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Ni la ermita de San Frutos ni la de San Bartolomé: la iglesia románica que sorprende en lo alto de Burgos

Un enclave medieval destacado por su ubicación sobre una peña singular, su compleja iconografía y la relación histórica con la Orden de San Juan de JerusalénEl pequeño pueblo de Castellón que tiene un gran castillo, un puente medieval y varias ermitas históricas El norte de Burgos está formado por valles y colinas que se extienden entre ríos y cursos de agua que han marcado la forma de la región. Los valles de Losa y Tobalina son un buen ejemplo de cómo la geografía ha condicionado la vida de quienes habitaron estas tierras, desde antiguos pobladores hasta comunidades medievales. Los caminos que cruzan la zona muestran cómo se conectaban los distintos asentamientos y cómo se organizaba la actividad en un territorio irregular y cambiante. En medio del valle se eleva la Peña Colorada, una gran roca que se distingue desde lejos. Su altura la convirtió en un punto de referencia para orientarse y ha hecho que el lugar fuese relevante a lo largo de la historia. La forma del terreno y su posición visible explican por qué se eligieron estos espacios para construir ciertos edificios en el pasado. Recorrer los alrededores permite ver cómo la geografía y la historia se combinan en la región. Los caminos, los meandros del río y la disposición de los valles muestran cómo las comunidades se adaptaban al terreno y aprovechaban el espacio disponible. Este contexto natural y cultural prepara al visitante para descubrir construcciones que responden directamente a estas condiciones del valle. La ermita de San Pantaleón de Losa La ermita de San Pantaleón de Losa se levanta sobre la Peña Colorada, un enorme saliente de roca que domina los valles de Losa y Tobalina. Desde allí, se tiene una vista clara del meandro del río Jerea y de los alrededores, y no es difícil imaginar por qué este lugar fue elegido hace siglos: su altura y visibilidad lo convirtieron en un punto estratégico dentro de la región. Además, su cercanía a antiguos caminos medievales y su vinculación histórica con la Orden de San Juan de Jerusalén marcaron su relevancia más allá de lo religioso. La ermita se encuentra asentada sobre un imponente peñasco llamado Peña Colorada. La ermita se construyó a comienzos del siglo XIII y se adapta al terreno con soluciones que reflejan la forma irregular del peñasco. La nave principal es alta y corta, y el ábside semicircular es más bajo, generando un escalonamiento que conecta con el presbiterio. Sobre el arco que marca el ingreso al presbiterio se levanta la espadaña, mientras que la nave está cubierta por una cúpula. Todo el diseño muestra cómo los constructores ajustaron la arquitectura a las condiciones del terreno, combinando funcionalidad y estructura en un espacio reducido. Uno de los detalles que más llama la atención es la portada occidental. A un lado hay un atlante que algunos interpretan como Sansón o incluso como San Pantaleón y al otro, una columna en zigzag que podría simbolizar un rayo. Las arquivoltas están adornadas con rostros humanos y demoníacos, dragones y figuras emparedadas, formando un conjunto complejo que ha dado pie a varias interpretaciones a lo largo del tiempo. La combinación de estos elementos con la historia de la ermita y la tradición de la reliquia de la sangre del santo ha generado leyendas locales, algunas relacionadas incluso con el Santo Grial. Más allá de la arquitectura y la iconografía, la ermita fue declarada monumento nacional a mediados del siglo XX tras las restauraciones que reforzaron su estructura. La integración del edificio con la roca, el cuidado en los detalles y la forma en que se adapta al paisaje la convierten en un ejemplo del románico en la provincia. Visitarla permite ver cómo la construcción religiosa se piensa en relación con el entorno natural y cómo cada elemento, desde la nave hasta la portada, responde a siglos de historia y a la geografía particular del lugar.

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