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Gaza: una bolsa de harina y un sudario

La militarización de la ayuda acaba con el único salvavidas en Gaza mientras la complicidad e hipocresía de la UE y de los gobiernos europeos alimentan el sufrimiento “Una persona empezó a correr por la calle. Era la primera vez que el Ejército israelí le llamaba directamente. Corrió por la calle y gritó: ‘¡Evacuad! ¡Evacuad! ¡Van a empezar a bombardear!’ No sabíamos exactamente dónde iban a atacar. Al escuchar sus gritos, cogimos nuestras cosas y huimos. Eran alrededor de la 1:45 de la madrugada”. Así contaba Amira, psicóloga de Médicos Sin Fronteras en Gaza, una de las ocho órdenes de desplazamiento forzoso que ella y su familia han sufrido. Así narraba el terror con el que se vive, en plena noche, una orden de evacuación. Los desplazamientos forzosos masivos son una herramienta más de las autoridades israelíes para hacer la vida imposible en Gaza. Los hospitales, casas, mercados, redes de agua, carreteras y tendidos eléctricos han sido demolidos convirtiendo esta estrecha franja de tierra en un amasijo de ruinas, dolor y crímenes contra el derecho internacional humanitario. Miembros del Gobierno israelí han vinculado claramente esta estrategia militar con llamamientos a eliminar a la población palestina de Gaza, una clara apelación a la limpieza étnica. Diariamente, nuestros equipos observan patrones de genocidio en el asesinato de personal sanitario y humanitario, en el bombardeo de hospitales y refugios para la población desplazada y en el bloqueo total de suministros, incluidos alimentos, agua, medicamentos y materiales médicos. Y en el total desprecio de las sentencias del Tribunal Internacional de Justicia que exigen a Israel que garantice la ayuda humanitaria y prevenga el genocidio. Los datos de una encuesta reciente entre nuestro personal en la Franja indican que el 40% de las personas que conocen que han muerto por heridas en Gaza tenían menos de 10 años. Según The Lancet, más de 350 bebés han nacido y muerto desde el comienzo de esta guerra. El sistema sanitario ha quedado destruido. Solo quedan unos pocos hospitales funcionan parcialmente, y lo hacen sin electricidad fiable, sin agua potable y con mínimos medicamentos esenciales. Nos hemos visto con la obligación de trasladar nuestras actividades quirúrgicas del Hospital Nasser, en Jan Yunis, a un hospital de campaña de MSF en Deir Al Balah, debido a las órdenes de evacuación, los bombardeos, y a las restricciones de movimiento que obstruían nuestra capacidad para derivar pacientes y para garantizar que el personal pudiera acceder a su puesto de trabajo. En Nasser se repite el mismo ciclo que ya hemos visto antes en otros hospitales en este conflicto, nos preocupa enormemente que el siguiente paso sea destruirlo. El único salvavidas que le queda a Gaza —la ayuda humanitaria— se está convirtiendo en un arma de guerra. Los suministros esenciales o son bloqueados en la frontera o se desvían para promover objetivos militares y políticos. La ayuda es una obligación legal, no una moneda de cambio, y retenerla e instrumentalizarla no sólo deslegitima el trabajo de las organizaciones humanitarias, sino que añade más sufrimiento al castigo colectivo que se está imponiendo a la población desde hace 20 meses cuando Israel respondió con masacre sin paliativos tras las atrocidades cometidas por Hamás el 7 de octubre de 2023. Para la distribución de comida se ha contratado a lo que han tenido a bien llamar Fundación Humanitaria de Gaza (un signo de nuestros tiempos de posverdad, el uso de la palabra humanitaria para una actividad tan alejada de los principios humanitarios). Este plan, peligroso e imprudente, forma parte de la estrategia estadounidense-israelí para instrumentalizar la ayuda. Desde que la Fundación inició sus actividades el 27 de mayo, cientos de palestinos heridos durante las distribuciones de alimentos han recibido tratamiento en hospitales, y decenas han muerto, tras ser tiroteados mientras esperaban recibir migajas de ayuda para sobrevivir. Lo hemos visto: el 11 de junio, la clínica Al Mawasi, a la que damos apoyo, recibió 32 heridos, tres de ellos muertos a su llegada. Habían sido tiroteados cuando se dirigían a un centro de distribución de alimentos gestionado por la Fundación. No ha sido de un incidente aislado. Tres días antes, los equipos de Nasser habían recibido a 40 pacientes, la mayoría de ellos con heridas de bala. Como describió uno de nuestros colegas en Gaza: algunas personas regresaron con una bolsa de harina; otras, con un sudario. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Desde luego, no podemos decir que no lo veíamos venir, o que no nos habían alertado de que llegaríamos a este punto. Estamos ante una catástrofe de origen humano, deliberada y conscientemente provocada, donde se ha deshumanizado completamente a la población. Una situación aberrante prolongada y propiciada por una mal llamada comunidad internacional que aún no han tenido o la dignidad suficiente para tomar la decisión de detenerla. Lo que está ocurriendo en Gaza es la prueba de un profundo fracaso colectivo. Quiero destacar, por proximidad, el papel vergonzoso de la UE y sus Estados miembros que, con alguna contada excepción, han protagonizado situaciones que calificaría de obscenas. Las recientes palabras de solidaridad de muchos líderes europeos, críticos con la forma en que se está librando la guerra, han puesto de manifiesto su hipocresía: emiten declaraciones vacías mientras envían las armas que matan y mutilan a los niños y niñas que tratamos cada día. La UE y los Estados miembros tienen herramientas políticas, económicas y diplomáticas para ejercer una presión real sobre Israel para que detenga la masacre en Gaza y permita la entrada de ayuda humanitaria sin trabas. Su hipocresía e inacción han permitido a Israel continuar libremente su masacre de la población palestina en Gaza con total impunidad. La escalada entre Irán e Israel no puede tener como que consecuencia que la mirada y la atención se aparten del horror de lo que sucede en la Franja y de la urgencia de detener las atrocidades que se están cometiendo. Estamos en un momento crítico, donde se requiere valentía política, responsabilidad jurídica, humanidad compromiso moral para poner fin de inmediato al sufrimiento de la población de Gaza. No pueden permanecer impasibles mientras Gaza se precipita al abismo. Nadie debería permanecer impasible. La historia y la humanidad nos están mirando.

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