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Hervir, cocer, escalfar y escaldar: las cuatro técnicas que poca gente diferencia

Hervir, cocer, escalfar y escaldar: las cuatro técnicas que poca gente diferencia
En la cocina todos creemos que dominamos lo básico, pero ¿sabríais distinguir estos términos?La receta que demuestra que la gastronomía inglesa no es “tan mala” como afirma la gente: “solo requiere su tiempo” En la cocina todos creemos que dominamos lo básico… hasta que llega el momento de precisar vocabulario. Y ahí empiezan los titubeos: “¿Esto era escaldar o escalfar?”, “¿blanquear no era lo mismo que hervir?”, “¿cocer y hervir son sinónimos?”. Spoiler: no lo son. Las cuatro técnicas utilizan agua caliente, sí, pero cada una tiene su función, su temperatura y su efecto particular sobre el alimento. Y cuando conoces sus diferencias, tus platos —desde una verdura verde esmeralda hasta un huevo poché perfecto— dejan de ser “caseros” y empiezan a ser “de chef”. Aquí van, claras y sin rodeos. Hervir: cuando el agua borbotea sin pudor Hervir es el modo más básico de cocinar con agua: meter el ingrediente en un líquido que llega a los 100 °C, cuando las burbujas suben sin descanso y parece que aquello está a punto de escaparse de la olla. Sirve para cocinar por completo lo que metes dentro: pasta, legumbres, verduras, carnes… todo lo que necesite tiempo y calor constante. La ventaja: el calor envuelve el alimento por igual. La desventaja: muchas vitaminas hidrosolubles se quedan en el agua. Solución: úsala luego para una sopa, una crema o un caldo. Nada se tira. Escalfar: la cocina suave para quienes respetan el producto Escalfar es lo contrario a ese hervor salvaje. Aquí el agua no llega a burbujear. Se queda entre 65 y 80 °C, con un movimiento casi imperceptible, perfecto para cocinar con elegancia. El ejemplo universal: los huevos poché. La clara se abraza a la yema, que queda cremosa, brillante, perfecta. Pero no solo sirve para huevos: también funciona de maravilla con merluza, salmón, peras, manzanas o cualquier producto delicado. Escalfar evita que se rompan, se resequen o se endurezcan. Es la técnica para quien quiere cocinar sin violencia. Escaldar: un chapuzón rápido que cambia tu receta Escaldar es un “entro y salgo” en agua hirviendo. Unos segundos o un minuto, no más. Y después, baño de agua con hielo. ¿El objetivo? Fijar el color, aflojar la piel o preparar el alimento para otro proceso. Ejemplos clásicos: Pelar tomates sin sufrir. Conseguir que unas judías verdes congelen sin perder ni el color ni la textura. Suavizar frutas que luego convertirás en compota. Escaldar es breve y muy eficaz. Es el bofetón de calor que despierta al ingrediente sin cocinarlo del todo. Blanquear: limpiar, desespumar, suavizar Aquí mucha gente confunde términos. Blanquear no es escaldar, aunque se parezcan. Blanquear consiste en: Poner el alimento en agua fría. Llevarlo a ebullición. Retirarlo a los pocos minutos. Esta técnica elimina impurezas y suaviza sabores fuertes. Por eso se usa sobre todo para: Huesos, carnes y casquería, antes de hacer un caldo más limpio. Verduras potentes como coles o acelgas, cuando quieres quitarles ese golpe de intensidad antes de saltearlas o guisarlas. Es la técnica que hará que tus fondos salgan transparentes y que tus verduras de sabor intenso no dominen todo el plato. En resumen, ¿cuándo sirve cada técnica? Hervir → Cuando quieres cocinar por completo: pastas, legumbres, sopas, verduras. Escalfar → Para alimentos frágiles, jugosos y delicados: huevos, pescados, frutas. Escaldar → Para fijar color, pelar o preparar el ingrediente para otro proceso. Blanquear → Para limpiar, desespumar o suavizar sabores antes de seguir cocinando. Cuatro técnicas, cuatro resultados distintos y una conclusión sencilla: dominar el agua caliente es media cocina ganada. Tu olla, a partir de hoy, trabajará mejor que nunca.

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