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Una laguna en Palaos acoge millones de medusas doradas mientras su fondo permanece cargado de gas letal

Una laguna en Palaos acoge millones de medusas doradas mientras su fondo permanece cargado de gas letal
Jellyfish Lake - A pesar de comunicarse con el océano a través de fisuras en la roca, el lago tiene una dinámica propia, con oxígeno solo hasta los 13 metros y un gas venenoso que se acumula en sus zonas más profundasEl monte gallego que deslumbra con su color y envenena con su agua El agua está dividida en tres capas, como si el lago escondiera distintos mundos uno encima del otro. En la parte superior, la luz lo llena todo y millones de medusas doradas se mueven en grupo, flotando cerca de la superficie. Un poco más abajo, aparece una franja rosa donde viven bacterias que bloquean el paso del oxígeno. En el fondo, no llega la luz y solo sobreviven microbios en un agua cargada de gases venenosos. Todo ocurre en un lago marino aislado, dentro de una isla remota de Palau. El nombre oficial es Jellyfish Lake, un estanque de agua salada situado en la isla Eil Malk. Aunque tiene conexión con el océano a través de grietas diminutas en la roca caliza, su ecosistema funciona por separado. La profundidad alcanza los 30 metros, pero solo hasta los 13 hay oxígeno. Entre los 13 y los 15, la franja bacteriana impide el paso de luz y aire. Y por debajo, el agua está llena de hidrógeno sulfurado, un gas tóxico para casi cualquier forma de vida animal. Luz para las algas, movimiento para la medusa y un trato que funciona Ese aislamiento ha provocado que las medusas que viven allí —una subespecie llamada Mastigias papua etpisoni— hayan evolucionado de forma independiente respecto a sus parientes marinos. Según la Coral Reef Research Foundation, surgieron a partir de un grupo de medusas manchadas que quedaron atrapadas cuando subió el nivel del mar hace unos 12.000 años. Desde entonces, las condiciones del lago han moldeado su comportamiento y estructura hasta convertirlas en algo único. En Jellyfish Lake, el agua se divide en tres niveles bien diferenciados La relación que mantienen con unas algas microscópicas llamadas zooxantelas ha sido fundamental para su adaptación. Las algas viven dentro del cuerpo de la medusa y producen energía mediante la fotosíntesis. A cambio, la medusa se encarga de moverlas constantemente para que reciban luz. Esta dependencia mutua ha hecho que, a lo largo del día, las medusas sigan la dirección del sol. Cada mañana, miles de ellas nadan hacia el este hasta llegar al límite de sombra proyectado por los árboles y la roca de la isla. Al mediodía, cambian de rumbo y avanzan hacia el oeste, deteniéndose de nuevo justo antes de la sombra. Este patrón no solo garantiza la luz necesaria para las algas. También les permite evitar a sus principales depredadores: las anémonas Entacmaea medusivora, que viven en los márgenes del lago y esperan que alguna medusa cruce accidentalmente la zona oscura para atraparla con sus tentáculos. Además de este hábito diario, las medusas se reproducen siguiendo un ciclo vital dividido en dos fases: el pólipo, que vive adherido a las paredes del lago a unos 10 metros de profundidad, y la medusa, que es la forma adulta y flotante que se ve en la superficie. Aunque su picadura existe, es tan suave que no llega a notarse. Aun así, no han perdido sus células urticantes, que les sirven para capturar pequeños organismos del plancton. National Geographic las descubrió y el turismo llegó  Jellyfish Lake se hizo conocido a nivel internacional en 1982, cuando apareció en National Geographic. Desde entonces, se ha convertido en una imagen reconocible de Palau. Sin embargo, la entrada de especies no autóctonas representa una amenaza constante. Por eso, aunque está permitido nadar en sus aguas, las autoridades insisten en la importancia de no alterar el delicado equilibrio del lugar. La especie Mastigias papua etpisoni es el resultado de 12.000 años de aislamiento y adaptación Las mareas en el lago van con dos horas de retraso respecto a la laguna exterior y su amplitud apenas alcanza los 80 centímetros. Todo responde a un sistema interno que ha permanecido estable durante siglos. La franja rosa de bacterias sube o baja según la densidad del agua, y ese ajuste es importante para separar la zona habitable de la zona tóxica. Sin esa barrera intermedia, las medusas no podrían sobrevivir. Actualmente, la imagen de una masa dorada moviéndose al compás del sol en un lago perdido en el Pacífico resume lo que hace especial a este lugar. No se trata solo de las medusas, sino del doble equilibrio, tanto en el lago como en las propias criaturas, que permite que algo así exista.

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