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Este pueblo gallego con playas y bosques conserva un tesoro gastronómico: así es su empanada única de varias pisos

Este pueblo gallego con playas y bosques conserva un tesoro gastronómico: así es su empanada única de varias pisos
Entre aromas de horno y callejuelas centenarias, una receta ancestral de múltiples capas sigue reuniendo generaciones en torno a una de las tradiciones mejor guardadas de GaliciaEs el pueblo más infravalorado de Galicia y tiene las vistas más épicas de la Costa da Morte La villa de Pontedeume, situada en el norte de la provincia de A Coruña, es uno de esos destinos que resumen en pocos kilómetros la diversidad de Galicia. Esta pequeña localidad costera se asienta donde el río Eume se rinde ante el Atlántico, creando un paisaje en el que conviven la piedra centenaria de su casco histórico con la espesura del bosque atlántico. Su fundación data del año 1270, por privilegio real de Alfonso X el Sabio, y desde entonces ha sido escenario de un incesante cruce de caminos: comerciantes, nobles, monjes, peregrinos… y cocineros. El viajero que se adentra en sus callejuelas empedradas descubre un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. La plaza del Conde, el Torreón de los Andrade, los soportales que resguardan de la lluvia y el bullicio de su mercado semanal componen un decorado de vida cotidiana que, sin embargo, guarda silencios centenarios. Pontedeume es también puerta natural de acceso a uno de los bosques atlánticos mejor conservados de Europa: las Fragas do Eume, un parque natural de más de 9.000 hectáreas donde robles, abedules y castaños tejen una bóveda vegetal bajo la que se esconden monasterios, senderos y leyendas. Este contexto privilegiado, donde confluyen mar, montaña e historia, también ha favorecido el desarrollo de una tradición culinaria única, de la que la costrada es su máxima expresión. Se trata de una empanada poco conocida fuera del municipio, elaborada con distintas capas de masa y rellenos que evocan técnicas y sabores de otra época. Pero para entender el valor simbólico de este plato es necesario primero recorrer el alma de Pontedeume: su legado patrimonial. Vestigios de nobleza y espiritualidad Pontedeume no es solo un enclave natural de postal; es también un museo al aire libre donde cada piedra cuenta una historia de linajes, batallas y fervor religioso. Buena parte de su identidad está vinculada a la poderosa familia Andrade, que durante siglos marcó el desarrollo político y urbano de la villa. El Torreón de Andrade es el emblema arquitectónico más representativo. Con sus 18 metros de altura, esta torre medieval de planta cuadrada es lo único que queda del antiguo palacio de los Andrade, que cerraba la muralla por el oeste. Fue construido probablemente a finales del siglo XIV por Fernán Pérez de Andrade, apodado “O Bo”. A lo largo del siglo XX sufrió varias transformaciones, y hoy acoge la Oficina de Turismo y un centro de interpretación dedicado a la historia de la familia. En las afueras de la villa, sobre la Peña Leboreira y dominando el horizonte, se alza el Castillo de los Andrade. Su construcción, entre 1369 y 1377, responde a fines defensivos más que residenciales. La torre del homenaje, con acceso mediante un puente levadizo, se adapta a la irregularidad de la roca y ofrece una de las panorámicas más impresionantes de la ría y sus alrededores. En el corazón del pueblo se encuentra la Iglesia Parroquial de Santiago, un edificio de dos épocas. La capilla mayor, mandada construir en el siglo XVI, alberga un retablo renacentista con policromías de estilo gótico flamenco. El resto del templo fue levantado entre 1756 y 1763 bajo el patrocinio del arzobispo compostelano Bartolomé Rajoy y Losada. Su fachada barroca, obra de Alberto Ricoy, es una de las más imponentes del norte gallego. No muy lejos de allí, se alza la Iglesia de las Virtudes, también conocida como Nuestra Señora del Soto. Fundada en el siglo XIV por Nuno Freire de Andrade, conserva aún elementos originales como un sillar con el escudo familiar. Su aspecto actual es fruto de sucesivas reconstrucciones en los siglos XVII, XVIII y XIX. En su interior destaca un retablo barroco de columnas salomónicas y diversas reliquias. Iglesia de las Virtudes. Y a tres kilómetros del casco urbano, la Ermita de San Miguel de Breamo corona uno de los montes más significativos del municipio. Este templo románico del siglo XII, de planta en cruz latina y triple ábside, se cuenta entre las escasas iglesias gallegas con esa tipología. La subida al santuario regala una de las vistas más sublimes de la ría, la playa de la Magdalena y la desembocadura del Eume. Costrada de Pontedeume Si algo distingue a Pontedeume en el mapa gastronómico gallego, es su empanada más singular: la costrada. A diferencia de las empanadas tradicionales de una sola capa, la costrada se elabora en varios niveles, como si de un hojaldre monumental se tratara, intercalando rellenos diferentes entre planchas finas de masa. El resultado es una torre culinaria de texturas y sabores, donde conviven carnes, pescados, mariscos, vegetales y condimentos, según la receta familiar que la prepare. La costrada, empanada tradicional que se elabora en varias capas. Su elaboración requiere tiempo, paciencia y una maestría que no todos conservan. Hoy solo un puñado de panaderías y casas de comida en Pontedeume la preparan según la receta tradicional, lo que la convierte en un manjar escaso incluso dentro del municipio. La costrada se consume especialmente en celebraciones, fiestas locales y ocasiones especiales. Cada capa se hornea con esmero, de modo que el conjunto quede crujiente por fuera y jugoso en el interior. Aunque los rellenos pueden variar, es habitual encontrar en una misma pieza lomo, pollo, bacalao, jamón o mariscos, aderezados con cebolla, pimientos y especias. La superposición de sabores recuerda a la opulencia de la cocina señorial de otros tiempos.

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