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El Nobel que irrita a la izquierda

El Comité Noruego ha reconocido a María Corina Machado con el Nobel de la Paz, «por su lucha por lograr una transición justa y democrática de la dictadura a la democracia» . Este preámbulo del comunicado oficial de la mencionada entidad es desarrollado a continuación con una serie de afirmaciones que encumbran a Machado a un liderazgo democrático que trasciende las fronteras de Venezuela, hasta ser definida como «uno de los ejemplos más extraordinarios de valentía civil en Latinoamérica en los últimos tiempos». El contexto histórico de esta distinción es digno de ser recordado, porque ayuda a medir con justicia tanto los méritos de María Corina como el acierto en la decisión de la organización nórdica. Machado fue vetada por el régimen del autócrata Nicolás Maduro como candidata de la oposición. La dictadura se asustó ante el potencial unificador de la candidata y se inventó unas acusaciones delirantes para que los magistrados títeres de Maduro en el Tribunal Supremo privaran a los venezolanos del derecho a votar por ella. A continuación, el régimen chavista falseó los resultados de las elecciones de 2024, ganadas por el sucesor de la vetada Machado, Edmundo González, refugiado en España con la turbia participación de José Luis Rodríguez Zapatero. Desde entonces, María Corina vive en la clandestinidad, donde ha recibido el premio internacional que reconoce su contribución por la libertad, la democracia y los derechos humanos. Políticamente, esta distinción a Machado es una acusación formal contra el régimen opresor que preside Maduro y un paso en el proceso de marginación de quien no representa más que una forma dictatorial de dirigir un país. Tras la palabrería habitual de estos populistas liberticidas no hay otra cosa que una ideología izquierdista antidemocrática sobre la que se alza un poder totalitario. Que la concesión de este premio internacional coincida con la campaña militar marítima de Estados Unidos contra el narcoestado en el que Maduro ha convertido a Venezuela, solo refuerza la convicción, ampliamente compartida, de que este país necesita un cambio urgente de régimen, para pasar de una dictadura promotora del narcotráfico a una democracia representativa. Cualquiera que sea la perspectiva de los derechos humanos o de la forma democrática de gobierno con la que se juzgue a Maduro, el régimen de Caracas es la negación más absoluta de la libertad y la dignidad. La reacción de la izquierda española a la concesión del Nobel a Machado se asemeja mucho a la del acuerdo de paz en Gaza: rabia y frustración. Siquiera su condición de mujer, tan jaleada cuando el premio de turno recae en una feminista o en una izquierdista, ha sido destacada por el progresismo oficial español, tan sensible al género como un mérito en sí mismo. Por el contrario, a María Corina se le ha dedicado un estruendoso silencio por el Gobierno de Pedro Sánchez, cuyas filias se centran en el pequeño grupo de gobernantes iberoamericanos de izquierda y en organizaciones promotoras del populismo rancio, como el Grupo de Puebla. Sin duda, Rodríguez Zapatero habrá recibido la noticia como un portazo a su usufructuaria política de connivencia y representación del régimen chavista de Venezuela. Quien tanto se ha afanado por blanquear la dictadura de Maduro, ahora se ve comprometido internacionalmente por la distinción a una víctima de la represión bolivariana. Más explícita ha sido la extrema izquierda en sus ataques personales a la galardonada y a la organización que la ha reconocido. La brutalidad verbal de los dirigentes de Podemos no ha tenido medida. Han tachado a Machado de golpista y criminal de guerra. Incluso Pablo Iglesias, quien lucha contra su irrelevancia con este tipo de declaraciones, la ha comparado con Adolf Hitler. Lo único en lo que esta izquierda extrema encuentra algo de consuelo es en la derrota de Donald Trump en su aspiración por el Nobel de la Paz , tras lograr el alto el fuego pactado por Hamás y el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Pobre consuelo de quienes deambulan como espectadores de un escenario internacional que está desmontando sus mitos y pasándoles factura por sus adhesiones a gobiernos e ideologías totalitarias. Lo deseable sería que este premio a María Corina Machado, más allá del reconocimiento personal que supone, estimulara una reacción internacional sobre el régimen venezolano para que –como asegura el comunicado oficial del Comité Noruego del Nobel– «las personas serán finalmente libres para vivir en paz».

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