Los 4 laberintos más singulares de Catalunya: historia, paisaje y juego

Espacios verdes del territorio catalán invitan a explorar el vínculo entre paisaje, memoria y creatividad a través de recorridos que desdibujan la frontera entre naturaleza, arte y juegoEste es el laberinto más grande de España Cataluña, tierra de paisajes contrastados, también es un lugar donde perderse puede ser literal y poético. Entre jardines históricos, parques urbanos y campos agrícolas convertidos en atracción, los laberintos de esta comunidad autónoma ofrecen una forma singular de conocer el territorio, con propuestas que van desde lo lúdico hasta lo contemplativo. En esta selección, exploramos cuatro espacios con laberintos que permiten experimentar el tiempo, la orientación y el asombro desde caminos que no siempre llevan a donde uno espera. Parque del Laberinto de Horta: un museo vegetal entre el orden y el desorden En el distrito de Horta-Guinardó de Barcelona se encuentra uno de los jardines históricos más singulares del país: el Parque del Laberinto de Horta. Concebido a finales del siglo XVIII en los terrenos de la finca del marqués de Llupià, de Poal i d’Alfarràs, fue diseñado por el italiano Domenico Bagutti y ejecutado con la participación del jardinero francés Delvalet y el maestro de obras catalán Jaume Valls. Su trazado evolucionó desde un jardín neoclásico a uno romántico. Actualmente ofrece una lectura museística del paso del tiempo y los estilos. El parque está estructurado en tres terrazas que articulan diferentes ambientes: el jardín doméstico, con especies destacadas como un tilo y un cedro del Himalaya incluidos en el Catálogo de Árboles de Interés Local; un núcleo central con templetes neoclásicos, esculturas mitológicas y el famoso laberinto de cipreses, y una zona inferior donde la jardinería da paso a lo silvestre. El laberinto, epicentro del conjunto, no es solo un reto de orientación, sino una experiencia estética y botánica. Sus muros vegetales, altos y densos, encierran un recorrido que culmina en una escultura de Eros y desde cuyo centro se divisa la escalinata que conduce al pabellón neoclásico. Más allá del laberinto, el agua traza una narrativa paralela: comienza en un canal romántico navegable, sigue por fuentes y manantiales, y desemboca en una cascada que señala el tránsito hacia un paisaje más sombrío y agreste, con encinas, helechos, hiedra y hasta un falso cementerio. En 1971 el parque se abrió al público tras pasar a manos municipales y, en 1994, fue restaurado como jardín museo. Desde entonces, su función es doble: preservar un legado histórico y permitir una inmersión emocional y sensorial entre la geometría del orden y la espontaneidad de la naturaleza. Actualmente el recinto está cerrado por obras de restauración. Parque de Torreblanca: una isla vegetal entre tres municipios Entre Sant Joan Despí, Sant Just Desvern y Sant Feliu de Llobregat se extiende el Parque de Torreblanca, una joya verde de 12 hectáreas construida sobre los restos del antiguo palacio de los marqueses de Monistrol. Gravemente dañado durante la Guerra Civil, el edificio fue demolido, y en su lugar se erigió un parque público que mantiene la estructura romántica del jardín original de finales del siglo XIX. El diseño del parque combina lago, saltos de agua, caminos sinuosos, grutas, cuevas y una notable biodiversidad vegetal y animal. Patos, tortugas, loros o gallos de indio conviven con parterres de flores y árboles centenarios. Allí donde antes se alzaba el palacio, hoy crece un laberinto vegetal formado por arbustos recortados, que recupera parte del simbolismo del espacio original: un lugar de retiro, belleza y juego. El laberinto, aunque de dimensiones modestas, ofrece un juego de perspectivas y silencios que invita al paseo pausado, en contraste con el dinamismo del parque que lo rodea. Castellserà: el maizal convertido en juego de ingenio En la Masía Esperanza, en el municipio de Castellserà (Urgell), se encuentra el primer laberinto de maíz creado en Lleida, activo desde 2006. Inspirado en modelos estadounidenses y franceses, este espacio aprovecha los meses estivales para transformarse en una atracción familiar que conjuga naturaleza, juego y reflexión. El laberinto ocupa tres hectáreas de terreno y ofrece más de dos kilómetros de senderos abiertos entre maizales altos y densos, que impiden la visión a distancia. Algunos caminos llevan a callejones sin salida, otros regresan al punto de partida. Para quienes se pierdan, un mirador de madera de seis metros de altura permite una vista aérea del trazado, sin desvelar del todo los secretos del recorrido. Este año, la propuesta gira en torno a la conciencia: para llegar al final, los participantes deben responder correctamente a preguntas que desvelan una frase significativa. La iniciativa mantiene así una dimensión lúdica, pero también pedagógica, conectando el reto físico con la reflexión. El parque de las Moras en Olot: naturaleza urbana con laberinto escondido En el ensanche Malagrida de Olot, entre jardines históricos y el cauce del río Fluvià, se encuentra el Parque de las Moras, un amplio espacio verde que combina usos familiares con un diseño paisajístico que busca la armonía entre lo natural y lo urbano. Este parque, refugio habitual para vecinos de todas las edades, ofrece zonas infantiles, paseos arbolados y áreas de picnic. Entre sus elementos más destacados se encuentra un discreto laberinto vegetal, de dimensiones reducidas pero bien integrado en el entorno. Pensado especialmente para los más pequeños, permite una primera aproximación al juego de orientación. Más allá del entretenimiento, el parque ofrece una experiencia de contacto cotidiano con la naturaleza, sin salir de la ciudad. Sus senderos invitan al paseo y a la contemplación, y su arboleda, al descanso. En un contexto de creciente presión urbanística, este parque representa un ejemplo de cómo la infraestructura verde puede ser también un espacio de imaginación y juego.

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