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Vivir en un aparcamiento

Vivir en un aparcamiento
Un sistema inmobiliario turbocapitalista al que nunca nadie ha metido en vereda condiciona hace ya demasiado tiempo la vida de las personas. Todo es importante, pero no dejemos desaparecer de la agenda la mayor emergencia de España La serie The Architect cuenta la historia de Julie, una licenciada que trabaja en un prestigioso estudio de Oslo –de momento como becaria pese a su edad y su talento– y vive –otra vez, de momento– en un aparcamiento de coches sin uso en el centro de la ciudad que alguien ha reconvertido en zulos para dormir. Hasta de la pobreza se puede sacar tajada en el caso de la vivienda. El dilema que plantea es ser pragmáticos y normalizarlo (“si no puedes salir del túnel, decóratelo”) o no aceptarlo. Puede aparentar un planteamiento distópico, pero la serie empieza a definir una realidad emergente a la que no se está atendiendo lo suficiente. El Gobierno presentó en enero su ambicioso plan de vivienda y toma medidas como poner impuestos a casas vacías. La oposición presentó sus ideas también a principio de año. Las comunidades autónomas van vendiendo inversiones y pequeñas promociones públicas, impelidas por manifestaciones cuya visibilidad suele ser tan sonora como lo que tarda en llegar la cabecera al final del recorrido. Los ayuntamientos hablan de necesidad de suelo y los promotores, de reducir la burocracia. Los poderes públicos compran aquí o allá algún manojo de pisos. Todo suma, pero nada es tan suficiente e inmediato como las necesidades acuciantes de una importante parte de la población –algunos sin recursos ningunos y otros con trabajo– que va acomodándose a una realidad impuesta. Nos amoldamos con un sorprendente estoicismo que tiene riesgo de convertirse en 'antisistemismo'. De una casa hipotecada a una casa alquilada. De una casa alquilada a una habitación, a una litera, a un sofá, a una furgoneta aparcada donde se pueda, solos o con niños incluidos. El ser humano agricultor vuelve al origen del nómada cazador, pero esta vez no se mueve por alimento. Un sistema inmobiliario turbocapitalista al que nunca nadie ha metido en vereda condiciona hace ya demasiado tiempo la vida de las personas. La sociedad y las noticias nos están mandando señales de que esta serie noruega no está tan lejos y recuerda que las urgencias reales pueden quedar aplastadas en el debate público por otras que no mejoran en tan gran medida la vida de las personas. Hemos asimilado que las casas tengan que ser cada vez más pequeñas, también las públicas, o que se tenga que retrasar la edad a la que se tiene hijos, al igual que la cantidad de ellos. Hemos asimilado que la sociedad se dividirá entre quien herede y quien no. Llama a la puerta una nueva realidad a la que hay que frenar y plantarle cara en lugar de asimilarla. Como reciente ejemplo, los centenares de personas que, cuando llega la noche, no tienen más alternativa que ocupar un trozo del aeropuerto de Madrid, cargando con un par de bolsas en las que tienen sus pertenencias, y entre las que hay gente con empleo. Las decenas de personas que viven en vehículos en Ibiza porque pueden trabajar pero no pagarse una habitación. Los que viven en chabolas y son expulsados (¿a dónde?) de tanto en tanto, cuando llegan los servicios de limpieza a 'adecentar' una verdad que nos mira desde hace tiempo a la cara.
eldiario
hace alrededor de 15 horas
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