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El gobierno andaluz se equivoca de objetivo

El gobierno andaluz se equivoca de objetivo
Acusar a una asociación de mujeres con cáncer de mama de “hacer ruido” o de “no actuar correctamente” (porque no se sientan a dialogar con quien las desautoriza públicamente) no es solo una falta de respeto, es machismo Se las ha acusado de mentir, de exagerar, de manipular. Se les ha pedido, “desde el cariño”, que dejen de “lanzar infundios”, de “desprestigiar al sistema público de salud” y de “atacar a los profesionales del SAS”, incluso se llegó a decir de ellas en el Parlamento andaluz, que habían difundido un bulo y que, por su culpa, colapsó el sistema informático del Servicio Andaluz de Salud. Las acusan de generar ruido, de negarse al diálogo, de alimentar una “polémica interesada”, de preferir manifestarse antes que sentarse con él. Se las desacredita con un tono paternalista, profundamente machista y clasista. La estrategia del gobierno andaluz ante la crisis de los cribados ha sido, desde el principio, poner en duda la palabra de las mujeres, cuestionar su credibilidad y la autoridad como organización interlocutora en esta crisis. Como si exigir respuestas, transparencia y responsabilidades fuese un exceso, un capricho e, incluso, una insolencia. Como si manifestarse y organizarse fuera un error y “no la forma correcta” de abordar esta crisis. Como si mantenerse firmes y no prestarse a ser instrumentalizadas fuese, en sí mismo, una falta de educación o de comprensión de cómo debe actuar. Las malas mujeres, las mujeres rebeldes…  Algo muy grave debe estar detrás de esta crisis cuando los máximos responsables del gobierno andaluz no están respondiendo con argumentos, sino con una retórica que busca desprestigiar a la asociación que está dando la cara por miles de mujeres. Y lo hacen a través de tres estrategias sobradamente conocidas desde los feminismos cuando las mujeres se organizan y denuncian al poder: primero, se las acusa de falsedad; después, de no querer dialogar; y finalmente, de actuar de forma interesada. Se duda de sus motivos, se sospecha de su autonomía, se infravalora su capacidad para protestar. Como si necesitaran que las tutelasen para tomar las decisiones “correctas” porque de lo contrario, actuarán manipuladas, confundidas o exagerando.  Es el machismo más rancio y clasista que no tolera que las mujeres piensen por sí mismas, que se organicen, que cuestionen. Ese que las mira con desconfianza porque no obedecen, no callan, no piden permiso. Y entonces, en vez de escuchar lo que dicen, se las intenta desacreditar por cómo lo dicen y por no decir lo que a Moreno Bonilla le convendría que dijeran. Acusar a una asociación de mujeres con cáncer de mama de “hacer ruido” o de “no actuar correctamente” (porque no se sientan a dialogar con quien las desautoriza públicamente) no es solo una falta de respeto, es machismo. En el fondo, lo que molesta no es el tono de AMAMA, lo que incomoda es que sean mujeres organizadas que tienen razón. Pero, además, de estas mujeres no se espera esto. De una mujer con cáncer de mama se espera silencio, aguante, gratitud. Se espera que sea pasiva, acepte y obedezca, que esté tan centrada en sobrevivir, en seguir indicaciones, en tolerar tratamientos duros, que no tenga margen ni energía para exigir nada. Las mujeres con cáncer debemos estar agradecidas, ser positivas, sonreír y colaborar, pero no enfadarnos ni ser reivindicativas ante una negligencia médica o institucional.  Podemos ser guerreras para la foto rosa de cada octubre, pero no para luchar por nuestros derechos y una sanidad de calidad. Las mujeres valientes que luchan contra el cáncer gustan. Las que luchan contra la negligencia de un gobierno, no. Ojalá se llenen las calles de Sevilla este domingo del rosa más reivindicativo que ninguna campaña de pinkwashing pudo imaginar. Ojalá. 
eldiario
hace alrededor de 4 horas
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