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El Panot de Barcelona: la baldosa que solo podrás ver en la capital catalana

El Panot de Barcelona: la baldosa que solo podrás ver en la capital catalana
Símbolo del modernismo urbano, nació de un concurso público y hoy es uno de los iconos más discretos y universales de la ciudadEl maravilloso edificio modernista en Barcelona que sorprendentemente no hizo Gaudí Pocas ciudades tienen una seña de identidad tan humilde y a la vez tan reconocible como Barcelona con su 'panot', la baldosa de cemento hidráulico decorada con una flor de cuatro pétalos que pavimenta buena parte de sus aceras. Puede pasar desapercibido bajo los pies de barceloneses y turistas, pero cuenta una historia de urbanismo, diseño y modernidad que se remonta a principios del siglo XX. De 'Can Fanga' al símbolo de la ciudad A principios del siglo pasado, Barcelona arrastraba mala reputación por el estado de sus calles. La prensa satírica de la época la bautizó como Can Fanga (en catalán, ‘casa del barro’), debido a las aceras embarradas que caracterizaban la ciudad. Fue entonces cuando el Ayuntamiento, en plena expansión del Plan Cerdà, decidió homogeneizar el pavimento. La solución fue un concurso público de adoquines en 1906, donde se pedía a las empresas locales que diseñaran losetas para toda la ciudad. Participaron varios modelos, entre ellos la hoy icónica flor de cuatro pétalos. El diseño ganador fue el presentado por Casa Escofet, empresa barcelonesa especializada en pavimentos, y se extendió por todo el Ensanche. Así nació el 'panot', que además de bello, era práctico: hecho de cemento hidráulico, un material resistente y económico. Un suelo con muchas flores... y muchas historias Aunque la flor de Barcelona es la más conocida, el concurso dio lugar a otros diseños que aún pueden verse en ciertas calles: cuatro pastillas, pastillas con círculos, calaveras o círculos concéntricos. Algunas calles, como Aribau, aún conservan varios modelos alineados. Desde entonces, el pavimento de Barcelona ha seguido evolucionando sin renunciar al diseño. Casa Escofet fue también la encargada de la alfombra de adoquines del Passeig de Gràcia, inspirada en los suelos de la Casa Batlló, y del mosaico ondulado de la Rambla, diseñado por Adolf Florensa en 1968. Incluso en tiempos recientes, en 2015, se incorporó una nueva baldosa con forma de flor de plátano para la Avenida Diagonal. El panot como souvenir global Lo que nació como una solución urbana se ha convertido en un icono barcelonés que ya forma parte del imaginario colectivo. Se ha transformado en todo tipo de recuerdos: camisetas, imanes, posavasos, cojines y, sobre todo, llaveros que los turistas se llevan como prueba tangible de su paso por la ciudad. La 'Flor de Barcelona' es pisada cada año por más de 28 millones de visitantes y 1,6 millones de residentes, testigo silencioso de manifestaciones, celebraciones y tragedias. En un gesto casi poético, algunos locales rastrean zonas de obra en busca de panots originales como quien rescata una parte de la ciudad perdida. Un legado invisible, pero esencial En una ciudad tan fotografiada como Barcelona, su suelo es probablemente lo menos fotografiado… y sin embargo, lo más universal. Cada baldosa cuenta una historia, recuerda un tiempo en el que la estética urbana era tan importante como la funcionalidad. Así, el panot no solo embelleció las calles, sino que también marcó un antes y un después en la forma de concebir el espacio público. Un símbolo humilde y elegante que solo podrás ver en Barcelona. O, con suerte, en el llavero de alguien que ya ha estado allí.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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