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La primera preocupación de los españoles

La primera preocupación de los españoles
Según las encuestas del CIS, podríamos decir tanto que la inmigración es el principal problema de los españoles como que lo es la política en general. Sabemos también que la española sigue siendo una de las opiniones públicas más benevolentes con la inmigración de Europa. Según nos dicen, la inmigración es ahora una de las principales preocupaciones de los españoles. Se trata de una afirmación sobrecogedora incluso para los que, de antemano, ven en ella el trazo grueso de la generalización. ¿Están realmente los españoles tan preocupados por la inmigración? Seguramente, tras unas semanas hablando de ello, a los que se inquietan genuinamente se habrán sumado algunos más. Pero al decir que la inmigración preocupa tanto a los españoles, incurrimos en varios desaciertos estadísticos. Vayamos paso por paso y veamos, primero, de dónde surge esta jerarquía de preocupaciones. Desde hace ya unas décadas el CIS viene cultivando una serie histórica de datos basada en una pregunta cuya formulación ha respetado en todos sus barómetros mensuales, con pequeños ajustes: “¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?” Quienes responden “la inmigración”, no aclaran si les preocupa por exceso o por defecto, un matiz que no deja de ser importante en un país tan envejecido como España. De por sí, esto ya sería suficiente para desconfiar de cualquier afirmación contundente que utilice estas respuestas para dibujar un escenario de creciente rechazo de la inmigración. Pero aquí no está ni la única, ni mi principal objeción. Me propongo demostrar aquí que, con la misma encuesta, podríamos decir tanto que la inmigración es el principal problema de los españoles como que lo es la política en general.  Al formular la pregunta de marras, el CIS registra las respuestas que dan espontáneamente los encuestados y posteriormente se clasifican en distintas categorías. Como quizás ya estarán pensando muchos lectores, ahí radica el grueso de la confusión. Según los resultados publicados del Barómetro del CIS de septiembre de 2025, el principal problema del país era la vivienda, mencionada por el 30,4% de los encuestados. El segundo fue la inmigración, que mencionaron un 20,7% de los españoles, por encima, aunque por muy poco, del 16,9% que apuntaron al “mal comportamiento de los políticos” y del 15,9% que mencionó “los problemas políticos en general”. ¿No deberían estas dos categorías agruparse en un epígrafe único titulado “La política en general”? Si se hiciera, podríamos decir que para el 32,8% de los españoles el principal problema del país es la política en general, por delante de la vivienda y de la inmigración. Pero podemos ir más allá. En la extensa lista de preocupaciones que nos dice el CIS que expresan sus encuestados, se encuentra también “el gobierno y los partidos/políticos concretos”, “la corrupción y el fraude”, “lo que hacen los partidos”, “la falta de acuerdos, unidad y capacidad de colaboración”, la “situación de inestabilidad política”, o la “la falta de confianza en los políticos/las instituciones”. Todos estos “problemas” podrían buenamente subsumirse en la misma categoría de “la política/los políticos”. Y si lo hiciéramos, sería justo decir que el 70,7% de españoles piensa que ese es el principal problema del país. Es más, también podría decirse que a los españoles les preocupa la política en general tres veces más que la inmigración, y más del doble que la vivienda. Muchos lectores se estarán preguntando por qué no se agrupan las respuestas a esta pregunta en los barómetros mensuales en los términos que propongo aquí, en la documentación que publica el CIS. “Calienta, inmigración, que sales”, pensarán los lectores más maliciosos.  No abogo por eliminar la pregunta. Da continuidad a una serie histórica que es parte de nuestro patrimonio estadístico tanto por su valor inmediato, como el que le darán las generaciones del futuro cuando quieran conocer cómo era la sociedad española del presente. Si estudiamos la serie con perspectiva histórica, veremos que en ocasiones la inmigración ha sido señalada por más encuestados que en otras. Normalmente estos picos de atención sobre la inmigración han sido puntuales y han coincidido con eventos dramáticos como la llamada crisis de los cayucos en septiembre de 2006 y los diversos saltos a las vallas de Ceuta y Melilla. Pero, descontextualizada, la pregunta sobre los principales problemas del país no nos permite conocer cómo son las actitudes de los españoles ante la inmigración. Contra lo que se suele creer, estas actitudes son bastante estables y su tendencia no depende demasiado de la actualidad. La experiencia comparada nos dice, además, que, en tiempos de calma y ausencia de noticias, las visiones sobre la inmigración tienden a hacerse ligeramente más positivas con el tiempo. Es cierto que existen personas muy descontentas con la inmigración, pero a medida que se produce contacto natural entre los autóctonos y los inmigrantes, los primeros se hacen más tolerantes y flexibles ante los segundos. Y, entonces, ¿qué ha pasado para que, en septiembre de 2025, uno de cada cinco españoles mencione la inmigración entre los tres principales problemas del país? Contra lo que se pueda creer, España ha vivido los últimos 25 años sin hablar en serio de la de inmigración. Con el cambio del siglo, el país empezó a recibir flujos inmigratorios de tal intensidad que no resulta fácil comparar con la experimentada en otros países. Ahora vivimos un nuevo repunte de llegadas. Solo en el año pasado más de setecientos mil extranjeros llegaron al país. Y, sin embargo, sabemos también que la española sigue siendo una de las opiniones públicas más benevolentes con la inmigración de Europa. Generar alarma (o facilitar que se genere) es indeseable. Pero sobre todo es irresponsable. Lo que parece haber sucedido es que los acontecimientos han atropellado a la sociedad española, una vez más. El populismo a izquierda y derecha, tanto desde dentro como desde fuera de España, tiene ahora enormes incentivos para agitar la bandera de la inmigración. Y eso genera una sensación de alarma. Ante ello, y sin distinción por su color, los partidos de gobierno y los minoritarios y más moderados que les han apoyado en investiduras e iniciativas, se empiezan a ver obligados, casi por primera vez, a pronunciarse sobre un asunto tan espinoso como la inmigración, que hasta hace poco era dogma de fe. Lo desafortunado es que la razón para abrir el debate haya sido el empujón de los populistas. Pero la buena noticia es que, por fin, hay una coyuntura en la que se puede elevar el perfil técnico de los debates públicos sobre inmigración en España: ¿Recibimos la inmigración que deseamos? ¿Podemos seleccionar otra? ¿Qué haremos el día que seamos menos atractivos para los inmigrantes de lo que, al parecer, somos ahora? Una opinión pública madura puede afrontar estos interrogantes de forma desapasionada y guiándose por la experiencia comparada. Mientras tanto, todas las instituciones, las que generan información, las que la procesan y las que la difunden, deberían conducirse con la prudencia que merece una sociedad que, al menos en el asunto de la inmigración, ha podido permitirse el lujo de vivir sin sobresaltos.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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