tecnología israelí. Hablamos de la seguridad de aviones, de chalecos antibalas y de militares que manejan otro tipo de material peligroso cuyas piezas o repuestos proceden también de la compra a Israel o la dependencia en el mantenimiento, que existe y no es pequeña. Se buscan alternativas, ahora bien, ¿los que exigen cerrar las compras de forma inmediata se responsabilizarían de las muertes o daños que se puedan producir a efectivos españoles en nuestro territorio o en cualquiera de las misiones en el exterior? Si al cesar de golpe ese mantenimiento y la llegada de esos repuestos hubiera bajas españolas ¿qué pasaría? Por eso no hay que convertirlo todo en un batiburrillo, porque las cosas son más complejas de lo que se dice en dos declaraciones y porque la responsabilidad del gobernante debe tener en cuenta todas las implicaciones.  Me parece que si todas estas cosas se explicaran con todo lujo de detalles –muchas veces no se puede precisamente por motivos de seguridad, no es bueno relatar tus debilidades– y si no estuviéramos en una campaña electoral continua o en una guerra partidista sin cuartel, sería mucho más fácil llegar a un consenso sobre el difícil equilibrio entre lo que podemos y debemos hacer. Por eso en esta cuestión no se me ocurriría cargar sobre el gobierno de Sánchez, por fácil que les resulte a algunos, porque soy capaz de ver los equilibrios que se ven obligados a hacer.  Pretender convertir tamaño problema en una guerrilla de rótulos, de votos, o de apagones del mando de televisión me parece ridículo. Lo más apremiante ahora es exigir el paso de la ayuda humanitaria a la franja, en cumplimiento de la legislación humanitaria internacional. Eso te lo puede firmar Alemania, la UE y hasta el mismo Papa que ya se ha pronunciado en ese sentido. Las sanciones, en caso de producirse, deben ser consensuadas en la Unión Europea como sucedió con Rusia. La unión de todas las personas que no soportan el desgarro de esta guerra debe producirse por encima de las ideologías, con el mismo espíritu con el que se suscribieron las leyes internacionales humanitarias.  Lo de Eurovisión solo contribuye a frivolizar una cuestión de injusticia sangrante. Polarizar con una cuestión que no tiene discusión posible para gente civilizada es un sinsentido ético. Hacer un batiburrillo con todo, mero oportunismo.
eldiario
hace alrededor de 22 horas
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