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Sydney Sweeney y la muerte de lo woke

Sydney Sweeney y la muerte de lo woke
En los últimos meses, gracias a Trump, hemos aprendido que el populismo solo tiene dos formas de resolver nuestras diferencias: la coerción o la manipulación. La izquierda tiene la oportunidad de superar el marco del relato de lo 'woke' y lo 'antiwoke' y centrarse en el bien común Meses antes de la polémica (un tanto gris y aburrida) por el anuncio de los vaqueros American Eagle que juega con las palabras genes y jeans, el diario derechista canadiense The National Post publicó este titular: ¿Son los grandes pechos de Sydney Sweeney una señal de la muerte del woke? La actriz de Euphoria, dueña de un físico que encarna el ideal de belleza estadounidense de una animadora, lleva ya tiempo siendo viralmente antiwoke y comercial. Ha vendido jabón hecho con el agua de su baño y ha protagonizado campañas para decenas marcas de moda, cuidado de la piel y el cabello, tecnología y mocasines de felpa. Ella es consciente de que en el mundo de la economía de la atención hay que exprimir hasta la última gota los 15 minutos de fama y que el cuerpo de una mujer joven ha sido y será argumento de compra y mercancía a la venta. La actriz dijo en una entrevista: “El mayor error sobre mí es que soy una rubia tonta con grandes tetas. En realidad, soy morena”, una broma que denota que sabe que la industria del cine y la publicidad y los hombres heterosexuales prefieren ignorar cuánto hay de artificial y construido en la idealizada belleza femenina natural. La última campaña de American Eagle, que al parecer es el certificado de defunción de la maligna era woke, ha despertado cierta polémica que creció y murió rápidamente y sin grandes consecuencias. Unos hablaron de eugenesia y de situar a la raza blanca como el modelo de perfección y otros, como JD Vance, dijeron que las críticas solo reflejaban odio por lo genuinamente estadounidense. Las acciones de American Eagle subieron y bajaron y la polémica se ha ido diluyendo en un clima de polarización cansada. Todos, a derecha e izquierda, somos conscientes del triunfo del relato populista de derechas: lo woke ya era irremediablemente un cajón de sastre para criticar cualquier aspecto del lado progresista del espectro político, ya sea el antirracismo, el feminismo, la reivindicación de los derechos LGTBI o el cambio climático. Es mejor que lo woke descanse en paz como concepto para todo y volvamos a las viejas terminologías para hablar de derechos humanos, ecologismo y respeto por el otro. También es de agradecer que el capitalismo deje de fingir que le importan los seres humanos. Muchas empresas se apuntaron al greenwashing y la inclusión en sus políticas de contratación y campañas de publicidad de personas de raza, peso y físico diversos por rentabilidad reputacional: puro oportunismo. Lo único positivo de esta era de malismo, crueldad e individualismo eufórico es que las cartas están sobre la mesa. No podemos perder el tiempo en llorar por un juego de palabras con olor a eugenesia y dog whistle. Como dijo hace unos días Stephen Colbert en “The Late Show”, tenemos que poder lidiar con un estúpido juego de palabras. En los últimos meses, gracias a Donald Trump, hemos aprendido que el populismo solo tiene dos formas de resolver nuestras diferencias: la coerción o la manipulación. La izquierda tiene la oportunidad de superar el marco del relato de lo woke y lo antiwoke y centrarse en el bien común y en la forma de unirse para perseguir el bien común. En el nuevo y terrible escenario mundial, Sydney Sweeney vendiendo vaqueros para blancas rubias de genes privilegiados solo es una campaña publicitaria más.
eldiario
hace alrededor de 14 horas
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