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Aprender a olvidar lo negativo

La ecuación psicológica de una persona madura es esta: haber sido capaz de cerrar las heridas y traumas del pasado, con todo lo que ello significa. La felicidad consiste en gran parte en tener buena salud y mala memoria. Una persona atrapada en los hechos duros que ha vivido tiempo atrás es muy posible que se convierta en amargada, resentida, dolida, neurótica y echada a perder. Reconciliarse con todas las experiencias duras de atrás nos convierte en personas maduras, equilibradas. En la otra cara de la moneda, aparece la posibilidad de vivir instalados en el presente, intentando sacarle el mejor partido, pero sin estrés, que es el 'carpe diem' que nos recomendó Horacio : vive el momento, aprovecha este instante, saborea lo que tienes delante. Centrarse en el hoy y ahora. Y vivir abiertos hacia el futuro, con objetivos concretos, sabiendo que la felicidad consiste esencialmente en ilusión; en el porvenir está la clave, en esperar siempre las cosas positivas que están por llegar. Se trata de trabajar el proyecto de vida con realismo y artesanía. La vida personal es una policromía donde se entrecruzan una algarabía de vivencias muy dispares, que hacen que uno pueda decir «confieso que he vivido», como también nos dejó dicho Pablo Neruda. Del pasado podemos extraer muchos elementos esenciales para nuestra vida y quiero sintetizarlos de esta manera: 1. El pasado como experiencia de la vida. Que es un saber acumulado, un conocimiento superior, alto y valioso, que nos va llevando a saber a qué atenernos. Es un precipitado denso de veteranía, patrimonio de muchos años de andanzas, pasos y aventuras de muy distintos repertorios. La vida es la gran maestra. Se trata de espigar vivencias esenciales. 2. El pasado siempre tiene un texto y un contexto. Hablamos por tanto de los hechos y su entorno. Lo decía magníficamente José Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia». Nosotros los psiquiatras somos perforadores de superficies psicológicas del individuo y buceamos para sumergirnos en la conducta buscando una explicación convincente. 3. La vida siempre tiene un fondo unitario en su diversidad. Aquí exploramos, hacemos balance de los cuatro principales argumentos que el ser humano debe desarrollar en su desarrollo: amor, trabajo, cultura y amistad. Y cada uno de ellos nos invita a hacer un balance concreto. Echamos cuentas con nosotros mismos. Julián Marías decía que «la vida es una operación que se realiza hacia delante, vivir es proyectarse». Sigmund Freud, el padre del Psicoanálisis, hablaba «de completar el ciclo de la existencia, consiguiendo una buena ecuación entre los deseos y la realidad». Se trata de encontrar la conexión entre los elementos de esa tetralogía fundamental: la vida afectiva, la realidad profesional, el mundo de la cultura y todo lo que se hospeda en su interior con todo lo que eso significa. 4. La vida, en realidad, enseña más que muchos libros. Es la gran maestra. Y eso nos lleva a esa expresión tan española, «verlas venir y dejarlas pasar…» o «estar al cabo de la calle», pero sin que eso signifique que lo sabemos todo y que ya no caben las sorpresas. Es una sabiduría concentrada que se basa en una mezcla sensata de ilustración, nociones diversas, habilidades aprendidas, formación, entendimiento y dominio. 5. Saber pasar las páginas negativas de nuestro pasado es esencial, porque de lo contrario el individuo se puede convertir en una persona agria, amargada, resentida, dolida y echada a perder; o neurótica, en donde conflictos y heridas psicológicas no cerradas asoman, aparecen y entorpecen la estabilidad emocional. 6. La felicidad es el sufrimiento superado. Hay una felicidad cuantitativa y otra cualitativa; la primera es material: dinero, nivel de vida, bienestar, éxito, seguridad. Se basa en tener cubiertas las necesidades básicas. La segunda felicidad se vive fundamentalmente como un estado de ánimo, que lo resumiría así: vivir la mayor parte del tiempo posible en armonía con uno mismo. Se trata de conseguir una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que uno ha conseguido. Consiste en alcanzar una administración inteligente del deseo, que se puede resumir en esta ecuación: resultados divididos por expectativas. No pedirle a la vida lo que no nos puede dar ni construir una ciudad de castillos en el aire. 7. La felicidad consiste fundamentalmente en ilusión. Y eso significa anhelo y entusiasmo. El entusiasmo es el pan de los que están de ida, mientras que el escepticismo es el vino de los que ya están de vuelta. Yo suelo decir que una persona se hace vieja cuando sustituye ilusiones por sus recuerdos. Estar vivo y coleando significa tener planes y retos que tiran de nosotros hacia delante. El porvenir debe ser una promesa, a pesar de la edad. La memoria es un archivo donde se almacena todo lo que nos pasa y hemos vivido. Tiene la facultad de recuperar esa información y que nos ayude como experiencia de la vida. Es decir, la vida nos ofrece un aprendizaje que se hospeda, reside, habita en nuestro interior. Y termino lanzando al lector de estas líneas un elogio de la sencillez, que es una virtud que suele alcanzarse con la madurez. Consiste en el arte de reducir lo complejo a simple. Lo simple es lo indivisible, lo que es fácil de hacer o comprender, aquello que no tiene artificio ni ostentación, que habitualmente expresa un concepto como lo que realmente es. Sencillez es llaneza sin doblez. Es el más ligero de los valores, es transparencia, preclara nitidez, ausencia de artificio en nuestro comportamiento. Lo diré de otra manera: la sencillez es una virtud de la inteligencia cultivada. La sabiduría está llena de sencillez. El hombre sencillo va «ligero de equipaje» como dejó dicho el poeta Antonio Machado . Sigue su camino con el corazón desprendido de muchas cosas, pero, ante todo, desprendido de sí mismo y sin buscar la aprobación de los demás, sabiendo que no tiene que demostrar nada, sino ser él mismo.

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