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Todos somos inquilinos, y cuanto antes nos enteremos, mejor

Todos somos inquilinos, y cuanto antes nos enteremos, mejor
La subida del precio de la vivienda y del inmobiliario explica el encarecimiento de la vida en general: es la razón por la que hoy un café cuesta tres euros en muchas ciudades de España y por la que una consulta del psicólogo cuesta 100. Cuando sube la vivienda, lo pagamos todosRentismo rima con feudalismo En el Ministerio de Vivienda comenzaron esta semana echándose unas risas a costa de las personas que se suponía que tenían que proteger y la van a terminar rectificando y retirando una campaña de muchos cientos de miles de euros. Bienvenida sea la corrección, en un momento en el que parece que reconocer que uno se ha equivocado es un crimen. Ojalá venga seguida, en los próximos días, de una disculpa. Si podemos aprender algo de este episodio, es que parece que todavía no hemos terminado de entender cuál es, en realidad, el problema de la vivienda. Unos piensan, como ironizaba el desgraciado anuncio del ministerio, que se trata de un asunto de los jóvenes, o de los millennials. Otros, los críticos con ese enfoque, dicen que no, que es un problema de los pobres, o de los que no van a heredar. Ni lo uno, ni lo otro. La realidad es que cuando sube la vivienda, lo pagamos todos.  ¿O de dónde crees que sale el dinero del alquiler del camarero que te da de desayunar por las mañanas? ¿Quién crees que paga la hipoteca de tu dentista? ¿Confías en que el dueño del supermercado, si tiene que pagar el doble por los locales, se lo va a descontar de su cuenta de resultados?  La subida del precio de la vivienda y del inmobiliario explica el encarecimiento de la vida en general: es la razón por la que hoy un café cuesta tres euros en muchas ciudades de España y por la que una consulta del psicólogo cuesta 100. Seguramente también es la razón por la que las universidades públicas (y los hospitales, y los colegios) tienen hoy más costes de personal que hace 15 años, pese a tener, en muchos casos, menos alumnos: cuando sube el precio de la vivienda, sube el coste de los servicios públicos. En última instancia, es ese encarecimiento el que pone en riesgo las pensiones. A una economía que no crece (per cápita) le estamos pidiendo que se haga cargo de unos costes inmobiliarios disparados de los trabajadores y de los pensionistas al mismo tiempo. Se entiende mucho mejor si pensamos en una partida de Monopoly, porque es lo que es. Hay una generación que empezó (empezamos) a jugar cuando ya estaban todas las propiedades repartidas. Esa gente es la que está en primera línea y sufre más este problema, porque tiene que pagar en todas las casillas del tablero.  Pero parece que no nos damos cuenta de que quien tiene una propiedad ¡también tiene que pagar en todas las demás casillas!  Y lo que es más grave: a medida que pasa el tiempo, cuantas más vueltas le damos al tablero, más propiedades tienen que vender los propietarios de una casilla para pagar lo que gastan en todas las demás: en cuidados, en dejarles a los hijos o en vivir. Mientras, la propiedad se va concentrando cada vez en menos manos porque en el Monopoly, como sabe cualquiera, siempre acaba quedando solo uno. La razón por la que tenemos una percepción tan acuciante de escasez y de encarecimiento de la vida, es ésta: no hay subida de salarios que pueda combatir la especulación inmobiliaria y la facilidad que le hemos otorgado para extraer rentas del sistema y llevárselas, bien a seguir especulando, bien fuera del país. Al contrario, cuanto más suben los salarios, más renta se llevan los especuladores. Por eso no servirá que el precio de los alquileres se modere, o que se construya algo de vivienda pública, si eso justifica que el número de arrendatarios siga subiendo. Si no se observa ya con una crudeza lacerante, es porque no hace mucho que empezamos a jugar. Esta tendencia al rentismo extractivo se ha acelerado en la última década, más aun en los últimos cinco años, y todavía hay gente que no se ha dado cuenta de que, a cambio de que su única propiedad se revalorice, les toca pagar el doble o el triple en todas las demás. Todos somos inquilinos. Tú, también. Y el problema real que esconde el encarecimiento de la vivienda no tiene que ver ni con los jóvenes, ni con la comodidad de compartir piso, ni siquiera con la desigualdad, sino con el modelo de sociedad que queremos, con el juego al que estamos jugando.  A ver si el próximo anuncio va sobre esto. 
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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