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Un viaje a la 'república del Bidasoa': el corazón verde de Navarra

En el norte de Navarra, donde el río Bidasoa serpentea entre montañas y bosques, se extiende una tierra que desafía las fronteras y el tiempo. El escritor Pío Baroja la llamó la «república del Bidasoa», un lugar libre, auténtico e indómito. Un paisaje que condensaba según él: «la severidad de Navarra, la blandura de Gipuzkoa y la cortesía de Francia». Para quienes viven pegados al asfalto y buscan reconectar con lo esencial, esta escapada familiar ofrece aire puro, paisajes húmedos y senderos sombreados donde la naturaleza, la historia y la leyenda se entrelazan. Y lo mejor: todo concentrado en pocos kilómetros, perfecto para un fin de semana largo o unas vacaciones estivales. El punto de partida es Elizondo, la capital del valle de Baztan , a unos 50 kilómetros al norte de Pamplona / Iruña. Sus calles empedradas, salpicadas de amplios caserones blancos, con balcones de madera, remates en piedra colorada y tejados a dos aguas encajadas en el fondo de este verdísimo valle son la viva imagen de una postal costumbrista vasco-navarra. Pero también asoman de tanto en tanto exuberantes palmeras: símbolo de la prosperidad que trajeron los indianos que marcharon hacia las Américas. Este es un valle de pastores y virreyes. Las poderosas casas de los Goyeneche, Alzate, Ursúa, Iriarte, Irigoyen, Apeztegia, Ordoki… son familias que forjaron su fortuna en el Nuevo Mundo. Y aún hoy se pueden ver aquí sus palacetes, reconvertidos en casas de cultura, museos o las emblemáticas casas-torre: una especie de rascacielos medievales dispuestos para la guerra entre clanes. La influencia barroca y americana no es perceptible solo en el patrimonio, sino también en la gastronomía. Este valle fronterizo hizo suyo el maíz, el pimiento, la papa y el cacao. Y los integró en su idiosincrasia. El chocolate baztanés es famoso por su maestría y origen artesanal. La pastelería Arkupe de Irurita destaca por su meticulosa selección de semillas de cacao puro en origen desde Perú, Costa Rica y República Dominicana hasta la elaboración final de tabletas, bombones o trufas. Por su parte, la pastelería Malkorra de Elizondo ha mantenido la tradición de la receta del «Urrakin egiña» —que significa «hecho con avellanas» en euskera— desde su fundación en 1924. De América llegó también el ziriko-yate, una comida popular en la que se asan muy lentamente corderos en estacas. Aunque pudiera parecer una antigua costumbre local, esta curiosa técnica culinaria fue introducida por los pastores navarros que emigraron a la Pampa argentina a principios del siglo XX. Una experiencia imprescindible en familia es visitar el viejo molino y lagar de sidra de Amaiur / Maya. Aquí descubrirás cómo funciona este molino harinero centenario que a pesar de los años sigue girando y moliendo maíz ecológico, libre de químicos y de gluten. Mientras, los niños y niñas pueden hacer un taller de cocina y, lo mejor de todo, degustar talos —las tradicionales tortas de maíz de Navarra— recién hechos, rellenos de txistorra, queso o chocolate. Para quienes viajan con ganas de aventura, hay tres parques temáticos que harán las delicias de grandes y pequeños: Irrisarri Land, en Igantzi con 75 hectáreas en plena naturaleza, ofrece tirolinas gigantes, vías ferratas, puentes colgantes y circuitos de BTT, además de alojamientos singulares como cabañas integradas en pleno bosque. En la localidad de Narbarte puedes visitar Bertiz Abentura Park con tirolinas y paintball. Y en Elizondo, Baztan Abentura Park, que propone actividades como barranquismo, escalada y recorridos por la copa de los árboles. Para las familias que prefieren senderismo tranquilo, la Vía Verde del Bidasoa es una delicia. Esta antigua vía ferroviaria permite recorrer a pie o en bici un trayecto sencillo y llano que discurre entre túneles, bosques y pequeños pueblos, siempre acompañado por el rumor del río y sus cascadas. Una forma perfecta de admirar la belleza de la zona sin prisas. El Señorío de Bertiz , en Oronoz-Mugaire, es una joya, un regalo que Pedro Ciga y su esposa Dorotea Fernández hicieron a Navarra. Esta adinerada pareja contrajo matrimonio en 1890 y diez años después adquirieron este inmenso espacio de más de dos mil hectáreas donde disfrutaron de una romántica vida en la naturaleza. Construyeron un chalet modernista en lo alto de una colina, protegieron el bosque prohibiendo su explotación, crearon jardines e incluso impulsaron campañas contra las corridas de toros. Murieron sin descendencia y en el año 1949 donaron este espacio natural a la Diputación Foral de Navarra bajo la exigencia de conservarla sin variar sus características, así como prohibir la entrada de coches y motocicletas, para proteger la fauna, flora y el conjunto de ecosistemas existentes. Bertiz fue declarado Parque Natural en 1984. Hoy, su jardín botánico, con más de 126 especies exóticas procedentes de todas las latitudes del mundo y paseos sombreados, es un rincón ideal para las familias. El centro de interpretación ofrece claves para entender la biodiversidad del lugar y desde aquí parten agrestes senderos que recorren este espacio protegido. El escudo de armas de Bertiz es singular y misterioso. Datado en el año 1572 en un registro oficial de las armerías del Reino de Navarra, el emblema representa a una sirena sosteniendo un espejo en la mano derecha y un peine dorado en la izquierda sobre las ondas de agua del río Bidasoa. Este escudo encarna a una lamia, misteriosos seres de la mitología local que habitan las orillas del río, mitad mujer y mitad pez o, en ocasiones, con pies de pato. Es una señal: no abandones el Bidasoa, sin sumergirte en sus leyendas y misterios. A pocos kilómetros de aquí están las cuevas de Zugarramurdi, escenario de leyendas de brujería y aquelarres, que permiten adentrarse en un mundo subterráneo que fascina a pequeños y mayores. Completar la visita en el Museo de la Brujería en el pueblo es casi obligado para comprender la historia real detrás del mito. No muy lejos, las cuevas de Ikaburu en Urdazubi/Urdax suman otro capítulo subterráneo al viaje, con recorridos guiados que muestran caprichosas formaciones de estalactitas y estalagmitas. Aquí ya se saborea el otro lado de la frontera con Francia, donde los contrabandistas hacían sus trabajos nocturnos. Entre las localidades francesas de Sara y Ainhoa y los pueblos navarros de Etxalar y Bera dicen que llegaron a pasar un helicóptero partido en piezas sin que gendarmes ni guardias civiles se percataran. También aquí se «pescan» palomas con una ancestral técnica de caza con redes entre árboles y se crían salmones en piscinas domésticas. Los valles de Baztan y Bidasoa son un lugar donde las historias antiguas se mezclan con el presente. Una tierra que invita a caminar, a mojarse los pies en sus ríos y a sentarse a la mesa para saborear lo auténtico. En esta «república» verde, la frontera desaparece y lo esencial cobra fuerza: el contacto con la naturaleza, la memoria de un territorio y la oportunidad de que los niños y las niñas aprendan jugando, despreocupados y algo asilvestrados. Quizás también los adultos. Navarra ofrece aquí un refugio perfecto para escapar de lo cotidiano y asombrarse de nuevo con la vida y la historia.
abc.es
hace alrededor de 15 horas
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