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Israel y la banalización del mal

El mal es la ausencia de empatía con tus víctimas, a las que consideras infrahumanas. El mal es la desproporción brutal en la respuesta, a la horca el robagallinas. El mal es el exterminio sistemático de civiles aludiendo a necesidades de defensa propia “Lo que se está poniendo de moda es ser un mal nacido, es ser un canalla, es justificar cosas como las que hace Israel”, ha dicho Gabriel Rufián en el Congreso. Es una observación clarividente: va más allá del pan nuestro politiquero de cada día para aludir una de las más nefastas tendencias de nuestro tiempo.  El mal existe. De la banalidad con que lo practicaron los nazis en la Segunda Guerra Mundial escribió Hanna Arendt. El mal pueden ejercerlo padres y madres que miman a sus hijos y adoran a sus perros. El mal es la ausencia de empatía con tus víctimas, a las que consideras infrahumanas. Es la desproporción brutal en la respuesta, a la horca el robagallinas. Es el exterminio sistemático de civiles aludiendo a necesidades de defensa propia. Es lo que está haciendo el Israel de Netanyahu en Gaza: convertir ese territorio en un cementerio. Más de 60.000 palestinos asesinados, 15.000 niños entre ellos. Bombardeos repetitivos de escuelas, hospitales, convoyes humanitarios y campamentos de refugiados. Un territorio varias veces arrasado para conseguir la marcha de sus habitantes. Desprecio absoluto de la legalidad internacional por parte de un Estado miembro de las Naciones Unidas al que, salvo por su superioridad militar, tecnológica, económica y diplomática, resulta difícil de distinguir de los terroristas que dice combatir. Cercada por tierra, mar y aire, sometida a una dieta diaria de sangre y fuego, Gaza es el gueto de Varsovia del siglo XXI. Israel no permite que allí entre la Prensa internacional ni la ayuda humanitaria. Los que allí sobreviven van a morir de hambre y sed, miles de bebés esta misma semana, según advierte la ONU, que, señores Netanyahu y Aznar, no una organización antisemita, sino la misma que dio luz verde en 1947 al nacimiento de Israel. ¿Es el comportamiento de Israel propio de un país democrático? No lo creo, la democracia no es la mera celebración de elecciones, la Suráfrica del apartheid también las hacía. ¿Es lo propio de un país que participa en competiciones musicales y deportivas europeas? La historia europea es terrible, ciertamente, pero, a partir de la Segunda Guerra Civil, nuestro continente decidió construirse a partir del respeto a los derechos humanos. Si no les gusta, pidan la baja. ¿Saben cuál es la principal diferencia entre el gueto de Varsovia y Gaza? Que la ferocidad de Hitler no fue conocida en vivo y en directo por la opinión pública mundial, pero sí lo está siendo la de Netanyahu. Y que, incluso así, es aplaudida por los amigos de Israel en Occidente, muchos de ellos militantes de una ultraderecha que hubiera ovacionado a Hitler entre 1933 y 1945. El mal también es la complicidad con la crueldad, esos chavales que, como dice Rufián, ríen cuando apalean a un compañero en el patio de la escuela. Esos alemanes que sabían lo que ocurría en los campos nazis y callaban como tumbas. Esos gobernantes estadounidenses que ordenan vetar las condenas en la ONU a Israel y seguir enviándole armas y municiones. Esos dirigentes europeos tan firmes contra la Rusia de Putin y tan ciegos a las matanzas diarias en Gaza. Que Vox esté emponzoñado por el mal es explicable: los ultras tienden a estar siempre con el más fuerte, tan solo han sustituido el antisemitismo por la islamofobia. Que el PP también lo esté, me parece más grave. Podría ahorrárselo sin perder por ello un ápice de sus posibilidades de gobernar España. ¿A qué vino que su diputada Ester Muñoz anunciara a bombo y platillo que, un año más, iba a votar por Israel en Eurovisión sin tan siquiera escuchar su canción? ¿No es eso politizar de antemano el festival? ¿No es trivializar las atrocidades? Pero no voy a decir que todos somos culpables. No lo son los muchos periodistas que denuncian la carnicería, no lo son los cientos de miles de personas que salen a la calle para exigir a sus gobernantes que hagan algo para detenerla. Tampoco los muchos judíos, dentro y fuera de Israel, que expresan su repulsión por la desvergüenza con la que Netanyahu y los suyos citan el Holocausto y el antisemitismo para justificar sus crímenes. Resulta que oponerse al bombardeo de niños ahora es antisemitismo. En fin, cuando los libros de historia hablen sobre este período tendrán que decir que no todos escondimos la cabeza bajo tierra. Tarde y tibiamente, empieza a poder hablarse en Europa de sanciones contra Israel. Pues sí, se le aplicaron a la Suráfrica del apartheid, se le aplican a la Rusia de Putin. ¿Qué hace este Israel en Eurovisión? ¿Qué hace en la Champions? ¿Por qué tenemos con este Israel acuerdos comerciales y relaciones diplomáticas? Yo lo pondría en la picota de las naciones. Hasta que su población vote por un gobierno con un mínimo de respeto a la humanidad.
eldiario
hace alrededor de 22 horas
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