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Gaza y las guerras del hambre

Gaza y las guerras del hambre
El Programa Mundial de Alimentos, que sirve para alimentar a millones de personas refugiadas, desplazadas o en situación de riesgo de hambruna en el mundo, tuvo en 2024 un presupuesto de 9.772 millones de dólares, que, aunque parezca mucho, supone únicamente el 0,3% del gasto militar mundial en ese mismo año La relación entre la existencia de guerras y padecer hambre, es algo histórico y bien conocido. Pero no solo es una consecuencia “involuntaria”, sino que, en muchas ocasiones, el hambre es utilizada como arma de guerra y como castigo político. En otros casos, el hambre está provocado por la incompetencia o desidia de muchos gobernantes, que no se han preocupado por la salud y el bienestar de su población, no han sido previsores ante amenazas climáticas recurrentes, y mantienen a su población en un permanente estado de inseguridad alimentaria. Lo cierto es que, en la inmensa mayoría de los países con fases de emergencia o catástrofe alimentaria (hambruna) en algún momento del conflicto, presentan claros indicadores de indolencia política y otras variedades de menosprecio, maldad, malevolencia y perversión, en una suerte de castigo expreso que causa un inmenso sufrimiento, desamparo y dolor. La mezquindad asociada a las políticas que generan hambre contiene un verdadero diccionario de sinónimos hirientes para los seres humanos, pues hay pocas maldades tan denigrantes, humillantes y ruines como el hecho de hambrear, esto es, el permitir la subalimentación crónica, la inseguridad alimentaria aguda, o el hambre pura y dura en su manifestación máxima y letal, la hambruna, pudiendo evitarlo, como podría ser en casi todos los casos. Es muy significativo que dos tercios de las hambrunas de este siglo, y el 73% de las situaciones de emergencia alimentaria en las guerras, se hayan producido después de 2020, en los últimos años, en los que se han producido hambrunas en toda Gaza y en regiones de Afganistán, Etiopía, Mali, Pakistán, Somalia, Sudan (más de medio millón de personas), Sudán del Sur y Yemen. En suma, vamos en muy mala dirección. En un estudio que estoy terminando, una de las conclusiones es que en el 75% de los casos de los 40 países que han tenido guerras a lo largo siglo XXI, se han dado situaciones de crisis, emergencia y catástrofe alimentaria. Si, además de las guerras, considerara otros tipos de conflictos armados de menor intensidad, el porcentaje sería mayor. Mis datos son que el 47,5% de las guerras del siglo XXI, casi la mitad, han tenido fases de inseguridad alimentaria de nivel 4 (emergencia) o 5 (catástrofe o hambruna), afectando a 19 países. Es una cifra sumamente preocupante. Si observamos la letalidad de las guerras de los últimos 35 años en términos relativos, esto es, teniendo en cuenta el total de la población de los países afectados, y dejando al margen el genocidio de Ruanda, el conflicto armado más letal, y con diferencia, es el de Gaza, con una tasa que casi triplica al siguiente, Bosnia. De todas las formas de hambrear, ¿cuáles son las se utilizan con mayor frecuencia? En el estudio expongo los resultados de analizar todas las guerras mencionadas, con 50 formas de provocar hambre, donde destacan el provocar desplazamientos forzosos, con el correspondiente abandono de las tierras de cultivo; el saqueo y destrucción de tierras agrícolas, el bloqueo de rutas, la destrucción deliberada de infraestructuras básicas, el control de la ayuda humanitaria, el ataque o saqueo de la ayuda alimentaria, el asedio de poblaciones, los impuestos a ONG y campesinos, el control sobre el abastecimiento del agua y la destrucción de mercados. Casi todo el espectro se ha dado en Gaza, que se ha convertido en el paradigma de las estrategias para provocar hambre de forma deliberada y planificada. El primer impacto de las guerras es el desplazamiento forzado de buena parte de la población, con lo que esto supone de abandonar los campos de cultivos y perder las cosechas, lo que retroalimenta la inseguridad alimentaria. Estos desplazamientos han sido particularmente graves en las guerras de Gaza, con el 90% de toda su población desplazada, seguida a gran distancia por Siria (37,8%), Líbano (24,1%), Sudán (23%), Somalia (21,9%), República Centroafricana (20,1%) y Sudán del Sur (18,5%). Los hambreadores no quieren testigos de sus crímenes, y por eso matan a los periodistas. Gaza vuelve a ocupar el primer lugar al respecto, con 109,5 periodistas muertos por cada millón de habitantes, una proporción casi diez veces mayor que la del segundo país, Siria, con 11,7. Como puede verse, Gaza ya ocupa los primeros lugares en múltiples indicadores vinculados a los conflictos armados y a la subalimentación. Es evidente el interés del primer ministro israelí en acallar las voces y especialmente las imágenes del genocidio cometido en Gaza, disparando o bombardeando de forma expresa a los valientes periodistas que están en el terreno. Debo recordar que está prohibida la entrada de periodistas extranjeros. En Gaza, en los últimos años han zarpado pequeños barcos humanitarios hacia sus costas, de la Coalición de la Flotilla de la Libertad y de manera testimonial, a sabiendas de que serían interceptados por Israel, pero con el propósito de llamar la atención sobre la precaria situación alimentaria de esta región. Me pregunto ahora, qué podría pasar si los países mediterráneos de la OTAN enviaran sus fragatas y portaviones para escoltar a esa flotilla humanitaria. Sería interesante ver la reacción de Israel. El Programa Mundial de Alimentos, que sirve para alimentar a millones de personas refugiadas, desplazadas o en situación de riesgo de hambruna en el mundo, tuvo en 2024 un presupuesto de 9.772 millones de dólares, que, aunque parezca mucho, supone únicamente el 0,3% del gasto militar mundial en ese mismo año. Estas prioridades, y más cuando estamos en una época de paranoia militarista, nos debería hacer pensar en qué tipo de cosas estamos dispuestos a gastar el dinero público. Creo que hay causas humanitarias que deberían estar en primera línea. Hambrear, además, no puede salir gratis, por lo que tendremos que actuar con diligencia y de manera efectiva, de la misma forma que, de manera simultánea, se garantice que todas las personas que están en fase de emergencia o catástrofe alimentaria, reciban alimentos suficientes y sin que nadie tenga el derecho a impedirlo. Aunque tarde, la situación de Gaza nos ha abierto los ojos, y es a partir de esta conciencia sobre lo que no es permisible, que debemos estar atentos igualmente a las hambrunas que suceden en otros lugares del planeta y señalar a los responsables de ello. Ninguna guerra es justa o gloriosa ni merece aplauso, pero es incluso más injusta y odiosa cuando se utiliza el hambre como método estratégico, para hacer sufrir a las personas de forma tan terrible, incluso hasta llegar a matarlas por inanición. No debemos permitirlo bajo ningún concepto, y por ello debemos tomar conciencia de lo que es inadmisible, empezando por Gaza, pero mirando también otros contextos donde hay hambrunas causadas por estrategias que buscan esta situación.

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