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La historia detrás del castillo erguido en pleno parque de la Ciutadella de Barcelona

La historia detrás del castillo erguido en pleno parque de la Ciutadella de Barcelona
El Castell dels Tres Dragons, un edificio que sobrevivió a la Exposición Universal de 1888La historia del Born: el barrio más artístico y bohemio de Barcelona Entre los árboles del parque de la Ciutadella, a un paso del zoo y frente al paseo de Pujades, se levanta una construcción de ladrillo rojizo que parece salida de un cuento. Torres almenadas, ventanales góticos y aire de fortaleza medieval, pero con la elegancia racional de quien nació en pleno auge del modernismo catalán. Se trata del Castell dels Tres Dragons, uno de los edificios más singulares de Barcelona y uno de los pocos vestigios que permanecen en pie de la Exposición Universal de 1888. De café efímero a símbolo modernista A finales del siglo XIX, el alcalde Francesc Rius i Taulet soñaba con transformar Barcelona en una capital europea moderna y cosmopolita. Para ello impulsó la Exposición Universal de 1888, un evento que cambiaría para siempre la fisonomía de la ciudad. Dentro de aquel gran proyecto, el arquitecto Lluís Domènech i Montaner —entonces un joven talento recién incorporado a la Escuela de Arquitectura— recibió el encargo de construir un Café-Restaurante monumental en el corazón del parque de la Ciutadella. La idea era sencilla: un espacio para descansar, comer y admirar las vistas del recinto expositivo. Pero Domènech, fiel a su estilo visionario, lo convirtió en algo más. El resultado fue una estructura de ladrillo visto, hierro forjado y cerámica vidriada, con formas geométricas y detalles decorativos que anticipaban el lenguaje del modernismo. El edificio, apodado Castell dels Tres Dragons (en honor a una sátira teatral de Serafí Pitarra de 1865), no estuvo exento de problemas. La obra avanzaba a contrarreloj —el proyecto se presentó apenas ocho meses antes de la inauguración— y los recursos eran escasos. Tanto, que Domènech i Montaner dimitió antes de ver su obra terminada, frustrado por la falta de tiempo para culminarla como quería. Aun así, el café abrió finalmente sus puertas en agosto de 1888, convirtiéndose en uno de los puntos más visitados de la exposición. El nacimiento del museo Tras el cierre de la Exposición Universal, el edificio sobrevivió mientras muchos otros eran demolidos. Durante unos años continuó como restaurante, hasta que en 1891 el Ayuntamiento de Barcelona, ya bajo el mandato de Joan Coll i Pujol, decidió darle una nueva vida: transformarlo en el Museu d’Història de la ciudad. Domènech i Montaner volvió al proyecto para adaptarlo, añadiendo motivos heráldicos y elementos ornamentales que reforzaban su carácter institucional. Pero de nuevo, la falta de fondos interrumpió las obras y el arquitecto abandonó el encargo. A pesar de ello, el edificio abrió en 1892 de forma provisional, coincidiendo con el cuarto centenario del descubrimiento de América. Con el tiempo, la historia del Castell dels Tres Dragons se convirtió en un ir y venir de transformaciones: escuela municipal de música en 1903, museo de historia natural en 1927 y, tras la Guerra Civil, incluso comedor social durante los años más duros de la posguerra. La era científica del Castell dels Tres Dragons En la segunda mitad del siglo XX, el edificio fue recuperado como sede del Museu de Ciències Naturals de Barcelona, albergando colecciones de flora, fauna y geología que fascinaban tanto a estudiantes como a curiosos. El interior se adaptó con laboratorios y salas de investigación, y el edificio se convirtió en un espacio de referencia para el estudio científico en Cataluña. En 2010, gran parte de sus colecciones fueron trasladadas al moderno Edificio Fórum, hoy Museu de Ciències Naturals de Barcelona, y el Castell dels Tres Dragons pasó a funcionar como sede científica y laboratorio. A día de hoy, sigue siendo un edificio catalogado como Bien Cultural de Interés Local, y en 2024 se anunció su rehabilitación integral, con la restauración de la fachada y una futura intervención en el interior. Un castillo con historia propia El Castell dels Tres Dragons es mucho más que una reliquia arquitectónica. Es el punto de encuentro entre la historia industrial, la ambición cultural y el espíritu innovador de una Barcelona que se reinventaba a finales del siglo XIX. Nació como un simple café, se transformó en museo y acabó siendo laboratorio. Y aunque el tiempo y las funciones lo hayan cambiado, su silueta sigue en pie como un símbolo de resistencia modernista dentro del pulmón verde de la ciudad. En pleno parque de la Ciutadella, entre risas, paseos y bicicletas, este castillo sigue recordando que Barcelona, incluso cuando soñaba con el futuro, siempre supo mirar hacia el arte.

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