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Nuevo frente de guerra

El ataque a la sede de la Unión Europea (UE) en Kiev ha cruzado una línea roja. Tal vez esta sea la respuesta de Rusia ante la visita de Von der Leyen a la nueva línea imaginaria del frente. Al menos, eso es lo que se interpretaría desde Moscú ¿Qué posibilidades hay de alcanzar la paz cuando los movimientos desde ambos lados de la contienda siguen ampliando el frente de guerra? Me refiero, con estupor, al reciente ataque de las fuerzas rusas en el centro de Kiev, con un misil impactando directamente sobre el edificio de la Delegación de la Unión Europea. Me refiero, también, a la prevista visita de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a todos los Estados miembros con frontera rusa. Y, por último, crece mi estupefacción ante el anuncio de varios países europeos de recuperar el servicio militar obligatorio, con el objetivo de tener un ejército preparado en cuatro años. ¿Y por qué en cuatro años? Porque hace unos meses le declaramos la guerra a Rusia en diferido con el documento que no me cansaré en recordar en este foro: el Joint White Paper “Rearm Europe 2030”. Para ese día, debemos contar con tropas y armamento. En esa hoja de ruta, adoptada la primavera pasada por la Unión Europea, ya se establece un presupuesto de 800.000 millones de euros para invertir durante ese periodo en material militar. Los últimos acontecimientos, lejos de seguir el camino de la diplomacia con Rusia iniciada por Estados Unidos en la cumbre de Alaska, han dado un giro inesperado. El alto el fuego sin un acuerdo político no entra en los planes del Kremlin, que impone sus condiciones, porque puede. El desprecio al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, extensible a sus socios europeos, tampoco ayuda. Pero el ataque a la sede de la Unión Europea (UE) en Kiev ha cruzado una línea roja. Tal vez esta sea la respuesta de Rusia ante la visita de Von der Leyen a la nueva línea imaginaria del frente. Al menos, eso es lo que se interpretaría desde Moscú, con la presidenta de la Comisión pasando revista a sus tropas más contestatarias al gobierno del líder ruso Vladimir Putin. El periplo de tres días de Von der Leyen comienza por Letonia y sigue por Finlandia, Estonia, Polonia, Lituania, Bulgaria y Rumania. Su visita “subrayará el apoyo de la UE a los Estados miembros que enfrentan los desafíos de compartir fronteras con Rusia o Bielorrusia”, según el comunicado hecho público por la Comisión Europea. Ya sabíamos de la tradicional enemistad de los Bálticos con la “madrecita Rusia” desde tiempos de la Perestroika. Aliñado con el doble peligro de Kaliningrado, una peligrosa “isla” rusa en medio de la Unión Europea. Pero “el trocito ruso de enmedio” no es lo que más nos debe preocupar hoy. El abandono de la neutralidad de Finlandia en 2023, al entrar en la OTAN, ha puesto en peligro los 80 años de paz duradera entre dos países que comparten 3.000 kilómetros de frontera, la más extensa de la UE con Rusia. La presidenta no viaja para hablar de presupuestos ni de pesca. En su agenda predomina la “seguridad y la defensa de Europa”. Su visita pasa por las “fábricas de drones y de armamentos” y las “infraestructuras submarinas críticas”. Los debates girarán en torno a “cables de comunicación y energía”, la “cooperación entre la UE y la OTAN”, así como la “prevención, detección, defensa y disuasión de amenazas marítimas e híbridas”. Puede que sea solo un “tour de force”. Puede que Bruselas quiera enseñarle los dientes a Putin antes de sentarse a hablar. Pero pueden ir en serio. Podemos ir en serio. Las noticias sobre la reinstauración del servicio militar en algunos Estados miembros de la UE van en serio. El invierno pasado, el Estado español también lanzó un globo sonda anunciando una posible vuelta a la leva. No fue bien recibido. La conciencia antimilitarista, en especial desde la izquierda ideológica en España, sigue siendo fuerte y contundente. El presidente Pedro Sánchez no lo tendría fácil. Sus votantes no lo entenderían. Al contrario de lo que muestran las encuestas de países europeos. No obstante, dudo de que esas encuestas coincidan con el sentir de la juventud. Mis alumnos de Erasmus del curso 2023-2024 me relataron asustados que sus gobiernos ya les habían anunciado la implantación del servicio militar antes de cinco años. Así lo contaba en clase el grupo de italianos, los franceses y los polacos con semblante más que preocupado. Los bálticos y los nórdicos lo han ido reinstaurando en los últimos años, también Finlandia. Recordemos, 3.000 kilómetros de frontera con Rusia que ahora ya no es neutral. Sigo sobrecogida ante un panorama desolador. Veo una Europa a la desesperada, que no ha asumido el fin de la Guerra Fría ni la caída del telón de acero. El as bajo la manga que podría guardar la Unión es seguir utilizando a Ucrania como el chivo expiatorio de nuestros pecados pasados y futuros. Ucrania, como la avanzadilla frente a Rusia, con un ejército perenne de 800.000 hombres en tierra de nadie. Ucrania, convertida en el “no man’s land” de un mundo dividido en dos bloques, de nuevo. Ucrania, lamentablemente, como tierra quemada.

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